Descripción: Los dioses de Teotihuacán se reúnen para decidir cual de ellos se convertirá en sol para alumbrar al mundo.
Personajes: Narrador, Dios 1, Dios 2, Dios 3, Tecuciztécatl, Nanahuatzin
ACTO ÚNICO
Se abre el telón mostrando una escenografía preciosa, repleta de grandes pirámides y templos aztecas. Es Teotihuacán, la ciudad de los dioses. Una voz se escucha fuera de escena.
Narrador: Cuenta una vieja leyenda que hace mucho tiempo, los dioses se reunieron en la ciudad sagrada de los aztecas, Teotihuacán, para decidir quien de ellos alumbraría al mundo, pues la humanidad estaba sumida en tinieblas.
Entran en escena tres personas vestidas con túnicas blancas y adornadas con plumas y joyas.
Dios 1: Alguno de nosotros tiene que convertirse en sol para brindarle luz y calor a los seres humanos.
Dios 2: ¿Pero quién? Solo un dios verdaderamente fuerte podría cumplir con tal propósito.
Dios 3: Sí, tal privilegio no puede recaer en las manos de cualquiera.
Tecuciztécatl: ¡Yo cumpliré con esa sagrada labor!
Tecuciztécatl aparece en escena, muy guapo y arrogante, adornado con plumas de pavo real y joyas de oro.
Dios 2: Desde luego, Tecuciztécatl es el dios más fuerte y apuesto del cielo. Seguramente él podría ser un sol perfecto.
Dios 1: Mmm… no me convence… ¿no habrá alguien más que quiera ofrecerse?
Nanahuatzin: Si quieren lo hago yo.
Nanahuatzin entra por el otro lado del escenario. Es un tipo sumamente feo, que camina encorvado y va vestido con una túnica sencilla, sin joyas ni adornos. Tecuciztécatl se echa a reír.
Tecuciztécatl: ¿Tú? ¡Por favor, solo mírate! No eres nadie. Eres el ser más pobre y feo que he visto.
Dios 3: Nanahuatzin no tendrá belleza ni riquezas, pero tiene un corazón noble y más humildad que tú.
Dios 1: Dejemos que sea su valentía la que hable por ellos.
Se dirige hacia una ofrenda de metal en el centro, toma una antorcha y la enciende. (Un proyector provoca la ilusión del fuego en medio del escenario).
Dios 1: Quien quiera convertirse en el sol, tendrá que inmolarse en esa enorme hoguera.
Tecuciztécatl (asustado): ¡Alto! No mencionaron nada sobre fuego, ¡yo no puedo quemarme ahí! Soy demasiado hermoso como para arriesgar mi vida.
Dios 1: ¿Y tú, Nanahuatzin? ¿Qué dices?
Nanahuatzin: Yo soy muy poca cosa, pero amo a los hombres. Y con gusto daré mi vida para alumbrarlos por la eternidad.
Nanahuatzin se lanza hacia la hoguera, de la cual sale convertido en forma de una estrella luminosa que se proyecta sobre la escenografía. Es el sol.
Tecuciztécatl (celoso): ¿Cómo es posible que esa criatura tan fea se haya convertido en el sol? ¡Pues ahora yo también quiero entrar a la hoguera! ¡Y seré un mejor sol que él!
Dios 2: ¡Tecuciztécatl, espera!
Tecuciztécatl se arroja al fuego y sale convertido en otra estrella, más pálida y pequeña que la primera. Es la luna, quien se proyecta en el lado opuesto al sol. Ahora la escenografía está dividida entre la noche y el día.
Narrador: A partir de entonces, hubo sol y luna para los hombres. El primero como resultado del amor incondicional y el sacrificio, y la segunda, fruto de la vanidad y de la vergüenza. Es por eso que la luna solo sale de noche.
FIN
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