Hace mucho tiempo, vivía un hombre. Este joven tenía una pesadilla recurrente.
En el sueño, el tipo siempre visitaba a un amigo de la escuela, de nombre Jack Stone. La casa del amigo era sombría y silenciosa.
Inesperadamente, el hombre tenía que pasar la noche en la casa de Jack debido a una tormenta eléctrica. Entonces, la madre de su amigo,
la señora Stone, le ofrecía la habitación de la torre para que durmiera. Y por alguna razón, el pobre hombre sentía un miedo irracional hacia esa habitación, aunque en sus sueños, nunca la veía.
En la vida real, el joven tenía un amigo llamado Clinton, al que pronto tuvo ganas de ir a visitar. Nada más llegar a su casa, el sujeto se sorprendió de la notable semejanza entre la construcción de su sueño y la residencia de Clinton. Las únicas diferencias que podía ver estaban en los nombres y las personalidades de Clinton y sus familiares.
Contra todos sus presentimientos, la visita fue muy placentera, al contrario de lo que ocurría en sus sueños. Cuando una tormenta se desató esa misma tarde, la Sra. Clinton le habló a su huésped:
—Jack te llevará a tu habitación —le dijo.
Tan pronto como escuchó esto, el muchacho supo que nada bueno saldría de aquella experiencia. Subieron a la habitación. Dentro, se encontraba la vieja pintura de una mujer.
—Vamos a sacarla de aquí —le sugirió Jack a Clinton.
Entre ambos tomaron la pintura y la sacaron de la habitación. Cuando regresaron, se encontraron con que tenían las manos manchadas de sangre.
—¿Estás herido? —preguntó Clinton.
Ninguno de ellos estaba herido en absoluto. Extrañados, los dos se fueron a la cama.
Durante la noche, la tormenta empeoró. Un fuerte trueno despertó al joven. Al abrir los ojos, descubrió la figura de la señora Stone inclinándose sobre él. El sujeto saltó de su cama asustado.
Casi no veía nada entre tanta oscuridad. Otro trueno iluminó la habitación con una luz brillante. Allí, en la pared, colgaba el retrato de la vieja señora Stone que había sido sacada de la habitación antes. Estaba viejo y mohoso
—Sabía que vendrías —dijo la señora Stone fríamente—. Esta noche me deleitaré contigo, luego nos deleitaremos juntos.
La señora Stone comenzó a caminar hacia él, el hombre estaba temblando. De algún modo, reunió todas sus fuerzas y empujó a la mujer lejos de él. Enseguida corrió a la habitación de Clinton lo más rápido que pudo.
—Ella —dijo su invitado con voz temblorosa—, la mujer del retrato está en mi habitación. El retrato está adentro de la habitación también.
El joven se había puesto tan blanco como una sábana. Clinton solo se rió de su amigo:
—Debe ser un sueño.
Pero Clinton tenía la misma expresión asustada en su rostro, que la que mostraba su horrorizado su amigo. Un olor penetrante había cada rincón llenado la habitación.
En ese momento, Clinton y su amigo huyeron de la casa sin mirar atras.
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