El lugar era inmenso. Estaba poco iluminado y parecía estar vacío. No entendía nada. ¿Cómo había llegado hasta allí?, no recordaba nada, la inquietud estaba corriendo por mis venas y un hormigueo estaba subiendo y bajando por todo mi cuerpo.
Mis manos empezaron a picar, y quise arrancarme todo el cabello de la cabeza. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba aquí?, empecé a mirar a todas partes, en donde la penumbra era todo lo que me saludaba. No se veía ningún horizonte, no se escuchaba nada. El silencio era ensordecedor.
Intenté gritar, pedir ayuda, correr. Pero nada ocurría. No podía siquiera hablar, el grito se quedó atorado en mi garganta. Lo intenté de nuevo. Nada salía. Intenté con tanta fuerza que pensé que mi garganta se partiría en dos, pero nada ocurría. La oscuridad se hacía aún más pesada, cada vez podía ver menos y el silencio me tenía inquieta.
¿Qué estaba ocurriendo?
De repente caí en el suelo, como si alguien me hubiese empujado. Temí ver hacia atrás, tan sólo me quedé así, entre sentada y acostada en el frío suelo. Empecé a temblar. El pánico me estaba inmovilizando e intenté llorar, pero tampoco podía. ¿En dónde estaba?
Intenté levantarme, mis piernas flaquearon pero respondieron. Entonces noté que estaba en ropa interior y descalza. Volví a estar de pie, esta vez más débil. Logré avanzar unos pasos pero mientras más pasos daba, más oscuro se ponía todo.
La desesperación me tenía abrumada. ¿Hacia dónde iba?, ¿en dónde estaban todos y por qué nadie venía por mí? Sentí que alguien me tomaba de la mano y me giraba, pero no había nadie. Empecé a retroceder.
-¿Quién está ahí? –Creí hablar, pero nada salía de mis labios. Quise gritar. ¡¿Qué demonios estaba pasando?! -¡¿Quién está ahí?! –Nada. Nadie me oía. ¿Es que siquiera había alguien aquí aparte de mí?
Seguí retrocediendo cuando choqué con algo helado a mi espalda. Me giré rápidamente y ya no veía nada. Me volví a girar y nada. Sólo había negro y silencio. Volví a girarme y alcé las manos, tanteando en falso, pero no había nada. ¿Con qué demonios había chocado?
Tenía demasiadas ganas de llorar. Quería gritar, sollozar, correr, pero no lograba hacer nada. No entendía absolutamente nada. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba aquí, medio desnuda, descalza, sola, rota? No recordaba nada anterior, ni cómo había llegado hasta ese lugar, ni con quién estaba.
Eddy. ¿En dónde demonios estaba Eddy? La desesperación llegó a otro punto, aún más elevado, en donde tiritaba de miedo, sin saber ni recordar en dónde estaba mi hermano. ¿Qué había pasado?
Me daba vueltas la cabeza. Todo a mi alrededor parecía girar, la oscuridad se volvía más pesada a medida que iba dando más y más vueltas, sin lograr ver nada que no fuese negro. Sentía la brisa adherida a mi piel sin sentir las ráfagas de viento helado, tan sólo tiritando, tan sólo muriendo.
De repente neblina empezó a entorpecer mi vista, no podía huir de ella. Era espesa, fuerte, venía con furia y me envolvía a medida que pasaban los segundos. Empecé a escuchar un segundero de fondo, todo estaba pasando demasiado rápido. Mi voz logró salir a caudales, mis gritos resonaron en la oscuridad, alguien me estaba tocando los hombros, me sentía inmovilizada, aplastada en algo frío.
Mi espalda se asqueó en el suelo sin saber realmente cómo había llegado hasta él. La neblina me escocía los ojos y los mantuve cerrados todo el tiempo, el sonido de los segundos apresurados me tenía loca. Mis gritos se oyeron en todo el lugar. Pataleaba.
-Amanda, abre los ojos. –Me detuve. La voz de mi madre llegó desde lo más oscuro del lugar y temí abrir los ojos. -¡Amanda!
Entonces, abrí los ojos y los de mi madre me saludaron. Era una pesadilla. Sólo eso.
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