En cierto pueblo varios dos hermanos, y ambos tenían dos hermanas, que ya estaban en edad para casarse. A menudo las instaban a tomar marido, pero ellas no lo hacían. Por fin uno de los hombres dijo:
—¿Qué clase de marido quieres, entonces? ¿Un águila, tal vez? Muy bien, un águila es lo que tendrás.
Esto le dijo a una. Y a la otra le dijo:
—¿A ti quizás te gustaría una ballena? Bueno, una ballena es lo que tendrás.
De repente apareció un gran águila a lo lejos, que se abalanzó sobre la joven y salió volando con ella hacia un alto acantilado de roca. Y una ballena también apareció a la lejos, y se llevó a la otra hermana, llevándola igualmente a una acantilado de roca.
Después de eso, el águila y la chica vivieron juntas en aquel acantilado alto y empinado. El águila volaba sobre el mar para cazar, y mientras estaba lejos, su esposa se entretenía tejiendo hierbajos para una cuerda con la cual pudiera descender por la roca. Y mientras estaba ocupada con ese trabajo, el águila a veces aparecía, con una morsa en una garra y un narval en la otra.
Un día probó la cuerda con la que debía bajar; era muy corta. Y entonces ella trenzó más.
Pero a medida que pasaba el tiempo, los hermanos comenzaron a añorar a sus hermanas. Todos se pusieron a trabajar haciendo ballestas.
Había en ese pueblo un niño sin hogar, que era tan pequeño que no tenía fuerzas para tensar un arco, y por eso debía conseguir que alguien más lo tensara para él cada vez que quería disparar. Cuando prepararon todas las cosas, los hombres salieron al lugar donde estaba su hermana y la llamaron desde el pie del acantilado, diciéndole que se bajara. Y ella obedeció. Tan pronto como su esposo salió a cazar, ella bajó y alcanzó a sus hermanos.
Hacia el anochecer, el águila apareció en el mar con una morsa en cada garra, y cuando pasó junto a la casa de los hermanos de su esposa, les dejó caer una. Pero cuando llegó a casa, su esposa ya no estaba. En ese momento arrojó su captur y voló, deslizándose con las alas extendidas hacia donde vivían todos los hermanos.
Sin embargo, cada vez que el águila intentaba volar hacia la casa, le disparaban con sus arcos. Y como ninguno de ellos podía derribarla, el niño sin hogar lloró:
—¡Déjenme intentarlo a mí también!
Uno de los hombres tuvo que doblar su arco por él. Pero cuando disparó su flecha, atravesó al águila. Y cuando el ave cayó a tierra, los otros le dispararon tantas flechas que no pudo tocar el suelo.
Así mataron al esposo de su hermana, que era un poderoso cazador.
Mientras tanto, la otra hermana y la ballena también vivían juntas. La ballena la quería mucho, y apenas le quitaba la vista de encima.
No obstante, la chica comenzó a sentir nostalgia y buscando escapar, comenzó a trenzar una cuerda de algas marinas. Sus hermanos, que también comenzaban a extrañarla, empezaron a hacer una barca para navegar rápidamente en el mar. Cuando lo terminaron y la metieron al agua, dijeron:
—Ahora veamos qué tan rápido puede ir.
Vieron como una gaviota que tenía su nido se acercaba para volar junto a ellos, al tiempo que intentaban distanciarse remando. Pero cuando pasó junto a ellos, se sintieron desanimados:
—Esto no servirá; la ballena nos alcanzaría de inmediato. Debemos hacer pedazos este bote y construir uno nuevo.
Acto seguido, hicieron pedazos ese bote y construyeron uno nuevo.
Luego se adentraron nuevamente en el agua y una vez más dejaron que el pájaro hiciese una carrera con ellos. Esta vez, la barca y el ave se mantuvieron uno al lado del otro, pero cuando se acercaron a la tierra, el pájaro se quedó atrás.
Un día, la niña le dijo a la ballena como de costumbre:
—Debo salir a buscar nuestra comida. Quédate aquí.
—Pero yo también quiero salir —replicó ella.
La ballena entonces le ató una cuerda a la cintura, de esa manera la jalaría cuando quisiera que volviese a entrar en la casa. Apenas había dado un par de pasos fuera, cuando él comenzó a tirar de la cuerda.
—Solo a un par de pasos de distancia —gritó ella.
Con mucho cuidado, ató la cuerda que la sujetaba a una piedra y salió corriendo lo más rápido que pudo cuesta abajo. La ballena tiró de la piedra, pensando que era su esposa, y la metió dentro. La casa de los hermanos estaba justo debajo de la ladera donde la ballena la tenía prisionera, y tan pronto como llegó, todos acordaron huir juntos.
Mas en el mismo instante, la ballena salió de su casa y rodó hacia el mar, persiguiendo al bote en el que llevaban a su esposa. Justo cuando casi los alcanzaba, los hermanos le dijeron a su hermana:
—Tira tu banda para el pelo.
Y apenas lo había tirado cuando el mar se hizo espuma, y la ballena se detuvo. Después fue tras de ellos nuevamente, y cuando apareció justo detrás del bote, los hermanos volvieron a hablar:
—Tira uno de tus guantes.
Y ella lo tiró, y el mar hizo espuma, y la ballena se abalanzó sobre él. Tiró el forro interior de uno de sus guantes, después su abrigo exterior y por último su vestido. Ahora estaban más cerca de la tierra, pero la ballena estaba estaba a punto de darles alcance. Entonces los hermanos gritaron:
—¡Tira tus pantalones!
Y en el mismo momento en que los pantalones cayeron al agua, el mar se convirtió una vez más en espuma. Para entonces, los hermanos habían llegado a la tierra. La ballena trató de seguirlos, pero fue arrojada a la orilla como un hueso blanco y blanqueado por el sol.
A partir de ese momento, los hermanos nunca volvieron a ser molestados por ningún animal y vivieron felices y en armonía, como la gran familia que eran.

¡Sé el primero en comentar!