Se suele pensar que durante la Navidad todo es inocencia y buenos deseos entre las personas, sin embargo, existe una leyenda de terror que alude precisamente a esta época y se ha convertido en la peor pesadilla de muchos niños. Se cuenta (o más bien, se contaba) en Islandia a los más pequeños, para asegurarse de que todos fueran buenos y obedientes.
Ellos sabían bien lo que les podía ocurrir si no.
A los que eran buenos, les esperaban los emocionantes regalos de Papá Noel debajo del árbol navideño. A los que eran malos, sin embargo, podía venir a llevárselos Grýla, una malvada ogresa que vivía en las montañas y que cada año bajaba a los pueblos, en busca de los chiquillos que se habían portado mal. No importaba que nunca antes los hubiera visto, ella les sabía distinguir bien de los infantes que eran nobles.
Por eso llevaba con ella un enorme saco, en el que en vez de guardar juguetes, metía a todos esos chiquillos que habían tenido un comportamiento inaceptable. Nadie los podía escuchar una vez que Grýla les ponía las manos encima. Acto seguido, los llevaba hasta su guarida en los montañas para preparar estofado.
De Grýla se decía que tenía sangre de troll corriéndole por las venas, que era tan alta como un elefante y que tenía una cara monstruosa, además de que le encantaba devorar la carne tierna y suave de los niños.
Vivía con ella Leppalúði, un grotesco ogro que también era su tercer marido, pues a los dos anteriores los había devorado. Con él había procreado a los jólasveinar, sus malvados hijos, que también podían acechar las noches de la época navideña para sorprender a quienes hacían el mal. Grýla además tenía consigo a Jólakötturinn, un enorme gato negro que durante diciembre, salía de su guarida para acompañarla en sus incursiones nocturnas.
La única forma de escapar de Grýla, era si el niño que había atrapado tenía consigo un objeto afilado, que pudiera utilizar para hacer un agujero en su saco y salir de él.
Mucho antes de que la historia fuese exclusiva para asustar a los niños, los más grandes también se sentían atemorizados por esta criatura monstruosa. Los granjeros especialmente, tenían la superstición de que Grýla bajaba de las montañas para llevarse a la gente perezosa y egoísta. Por eso, una excelente manera de protegerse de ella era llevando ropa nueva.
Esta solamente era obsequiada a quienes trabajaban más duro en la jornada, como recompensa por su buena labor. Así, quienes aun usaban prendas viejas y maltratadas, eran fácilmente distinguidos como holgazanes.
Es por eso que en Islandia hasta la actualidad, es costumbre regalar ropas nuevas cada Navidad.
Hasta 1746, la leyenda de Grýla sembró un inmenso terror en todos los infantes islandeses, a tal grado que el gobierno creó un edicto para prohibir a las familias que siguieran asustándolos con ese cuento.
Pero aun hoy, hay algunos padres que se valen de él para que sus hijos les hagan caso.
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