Descripción: Obra basada en leyenda brasileña. En una pueblo de Maué, un gran guerrero ha nacido, ¿cuál será su destino?
Personajes: Muchacho, Jurupari, Madre, Padre, Tupa
PRIMER ACTO
En una choza, un hombre con un tocado de plumas se encuentra junto a su esposa y su hijo recién nacido, al cual sostienen en brazos.
Madre: Míralo, es tan hermoso.
Padre: Será un gran guerrero, tal y como lo es su padre. Los dioses me hablaron en sueños y me dijeron que nuestro hijo creería para convertirse en el más hábil peleador de todos. ¡Este es un gran día para el pueblo de Maué!
Ambos se abrazan y miran al bebé con cariño, sin percatarse de que alguien los espía por la ventana.
Jurupari: ¡Qué descaro! Atreverse a decir que ese mocoso será más grande que yo, el dios Jurupari, cuando todo el mundo sabe que si hay un ser poderoso y hábil en la guerra, soy precisamente yo. Esto no se va a quedar así.
Jurupari desaparece de escena, sin que la pareja se de cuenta de su presencia.
SEGUNDO ACTO
Años después, el niño ha crecido hasta convertirse en un muchacho muy habilidoso. Deambula por el escenario llevando una lanza en su man, buscando alguna presa que cazar.
Muchacho: La gente de Maué se pondrá muy feliz cuando les lleve el ciervo más grande del bosque.
Jurupari aparece en un extremo del escenario, mirando al chico con astucia. Lleva sobre la cabeza un penacho que simula una serpiente y en sus ojos hay gran malevolencia. Pero el joven no se percata de su presencia, es como si fuera invisible.
Muchacho: Que raro, ¿por qué no habrá animales cerca? Es como si todos se hubieran escondido…
Jurupari saca una flecha envenenada que le dispara al chico. Este cae al suelo, gritando de dolor y herido de muerte.
Jurupari: ¡Gran guerrero! Veamos si después de esto alguien se acuerda de ti.
Y dicho esto, vuelve a huir de escena.
TERCER ACTO
El muchacho yace tendido en el suelo, sin moverse. Sus padres llegan buscándolo, preocupados y la madre suelta un grito de espanto al verlo así.
Madre: ¡Hijo mío! ¡¿Qué te ha sucedido?!
Se arrodilla a su lado y lo toma en brazos, sin que reaccione. Su padre lo mira y agacha la cabeza, entristecido.
Padre: Alguien lo ha herido mortalmente, no hay más que hacer.
Madre (llorando): ¡No! ¿Por qué? ¿Por qué?
Padre: No nos queda más que enterrar sus ojos, como marca la tradición en honor a Tupa. Él nos dará la fuerza para seguir adelante.
En ese instante aparece el dios Tupa, con su cara adornada por pintura facial y vestido de plumas.
Padre: Tupa… oh, mi señor, ¡nos ha escuchado!
Tupa: Siempre escucho a los que son nobles de corazón. La muerte de su hijo fue una injusticia, pero no se aflijan, porque el asesino no cumplirá con su cometido. El muchacho siempre será recordado. Donde entierren sus ojos, haré crecer el más bello árbol de todos y sus frutos, rojos como la sangre y similares a sus ojos en el interior, nutrirán a miles de personas. A este árbol le pondré por nombre guaraná.
FIN
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