Terror 6 España

Bárbara

Habitación photoPersonajes

– Susana: Mujer de David. Tiene 29 años y está esperando un bebé de seis meses. Su pelo es liso, de color pelirrojo como casi una amapola secándose en el Otoño.
– David: Es el marido de Susana. Impaciente por tener a esa niña suya que viene en camino. De carácter agradable. Hijo de un campesino.

Personajes secundarios: Clara, Izan y su hijo de 7 años que se llama Leo.

Protagonista:

– Bárbara: Es el espíritu que habita en la casa.

ACTO I

Personajes en escena: Susana, David, Clara y Izan

Caminaban despacio, debido a que Susana esperaba una niña en sus entrañas. Con los embarazos siempre hay que tener tacto, mucho cuidado.

No les quedaba mucho camino por recorrer. En cuándo menos lo esperaron ya estaban delante de la puerta de los Murray.

– Susana: ¿Crees que estarán despiertos a estas horas?

– David: ¿Y por qué no iban a estarlo? Habíamos quedado con ellos a las cinco, ¿no es así?

– Susana: Sí, así es, pero tan sólo son las cuatro y veinte. Puede que les pillemos tomando la siesta.

– David: Qué siesta ni qué siesta…

David tocó a puño cerrado la puerta principal de los Murray.

Mientras pasaban unos minutos sin que nadie apareciese por la puerta, Susana y David se miraban con nerviosismo.

– David: O puede en cambio que sí tengas algo de razón querida y…

Susana, iba a rebatir el comentario de David justo en el momento en el que abrieron la puerta principal. Los propietarios, que se llamaban Clara y Izan, se asomaron por la apertura con unas cálidas sonrisas que demostraban dar un abrazo de bienvenida sólo con mirar a Susana y David. Estaban encantados de su llegada.

– Clara: ¡Vaya hola! Qué alegría veros tan pronto de la hora citada. Me da mucho gusto conoceros.

Clara le proporcionó dos besos cordiales a Susana y colocó una de sus manos en su vientre.

– Clara: Vaya, vaya… y qué tenemos aquí, ¿un niño o una niña?

– Susana: Para mí también es un placer conocerte Clara y…

Susana coloca también su mano encima de la de Clara, acogiéndola. Era su forma de darle también otra clase de bienvenida distinta.

– Susana: … va a ser una pequeña. De momento tiene sólo seis meses.

– David: Sí, tan sólo seis meses, ¿verdad que es adorable?

Izan carraspeó.

– Izan: En fin, ¿os apetece entonces ver la casa?

– Susana y David: ¡Claro!

– Clara: Luego tendremos más tiempo para charlar querida, pero presentaros vuestro posible hogar, es lo primero de la lista ahora mismo.

Susana le dedicó a Clara una de sus más fieles y enternecedoras sonrisas. Todos entraron al piso, seguidos de Izan y Clara.

 

ACTO II

Personajes que se encuentran en escena: Susana, David, Izan, Clara, Bárbara y el pequeño Leo

La casa tenía un baño, un dormitorio de matrimonio, un salón bastante rústico, una cocina unida a dicho salón y una habitación que le vendría a Susana de perlas, porque al parecer era de una niña.

Izan y Clara, se encontraban en el salón con David.

– Clara: ¿Verdad que es un salón acogedor para tomar el té? Además, para días de frío contáis con una estupenda chimenea que podrá calentaros en tan sólo unos minutos. Eso, y que da un ambiente muy especial a decir verdad… .

– David: Tendríamos que tener cuidado con el fuego, sobretodo cuándo la niña crezca. Yo colocaría unas puertas para evitar que las chispas puedan salir y para que la pequeña tampoco se queme por la curiosidad al tocar los cristales colocaría a parte una valla que cree una distancia segura entre el fuego y la niña.

– Izan: Desde luego que es una idea estupenda David. Eso es lo que hicimos justamente con Leo, para evitar consecuencias graves. Que por cierto, no os lo hemos llegado a presentar, permítanme un segundo.

Todos se quedaron en el salón. Susana y David, estaban maravillados por el lugar, pero les encantaba mucho más el recibimiento por parte de los propietarios.

– Clara: ¿Os apetece un té o tal vez un café?

– Izan: ¡Leo hijo! ¡Ven recibir a los futuros inquilinos de nuestra casa!

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Susana y David se miraron por un instante extrañados. En ningún momento llegaron a creer que el niño estuviese en la casa, ya que no lo llegaron a comentar y tampoco llegaron a escuchar ningún ruido. Justo en esos momentos, Leo llegó hasta ellos correteando.

– Leo: Hola señores, un placer.

Su padre Izan, mientras Leo se presentaba tocaba los cabellos de su hijo, admirado de su creación. Susana, se acercó al pequeño Leo, postrándole un dulce beso materno en la mejilla.

– Susana: ¡Eres muy alto y muy guapo!

– Leo: Lo sé. Soy muy mayor ya porque tengo siete años. Los cumplí hace dos días.

– Susana: Y tanto que sí… .

Susana despeinó el pelo del pequeño.

– Susana: Cariño… .

Susana se dirigió a su marido David.

– Susana: Voy a rodear mientras tanto un poco la casa, puedes quedarte aquí si quieres.

