-Bien, comencemos una vez más…
-…El cielo se caía furiosamente a pedazos, y no importa cuántas veces lo cuente, aun recorre sobre mi carne esa desagradable sensación que encrespa mi músculos. Lo que a continuación relataré por undécima vez, es lo que recuerdo perfectamente antes de ser rescatado en estado de shock por los hombres del alguacil.
La noche del veintidós de Octubre, siendo aproximadamente las veintidós horas, íbamos en el coche sedan modelo 90 de mi propiedad: Tony y mi cuñado Freddy mis acompañantes. Nos dirigíamos a casa de la señora Cruz, creo que Tony tenía algo que ver con ella, no me quedaba claro del todo a que íbamos, pero con la promesa de manejar el corvette 75 de Tony el próximo fin de semana, me bastó.
El temor de sufrir el ridículo debido a la descuidada maquinaria de mi coche me hizo dudar un poco en salir esa terrible noche, los fulgurantes destellos detrás de las nubes anunciaban una siniestra tormenta que nadie había pronosticado. Este posible fenómeno me hizo temer que en las circunstancias meteorológicas en las que íbamos a estar, muy probablemente quedaríamos varados, y así fue; tan pronto como las primeras gotas gruesas de lluvia impactaron sobre el pavimento, las calles se inundaron; provocando que el motor de mi coche se ahogara. El agua dañó la máquina del auto y la pronta inundación a razón de los drenajes bloqueados de basura hizo parar abruptamente mi máquina dejándonos en total indefensión ante las circunstancias.
Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el parabrisas y nos quedamos viendo uno al otro, fue un silencio acusador en dirección a Tony, quien desviaba la mirada tratando de ver entre la cortina de agua que se escurría por los cristales. Aunque pudiera ver, la negrura de la noche era más azabache que otras. Limpió con una manga sobre el cristal empañado y con voz molestamente optimista soltó –“Creo esa es la casa”. Abrió la puerta del coche y se dirigió a ella bajo la violenta lluvia, escuchamos como sus pies se hundieron sobre el agua abnegada, subió por un patio inclinado el cual no era protegido por cerca alguna. Ya en el patio, había una pequeña vereda que daba a la entrada principal de una casa de madera de dos pisos.
Centenares de malos pensamientos se agolparon en mi cabeza al ver la difuminada forma de la construcción de madera, pero no podía dejar ir solo a Tony, puse freno de mano y al mismo tiempo que le pedía a Freddy seguirme abrí la puerta del coche para bajar. El agua era helada, y golpeaba como cubetada, nuestro andar era torpe pues el agua sucia de la inundación aprisionaba nuestros pasos. Llegar a la acera de la casa de madera fue toda una proeza, más de una vez trompiqué, casi tumbé a mi cuñado que con brazo firme sostuvo mi andar.
Avanzar cuesta arriba por la enfangada vereda fue aún más difícil, subí casi en cuatro patas como los animales salvajes; mis esfuerzos torpes se vieron recompensados pues rápidamente llegué a donde ya estaba Freddy con Tony. Mi cuñado intentó abrir la puerta pero ésta estaba trancada, mientras giraba el pomo le recriminaba a Tony lo loco que era por querer entrar a una casa sin siquiera tener la certeza de que la conocida propietaria vivera allí. De igual forma necesitábamos un teléfono para hacer una llamada pues el carro estaba muerto y necesitaba reportarlo con la agencia, Freddy quería llamar a mi hermana para no preocuparla, y Tony, bueno él no tenía necesidad, era un pobre diablo sin nadie que lo encausara.
Tony recordó que había una bodega en el patio trasero y que ahí había una copia de la llave. Sin la delicadeza de advertirnos su siguiente movimiento entró raudo bajo el manto torrencial de la lluvia y corrió hasta perderse al final del muro de la casa, dio vuelta y escuchamos como sus encharcados pasos se alejaban. Freddy puso el lomo de su chaqueta sobre su cabeza y se fue detrás de Tony, no había más remedio.
