Personajes:
– Miyu: Miyu es ya casi que una mujercita. Tiene 13 años y es la nieta de Corina.
– Corina: Corina es muy dulce. Tiene 64 años de edad y es la abuela de Miyu.
ACTO I
Personajes en escena: Corina y Miyu
Las manos suaves de Corina, sujetaban con mucha delicadeza, como si su nieta Miyu fuera de porcelana aproximadamente un palmo tan sólo de su cabellera morena.
Miyu y Corina se encontraban en el aposento. Miyu estaba sentada en un taburete rojo, delante de un espejo. Sólo con mirarse se sentían seguras, como si se encontrasen adentradas en un templo donde nadie podría llegar a alcanzarlas.
– Miyu: Abuela… . Antes, cuánto estaba fuera he visto a una niña que parecía estar perdida, pero, creí que tenía padres o al menos me pareció verlos hace como unas dos noches jugando con ella.
– Corina: ¿Estás segura cariño?
– Miyu: Sí. Muy segura, o al menos eso creo. Mira, su madre esta tan rubia como la niña y su padre parecía un anciano. Pero padre, abuelo, es casi que lo mismo después de todo.
Corina seguía manipulando la cabellera de Miyu. La atendía de forma muy atenta, en su interior, muy al fondo de él, algo le decía que iban las cosas del todo bien. Desde hace un tiempo lo presentía, desde ese instante que metieron a su nieta Miyu junto a ella en aquel horrible lugar, sólo porque ella rechazó la idea de dejarla sola. Corina hubiese preferido que saliese corriendo de allí, pero a la vez sabía que la conexión que existían entre ellas dos era muy difícil de romper y comprendió, que ella hubiese hecho lo mismo que su nieta.
Sabía que algo oscuro podría estar entrando en sus vidas, pero evitaba pensarlo para que nada de lo que pudiese creer se hiciese realidad. Actuaba de modo contrario a lo que hace una gran mayoría de personas con los sueños que tienen. Dicen que si los cuentas, entonces no se cumplen pero, un sueño que quieres que se realice es algo bueno. Todo lo contrario pasa con sus pensamientos, los presentimientos de Corina. Tenía la esperanza de que al no contarlos, como era algo malo entonces dejase de existir la posibilidad mínima de que algo horrible suceda.
– Corina: Para aquellos que no recuerdan la historia, están condenados a repetirla… .
– Miyu: ¿Qué quieres decir? ¿Cómo va a estar condenada una niña? Todavía no ha tenido ni siquiera la oportunidad de tener el tiempo en sus manos. Algo as su favor para conocer las historias que fueron, la historia que entonces llegó a ser. Ni siquiera tendrá el tiempo para poder vivir su propia historia.
Corina dejó de cepillar a Miyu al instante. Algo sabía su nieta y eso sí que le ponía algo nerviosa. Quizá ella no ha sabido ocultar sus presentimientos, puede que la conexión ella fuese tan grande que sabía ver a través de ella todo lo que no quería creer. Miyu, comenzó a mirar el suelo. La confusión comenzó a cobrar forma en su rostro, se sostenía junto con una incertidumbre que a las dos les pesaba. El de algún posible quizá que cada vez era más densa.
– Miyu: Abuela…
– Corina: Dime, cariño…
– Miyu: Anoche me pareció escuchar que los soldados se encaminan hacia aquí.
Entonces ya sí que Corina se quedó paralizada en cuanto escuchó las palabras de Miyu. Después, reaccionó nerviosa retomando el trabajo de peinar el pelo de Miyu nuevamente.
– Corina: Sólo deben de ser rumores Miyu, no hagas ni caso. No te preocupes de nada que no va a suceder.
– Miyu: Pero abuela, tú misma has dicho que las personas que no llegan a recordar su historia están condenados a repetirla.
– Corina: Miyu, cariño… . Nosotras la recordamos, ¿cierto mi vida?
