Había una vez un pobre brahmán que vivía solo en un pequeño pueblo de la India. No tenía amigos ni parientes, y solía pedir limosna para ganarse la vida. Al mismo tiempo era un avaro, y guardaba la poca comida que recibía por caridad en una olla de barro que colgaba junto a su cama. Él a menudo vigilaba la olla, y comía de la misma solo cuando estaba muy hambriento.
Un día, recibió una gran cantidad de gachas de arroz, así que llenó la olla hasta el borde con las gachas y se comió las que no cupieron. Estaba tan feliz de tener su olla llena; que no podía quitarle los ojos de encima mientras yacía despierto en su cama.
Después de mucho tiempo, se durmió y comenzó a soñar con la olla llena de gachas de arroz.
Soñó que había una hambruna en su pueblo. Él vendía su olla de gachas por cien monedas de plata. Con ese dinero se compraba un par de cabras. Sus cabras daban a luz a sus bebés en meses y cuando estos crecían, él los intercambiaba por búfalos y vacas.
Pronto, incluso los búfalos y las vacas parieron a sus propias crías, y dieron mucha leche.
Entonces el brahmán comenzó a comercializar leche y productos lácteos, como mantequilla y cuajada en el mercado. De esta manera, se convirtió en un hombre muy rico y popular.
Seguía soñando que luego se compraba algunos caballos y una gran casa rectangular con cuatro edificios.
Con el aumento de su fortuna y su fama como comerciante, otro rico brahmán se quedaba tan impresionado que le ofrecía a su bella hija en matrimonio. Más adelante se casaban en una lujosa ceremonia.
Su esposa daba a luz a un hijo, que recibía el nombre de Soma Sharma. Pero el niño demasiado travieso.
Un día, el brahmán le pidió que se comportara, pero el niño no quiso escuchar. Su madre no quería corregirlo, ya que estaba muy ocupada con sus quehaceres. El brahmán se enojó tanto, que quiso darle una patada.
Como estaba soñando, pateó el aire y su pierna golpeó la olla de barro. La olla se rompió y toda la papilla de arroz se derramó, despertándolo.
De inmediato se dio cuenta de que había estado soñando. También se dio cuenta de que había perdido todas las gachas de arroz que guardaba y con las que soñaba felizmente. Estaba arruinado.
Moraleja: No construyas castillos en el aire.
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