Una vez que llegué al patio trasero de la casa advertí a un Freddy desconcertado, estaba parado enfrente de un cuarto de madera hinchada por la humedad, una puerta con gruesos nudos que asemejaban ojos saltones detenían mi andar, -Creo que Tony está adentro. Cuando llegué solo vi como la puerta se azotaba.
La lluvia arreció un poco más como invitándonos a resguardarnos de ella, entramos en la bodega de madera y la obscuridad nos tragó de un solo bocado. Afuera solo se escuchaba el sonido hueco del diluvio, no había más que negrura a nuestro alrededor, solo una luz emanaba del piso contrastaba con las tinieblas. Una puerta de metal al sótano estaba abierta y de ella una débil luz nos indicaba el camino que dejó Tony. Caminamos a tientas hacia ella, al asomarnos con temor pudimos ver un taller semi-iluminado. Nombramos a Tony en repetidas ocasiones pero nadie contestó, no nos decidíamos a bajar, solo el temor al ser descubiertos nos precipitó sobre el agujero. Alguien intentaba abrir la puerta de la bodega, la sombra alargada de unos pies bajo la puerta nos alertaron de haber sido descubiertos.
Bajamos por una escalera desplegable, y cerramos la puerta al sótano. A partir de aquí sentí que lo que sucedía rebasaba toda lógica, el miedo comenzaba a invadir mis sentidos y una sensación de nausea subía por mi garganta. Las esquinas de la habitación estaban en completa obscuridad, no queríamos movernos de nuestro pequeño perímetro de luz, un foco de bajo voltaje tintineaba. No había más ruido de lluvia, de pasos, de nada. Solo la respiración profunda que en un principio pensé pertenecía a Freddy, con espanto observé como su labio angustiosamente temblaba, había alguien más con nosotros y no era Tony.
La débil luminosidad emitida por el bombillo empezaba a ceder. En cualquier momento reventaría el filamento y la obscuridad nos devoraría una vez más.
La luz empezó a irse y volver en un vaivén de locura que solo jugaba con nuestros destrozados nervios, la respiración ajena cedió y dio paso a la taladrante nota que hasta el día de hoy me acompaña como recordatorio de lo miserable que puede ser la música.
Una tonalidad tan deprimente hermosa como aterradora empezó a circular en el ambiente. Notas mecanizadas de una caja musical hacían rechinar mis dientes, la presión de mi mandíbula parecía reventar mis dientes. La melodía era insoportablemente bella y espantosa al mismo tiempo, asemejaba marchas fúnebres con un toque de oscuridad malsana entre líneas. Sentí una extraña necesidad de arrancarme los oídos pues no soportaba más. No podría explicar lo que esa melodía me hacía sentir, pero así como existen hermosas composiciones que hacen llorar o sonreír al oído educado, confieso que esta desgraciada polifonía me causaba el más profundo de los horrores, provocaba en mi la angustia más grande, deseaba arrancarme la vida o la de alguien más.
Clave mis unas sobre mis oídos y pelé mis dientes en una mueca de extrema desesperación. La respiración ajena acompañaba a esta horrida melodía, desde las oscuras esquinas del taller. Una figura enorme me observaba mientras hacía sonar una caja musical de madera con una bailarina imantada bailando una danza de muerte.
Ésta diabólica figura que se agazapaba entre las sombras, usaba un desteñido mandil café y sobre su execrable rostro una maraña de cabello que afortunadamente me impedía ver con claridad la identidad del demonio, era sumamente enorme y difícil de observar pues su detestable presencia podría infartarme de solo verla. Se acercaba a mi haciendo sonar la caja maldita, daba pasos pesados y firmes, voltee en todas direcciones, y sobre las mesas del taller pude ver herramientas de trabajo que pensé utilizarlas sobre mí para darle fin a mi horroroso pasaje.
Voces en mi cabeza sugerían tomar el desarmador que se encontraba cerca de mi ubicación, sufrí el trance de un esquizofrénico por unos segundos, pues un enjambre de voces me atacaban y gritaban al unísono, “MATATE” “MATA” “MATATE” “MUERE”, sin descansar, mientras el ritmo de la melodía parecía ir al compás de las voces. En un arrebato de desesperación corrí hacía la mesa de trabajo, tomé el desarmador y se lo enterré tres veces en el cuello a aquella endemoniada figura. Pero la música y las voces no cesaron, seguían danzando en mi mente y como acto natural de un suicida sumí la herramienta en mi abdomen, no sentí dolor, lo juro, fue alivio, mi cabeza encontró paz por ínfimos segundos, esa fue una justa recompensa a mi decidido acto. Caí a lado de la creatura mientras mi vista se nublaba.
