Si llegas a viajar a Ecuador, seguramente puedas dirigirte a la región sureña de este país. Es la zona de la cordillera andina, donde el ícono de un parque nacional cuenta con un reflejo de terror como una historia característica de este poblado, específicamente en la laguna de aguas cristalinas y que por su historia reconocida se denota con el nombre de El Cajas.
En tiempos antiguos, dentro de una finca de una poderosa familia, se encontraba un amplio terreno de cultivo donde muchos campesinos trabajaban a diario. En una tarde bien acalorada, dos ancianos pasaron por delante de esta inmensa casa, mientras que la viejecita con un bastón se sorprendía por la grandeza de la misma y su esposo, llevaba un cántaro vacío en la mano derecha.
Anciano: ¡Amor, mira qué clase de mansión gigantesca! Llamemos a la puerta a ver cómo nos podrían ayudar, pues debemos reponer nuestras fuerzas para llegar nuevamente a la ciudad.
La familia, dentro de la finca escuchó que llamaron a la puerta y al abrir se encontraron una pareja de ancianos, humildes a simple vista. El anciano se quitó el sombrero y se dirigió a quien había abierto la puerta.
¡Buenas tardes señora! Mi amada esposa y yo hemos atravesado la montaña por largas horas, pero ahora estamos sedientos y cansados. Es para saber ¿si existe la posibilidad de que puedan acogernos para llenar nuestro cántaro y descansar un rato?
El señor molesto, anunció a la sirvienta: Saca a estos dos de nuestra finca, no quiero intrusos rondándolas. Ninguno de la familia, sintió compasión por el par de ancianos y solo la sirvienta se quedó apenada mirando sus rostros, cuando les dijo: “Mis señores, vengan junto a mí que yo los acogeré”
A escondida de los patrones, la sirvienta los llevó al granjero y los dejó dormir junto a un lecho lleno de heno caliente, por unas horas. Una vez que los dejó allí, la sirvienta se fue y regresó al rato con una comida y agua fresca para los viejecitos.
La anciana se emocionó, por tan agradable gesto y dijo: ¡eres un ángel, muchas gracias!
No, doña, es lo mínimo que puedo hacer, pero ahora debo irme, regresaré a media noche para saber cómo están.
Después que la luna llena se implantó en el firmamento, la sirvienta volvió al granjero para preguntarles a los ancianos, cómo se encontraban y si estaban relativamente cómodos, a lo que respondieron con una grata sonrisa.
Anciana: eres una mujer muy valiente y generosa, ya no necesitamos nada más.
Anciano: muchas gracias, pero ahora lo que te digo es que huyas antes de que salga el sol, pues ocurrirá una desgracias ante el castigo de esta familia cruel. No puedo explicarte más nada, solo debes confiar en lo que te digo.
La sirvienta le creyó y sale corriendo del granjero, arregló sus cosas y salió lo más rápido que pudo como le dijo el anciano.
La pareja de viejecitos retomó su camino bien temprano, alejándose de esa casa.
Al levantarse, los dueños de la casa se asomaron y vieron en la parte del granjero una enorme masa de agua que nacía de la nada, empezando a inundar la casa. Todos en pánico corrieron hacia la montaña sin mirar atrás.
Al llegar a la punta de la montaña, lograron ver que todos sus campos de cultivo habían desaparecido tras el nacimiento de esas aguas. Se dice que a pesar que consiguieron sobrevivir, nunca más volvieron a ser ricos, sin saber que todo fue por su mal corazón.
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