Clara, mientras tanto estaba haciendo té de jengibre para todos en la cocina. Así que Susana aprovechó la situación en la que tanto David como Izan, hablaban de sus deportes favoritos y Leo el pequeño miraba por la ventana y jugaba con un pequeño soldadito de plástico que tenía en la mano. Lo que hizo Susana es salir del salón para seguir mirando las habitaciones que con anterioridad les habían mostrado los propietarios a una vista mucho más fugaz. Susana quería fijarse en los detalles, imaginarse un futuro en este maravilloso hogar.

Caminó despacio hasta la habitación de la que dijeron que era de Leo, aunque en cuánto llegó allí se encontró con una niña junto a la ventana. Era pálida y llevaba un camisón largo con puntillas en los bajos mirándola directamente.

– Susana: Vaya, hola…

La niña se llamaba Bárbara. No respondió al saludo de Susana, pero le miraba con un semblante frío y bastante serio.

– Susana: ¿Vives aquí?

Bárbara le respondió a Susana moviendo su cabeza a modo de negación. Estaba recta como una estatua. Susana se sentía muy confusa, no entendía por qué Clara y Izan sólo les habían llegado a presentar a su hijo Leo de siete años, ya que al parecer tenían a otra hija aquí.

Bárbara seguía sin responder. Así que lo que hizo Susana es ir hasta el salón donde estaban todos, dejando a Bárbara atrás; David, Clara que ya había traído los té’s, Leo y Izan.

– Susana: ¿Tenéis otra hija? ¿Por qué no nos lo habéis dicho? Está en la habitación…

No pudo terminar la frase porque a Clara se le cayó la tetera de porcelana al suelo en cuánto escuchó a Susana decir esas palabras.

– Clara: ¿La has visto? ¿Has visto a Bárbara?

Las manos de Clara temblaban, sus ojos estaban abiertos como los mismos platos de té que había llegado a posar en la mesa. Izan, mostraba el mismo rostro espectante que su mujer y David no lograba comprender muy bien lo que estaba sucediendo, así que se rascaba la cabeza.

– Susana: Bueno yo… he ido a la habitación de su hijo y, he visto a una niña junto a la ventana. Imagino que será su hija, ¿no?

– Izan: Es imposible…

– Clara: ¡Bárbara! ¡Bárbara! Oh, mi niña… ¡Bárbara!

Y entonces ocurrió algo. Clara echó a correr como una loca hasta la habitación, gritando Bárbara y llorando como una posesa endemoniada. Izan iba detrás de su mujer, llamando a su mujer »¡Clara!» tratando de tranquilizarla. David se acercó a Susana, colocó las manos en su vientre.

– David: ¿Estás bien?

– Susana: Sí… yo…

Susana no entendía muy lo que estaba pasando, pero entonces lo entendió todo de repente. Susana, al parecer sí había visto a la hija de Izan y Clara, pero no a la viva precisamente. Susana se acercó hasta Leo, ya que éste puede que pudiese llegarle a corresponder sus dudas respondiéndolas.

– Susana: Leo, cielo… ¿quién es Bárbara?

Leo seguía jugando en el alféizar de la ventana. En ella, se podía apreciar una nevada que estaba comenzando a nacer en lo que, al parecer iba a ser una agradable tarde que había dejado de serla. David, se arrodilló junto al niño, colocándose a su lado hasta tener la misma altura que éste. El niño Leo, se mantenía callado sin responder a nadie.

– David: Leo… no le diremos a tus padres que nos has contado nada, te lo prometemos.

Entonces Leo, dejó de jugar. En el fondo de la casa, mas particularmente por la habitación se podían escuchar los lloros de su madre, Clara. Leo miró de reojo lo que era el pasillo y después miró a Susana.

– Leo: Bárbara era mi hermana.

– Susana: ¿Era? ¿Qué quieres decir?

A Susana se le hizo un nudo en el estómago en cuánto se dio cuenta de que lo que estaba pensando o incluso creyendo en el fondo, estaba resultando ser confirmado. David apretó la mano de su mujer y dirigió también, al igual que había hecho Leo una fugaz mirada hacia la fuente de sonido de donde provenían todas las lágrimas de Clara. También lo comprendió todo.

– David: ¿Y qué le ocurrió?

– Leo: Murió de una pulmonía por tener la ventana abierta mientras dormía, pero va a volver.

– Susana: ¿Cómo va a volver?

Entonces, ocurrió algo inimaginable. Leo levantó su mano, y señaló el vientre de Susana.

Habitación photo

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Acerca del autor

Ainoa Rodríguez

Las apariencias engañan, pero otras veces lo que ves es lo que hay.

Redactora multitemática y relatista en Hidden Words desde hacer más de 10 años.

Si hay algo que tengo que decir sobre las palabras, es que ellas son las que me salvan diariamente.

2 Comentarios

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  • Hola Noa, llegué hasta aquí gracias a tu talento…iré leyendo las historias poco a poco, hoy comenzamos con Barbara, está bien construida, bien llevada, perfectamente argumentada, inquietante, esperanzadora, muy bien delimitada, y con un poso de continuará…..
    Gracias bella. buen día, besos y besos.

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Acerca de…

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