Aquel viernes por la tarde, Alicia salió muy pasada de copas del bar en el que había estado celebrando con sus colegas del trabajo. Pero el agotamiento acumulado en la semana y el alcohol que había ingerido, estaban venciendo poco a poco a su organismo, por lo que decidió marcharse a casa relativamente temprano.
En vez de tomar un taxi como de costumbre, pensó que bien podía abordar el metro que aun no cerraba, pues así se iba a ahorrar unas cuantas monedas.
Muy exhausta, la muchacha se sentó en la estación para esperar el tren y sin saber como, se quedó profundamente dormida ahí mismo.
Cuando despertó, la terminal se encontraba completamente a oscuras y no había nadie a la vista. El cartel luminoso que indicaba la llegada del próximo metro se había apagado.
Muy asustada y confundida, Alicia subió por las escaleras automáticas que llevaban al exterior, solo para comprobar con frustración, que las puertas se encontraban cerradas. Trató en vano de gritar o hacerse ver por las cámaras de seguridad, pero nadie acudió a ayudarla.
Miró su reloj y comprobó que faltaban aun varias horas para que dieran las 7 de la mañana, hora en la que abrían la estación.
Lo peor es que no tenía señal, así que no podía llamar a su familia.
Suspiró y se internó por los túneles, pensando en hallar otra salida. No quiso acordarse de aquel relato corto que le había contado su amigo Marcos, sobre vagabundos y criminales que se escondían ahí por las noches, ya que no tenían donde dormir.
Justo cuando se acercaba a un túnel apenas iluminado, Alicia distinguió las siluetas de dos hombres que estaban peleando y se quedó paralizada.
Estuvo a punto de gritar cuando uno de ellos, sacó una navaja y apuñaló al otro en la yugular, matándolo al instante. El agresor dejó escapar una risa espeluznante y le arrebató a su víctima la botella de licor que trataba de ocultarle.
Alicia se quedó mirándolo unos segundos y entonces, muy sigilosamente, intentó retroceder para escapar, con tan mala suerte que su tacón se atoró y terminó tropezando, atrayendo la atención del vagabundo.
Este clavó sus ojos en ella y liberando un alarido furioso, corrió hacia la joven, que se incorporó justo a tiempo para alejarse.
Pero no sabía adonde ir.
Alicia corrió todo lo que pudo a través de aquellos túneles largos y oscuros, escuchando al asesino acercarse jadeante e iracundo. Al llegar al final de un pasadizo, se topó con una reja y supo que era su final.
Detrás de ella, el asesino apareció blandiendo su arma. Lo último que se escuchó en aquella zona del subterráneo, fue el grito aterrado de Alicia.
***
Al día siguiente, la policía encontró el cadáver de una joven en cuyo rostro todavía se podía distinguir una mueca de terror. La habían apuñalado con tanta saña, que el resto de su cuerpo se encontraba prácticamente irreconocible. También le habían robado su bolso y mostraba señales de abuso.
Nunca encontraron al asesino.
¡Sé el primero en comentar!