Yanaina llevaba varias noches teniendo la misma espantosa pesadilla. Se veía a sí misma durmiendo en la cama, su cuarto completamente a oscuras y la puerta cerrada. De pronto, una sombra aparecía en la ventana y forcejeaba con el cristal.
Un miedo terrible se apoderaba de la muchacha mientras el vidrio de la ventana se movía violentamente, mientras aquello quería entrar.
Y por más que trataba de despertarse a sí misma, Yanaina no podía moverse, ni gritar. Quería pedir ayuda, quería salir corriendo de su habitación. Pero la ventana se abría bruscamente y una figura larga y esquelética entraba a cuatro patas, moviéndose peligrosamente hacia donde se encontraba ella.
No era capaz de distinguir su rostro, solo una silueta que se encaramaba sobre el colchón y se le sentaba en el pecho, oprimiéndola de tal manera que le cortaba la respiración.
Aterrorizada, Yanaina intentaba moverse, quitarse aquello de encima, pero el aire le faltaba…
De golpe se despertó en su cama, respirando entrecortadamente y con lágrimas en los ojos. Miró a su alrededor con desesperación y se alivió de estar sola. Tendría que hacer algo al respecto con aquellas pesadillas, porque solo eran eso. Pesadillas.
Temblorosa, se levantó de la cama y bajó hasta la cocina para servirse un vaso de agua, encendiendo todas las luces en el camino.
Aquella casa del centro de Río de Janeiro era muy vieja y hacía ruidos a todas horas de la noche.
—Que horrible pesadilla —se dijo, antes de volver a la cama. Después de lo ocurrido le costaría conciliar el sueño, sus sentidos estaban más alerta que nunca.
Un rato después, justo cuando empezaba a quedarse dormida, Yanaina escuchó un ruido a sus espaldas que la dejó helada. Algo estaba tocando el cristal de la ventana. Inmóvil, se quedó con la cabeza metida debajo de las sábanas y su corazón dio un vuelco cuando pudo distinguir el sonido del vidrio abriéndose.
Algo se arrastró hacia ella, pisando el colchón e inclinándose sobre su cuerpo. Emitió una risita aguda y malévola que la inundó de terror.
Lentamente, Yanaina se atrevió a mirar por encima de las cobijas y a pocos centímetros de su cara, vio el rostro de una vieja horrible, con la piel surcada de arrugas y el pelo sucio y largo. Estaba desnuda y esquelética pero aun así parecía tener la fuerza de diez hombre como para impedir que se levantara de la cama. Sus huesudas manos ahora le rodeaban el cuello mientras que sus rodillas, como bisagras de acero, oprimían su torso.
Yanaina gritó llena de espanto y luego, se hizo el silencio.
Este relato está basado en una leyenda de terror de Brasil, la pisadeira. Cuentan los brasileños que esta es un demonio femenino, con la forma de una anciana de largo cabello enmarañado, cuerpo esquelético y uñas largas, que entra por las noches para sentarse encima de las personas y provocarles pesadillas. Le encanta hacerlo para alimentarse del miedo de la gente y si uno no tiene cuidado, puede llegar a morir debajo de ella.
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