Abrí los ojos y me encontraba en el mismo taller, había claridad en el interior, la luz natural entraba por un tragaluz. No reaccionaba aun a lo que había pasado, una mano atenazó mi antebrazo y grité desgañitadamente, el dolor que me ocasioné con el desarmador fue inyectado automáticamente a todo mi sistema nervioso y entré en un estado de shock, recuerdo haber estado rodeado por los hombres del alguacil, a mi lado yacía un cadáver. Era el de Freddy, tenía el cuello destrozado.
Creo que seguí gritando con todas mis fuerzas, pues desgraciadamente recordé la melodía que casi me desquicia. Y bueno, de Tony, no supe más, solo sé que fui sedado inmediatamente y entre en un estado de completa paz bajo los influjos de la fuerte droga. Fui sacado en camilla y pude observar con detenimiento el taller y algunas piezas de caja musical, pasé por la bodega la cual estaba llena solo de viejos libros de medicina y también pude apreciar algunos otros que prefiero omitir, pues sé que son de naturaleza maldita y la casa de madera lucía tan fúnebre de día como de noche, mi parpados cayeron y lo último que vi fue esa fachada. Es todo lo que recuerdo Doctor…
-Barbosa, Doctor Barbosa. Bien, creo que podemos deducir una fuerte alucinación por un episodio traumático que detalla una melodía…como usted sabe no pudo ser juzgado por su condición mental ¿Estás consiente de eso?
-Sí, pero como le repito, lo que acaba de grabar lo recuerdo como algo real.
-Correcto, bien, le pediré a los guardias le sometan un poco y cierren la puerta… adelante muchachos. No se sienta incómodo, es por seguridad de todos. ¿Sabe? es curioso, uno de mis más grandes placeres es la música y no tengo ningún empacho en decirle que en mis tiempos libres me dedico a confeccionar este arte. De hecho antes de ser Psiquiatra quise ser músico, pero las escuelas de arte eran dirigidas por miembros de la iglesia cristiana; y el conocimiento de que mi familia, practicaba ciertas ideologías contrarias a la cristiandad, influyó en estos rechazos… eso y que no fui muy bueno. Lo admito.
Déjeme acotar algo más. Mi padre fue un hábil carpintero y me mostró como realizar pequeñas artes con la madera, al final de cuentas no decidí dedicarme a eso, pero lo encontré bastante terapéutico. Y así fue como supe conjuntar mis dos pasatiempos.
Permítame ponerme de pie. Mire, en este armario guardo mis batas del sanatorio y también prendas de trabajo, tal vez esta le parezca familiar. Es un viejo mandil que utilizo para trabajar en mi taller los fines de semana. Si tan solo usted pudiera ver su rostro, es tan cómico como perturbador a la vez.
Fue difícil convencer a la policía en mandarle conmigo pues temían que esta investigación se volvería parcial, pero bueno, solo hay un sanatorio mental en la ciudad y yo estoy al frente del mismo. No tenían muchas opciones y creo querían deshacerse del caso, les incomodaba.
¿Sabe? fue mala idea la de entrar a mi hogar, pero fue peor idea aún la de su extraviado amigo ¿Seducir a una mujer casada? Creo que todos merecían una lección. En fin, todas las piezas están cayendo en su lugar.
Bien, ahora, como parte de este proceso de sanación mental, haré sonar esta caja musical con la cual ya está familiarizado, pues como usted debería saber, debe aprender a digerir lo sucedido y a asumir las consecuencias de sus actos, le recuerdo que se le imputa el asesinato de Freddy Bareiro González y la desaparición de Antonio SanPedro Ruíz.
Mientras hago girar la manivela para cargar la melodía, trate de recordar que sucedió con Antonio.
Ahora apagaré la grabadora.
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