Existe una leyenda que en México y alrededor del mundo, ha pasado de boca en boca hace miles de generaciones, y data de los tiempos coloniales, en los que España se asentó en tierras mexicanas para establecer su propio gobierno.
Por aquella época, dio mucho de que hablar el romance entre un acaudalado caballero español y una indígena, la cual se enamoró locamente de él.
El fruto de esa aventura entre ambos fueron tres hermosos niños, que de inmediato se convirtieron en la adoración de la mujer.
Eran rubios como su padre, pero también tenían parte de los rasgos autoctónos de los que ella se sentía tan orgullosa. Su exótica belleza habría llamado bastante la atención en años posteriores, de no ser por la desgracia que les esperaba.
La mayor preocupación de su madre, era la imposibilidad de retener al aristócrata español tanto como le gustaría, pues tras el romántico idilio que habían vivido se había vuelto esquivo e indiferente. La evitaba tanto como era posible e ignoraba a sus propios hijos, temeroso de las habladurías que despertaría en su círculo, si los suyos se enterasen de que había estado involucrado con una muchacha tan humilde y que sus propios niños, eran mestizos.
Había un mundo de diferencia entre ambos. Él, había nacido en cuna de oro y estaba bien educado. Ella, por sus orígenes indígenas, estaría condenada siempre a vivir en el más bajo escalón de la sociedad.
Cuentan que un día la mujer enloqueció al enterarse de una desastrosa noticia. Su amado caballero había contraído nupcias con una guapa señorita de la aristocracia española y se devolvían juntos a sus tierras en Europa. La había olvidado.
Fue tanto el dolor y tan hondo el peso de la traición, que tomando a sus tres hijos se dirigió al lago de Texcoco.
Allí, tras abrazarlos y besarlos como hacía cada noche, los sumergió en el agua, uno por uno, hasta que los pequeños murieron ahogados. Destrozada por su propio llanto, la mujer entró a la laguna para acabar con su propia vida.
Solo que esta no se terminó del todo.
Desde aquella noche, la gente de los alrededores habría de sentirse aterrorizada al escuchar un llanto desgarrador en medio de la noche, que te helaba todos los huesos y parecía ser llevado por el viento.
—¡Ay, mis hijoooooos!
El lamento parecía extenderse por noches enteras y también se escuchaba en más de un lugar a la vez, como comprobarían atónitas las personas de Texcoco al comentar, llenos de miedo, lo que habían escuchado apenas se ponía el sol.
Hubo quienes aseguraron que veían emerger desde las profundidades del lago, a una mujer de cabello azabache y apariencia fantasmal, vestida de blanco y lamentándose por la descendencia perdida.
Muchos afirmaron que se trataba de la misma joven abandonada por el caballero español, quien en castigo por haber asesinado a sus hijos, estaba condenada a vagar buscándolos por toda la eternidad. Aun hoy, si viajas hasta el lago de Texcoco, podrás oír su llanto nocturno.
¡Sé el primero en comentar!