Había una vez un niño llamado Teo, que estaba muy consentido. Su época favorita era la Navidad, porque cada vez que llegaba Diciembre, se ponía a pedir y pedir regalos, pensando en que lo único importante era tener muchos juguetes. Sin embargo, luego se enojaba muchísimo al mirar bajo el árbol y darse cuenta de que Santa Claus no le había traído todo lo que quería.
—Tienes que comprender que no puedes pedir tantos regalos —le decían sus padres—, ¿no ves que a Santa le cuesta mucho trabajo venir hasta acá?
Pero Teo no escuchaba y seguía empeñado en querer acaparar todos los juguetes para sí.
Ese año, la noche antes de Navidad, Teo dormía en su cama cuando escuchó un ruido afuera de la ventana. Al despertarse , se dio cuenta de que había un elfo junto a su cama, el cual había entrado por la ventana.
—Hola Teo, soy uno de los elfos que trabajan en la fábrica de Santa Claus —lo saludó él—, me pidió que viniera a buscarte. Hoy vas a conocer como funciona nuestro trabajo y te convertirás en uno de los ayudantes de Santa.
Muy emocionado, Teo aceptó la propuesta y juntos montaron en un trineo que los llevó hasta el Polo Norte. Allí, lo primero que vio Teo fue un buzón enorme.
—Este es el buzó en el que Santa recibe las cartas de todos los niños del mundo —le explicó el elfo, mientras entraban a la fábrica. Dentro, había cientos de duendecillos alegres que armaban muñecas, coches, animales de peluche, ¡todos los juguetes que te puedas imaginar!—. Y aquí es donde elaboramos sus regalos, los envolvemos y los dejamos listos para repartir. Tú vas a ayudarnos a leer las cartas. Es muy importante que las leas con atención, ya que así podremos seleccionar los juguetes que le tocan a cada niño y niña. ¡Mira! Tu carta es la primera.
Teo estaba encantado con todo lo que veía. Muy contento, se puso a buscar todos los juguetes que leía el elfo en su carta, para colocarlos en un costal. Y mientras más cosas ponía en él, más y más grande se iba haciendo.
—Parece que has pedido demasiados juguetes —le dijo el elfo—. Cuando un niño pide tantas cosas, los regalos se nos acaban muy rápido y no queda nada para los demás. Sería muy triste que no recibieran nada en Navidad, ¿no crees?
El niño se dio cuenta de que tenía razón y sintió vergüenza.
—No puedes pedir que todos los juguetes sean para ti, Teo. Tenemos que repartirlos entre todos los niños del mundo. Navidad no se trata solo de recibir obsequios, sino de compartir y ser generosos con los demás. El amor es más importante que los juguetes.
En ese momento… Teo se despertó. Todo había sido un sueño.
No obstante había aprendido la lección. Nunca más volvió a enfadarse, ni a ser un chico egoísta.
Moraleja: Esta Navidad, agradece el cariño de tu familia y los regalos que puedan darte, pues aunque sean pocos te los dan de corazón.
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