Entonces, Corina se dio cuenta de lo que transmitía con sus palabras. Ella sí recuerda la historia, cree en ella, pero la oculta como los mismos sueños. ¿Y si por recordar sus presentimientos y no decirlos se realizan al igual que los sueños? Quizá no habrá efecto rebote por olvidarlo. Hay muy pocas posibilidades de que pueda suceder lo que en verdad a una le gustaría.
Corina deja el cepillo en la mesa y acaricia la mejilla porcelaica de su nieta.
– Corina: Vamos a buscar a esa niña, Miyu.
Miyu alzó la cabeza sin entender el cambio que parecía haber sucedido en su abuela. Se levantó sin hacer demasiadas preguntas, se miraron de frente una a la otra.
Miyu: Pase lo que pase…
Corina acarició el hombro de Miyu para aportarle la seguridad que parecía querer ser correspondida en esos momentos.
Corina: Pase lo que pase, cariño.
Y entonces, las dos se fundieron en un abrazo vaticinando que también estaban posiblemente fusionando sus dos verdades internas.
ACTO II
Personajes: Miyu, Corina y Samantha
Hacía muchísima calor fuera. Corina y Miyu caminaban por el campo de concentración buscando a la niña que Miyu vio. Habían tantas personas reunidas en el suelo, formando pequeños grupos en familia que les era realmente difícil encontrar a la pequeña.
– Samantha: Shhh… oigan…
Una joven de pelos también castaños pelo de piel más morena que Miyu estiró la falda de Corina, dando pequeños toquecitos para sólo llamar la atención de ambas.
– Samantha: Podrían ayudarme, por favor…
Samantha mostró su pierna derecha. Esta estaba como encangrenada, como si le hubiesen propinado unos golpes sin tacto y conciencia alguna. Corina se arrodilló como pudo.
– Corina: ¿Quién le ha podido hacer algo así?
Miyu miraba la escena pálida y tras ello miró entonces a su alrededor. Al parecer no era sólo esa joven la que se encontraba en una terrible situación. Pudo ver, como algunos niños estaban muertos en los brazos de sus madres.
– Miyu: Abuela… las personas están comenzando a morir.
Corina y Miyu ayudaron a Samantha a levantarse. Corina no era capaz de admitir lo que sus ojos estaban viendo.
– Corina: Vayamos a limpiar sus ropajes Miyu.
– Samantha: Gracias… benditas seáis queridas.
Miyu le dedicó una mueca de preocupación y tristeza a su abuela. Sabía que estaba empezando todo a tomar una forma que no parecía ser buena.
ACTO III
Personajes en escena: Miyu, Corina y Samantha
Las tres, Corina, Miyu y Samantha se encontraban en lo que era como su refugio desde que llegaron. No se le podía llamar hogar porque todo estaba ruinoso, se caía a pedazos según el tiempo iba actuando en su contra. Pero al menos tenían un tocador muy antiguo con un taburete de color rojo. También tenían una cama de matrimonio, en ella dormían Corina y Miyu juntas. Un lavadero en la misma habitación con agua. Con él sacaban agua para poder lavarse como podían y después en uno de los rincones del lugar también había una puerta. Dentro había un baño y en él se encontraba un inodoro en malas condiciones pero que trataban de asear al máximo con agua y jabón de Marsella siempre. También había un botiquín colgado en la pared, tenía la forma de un espejo y justo abajo un lavabo para lavarse las manos. También era un poco sucio.
En esos momentos Miyu y Corina, juntas, desnudaron a Samantha para limpiar sus ropajes de color carmín. Se percataron de que no sólo tenía ese problema de la pierna sino, que además en sus costillas habían cardenales horribles.
– Miyu: ¿Pero qué te ha sucedido?
– Samantha: Me llamo Samantha querida… . Lo que me ha pasado es que, hace dos días estuve intentando limpiar las ventanas de lo que mandan aquí, de esos que tienen trajes con sus corbatas y prometieron refugiarnos hasta darnos un hogar con buenos tratos. Uno de esos hombres me pidió que hiciese ese trabajo, la ventana estaba alta por lo que me dio una silla de madera en la que subir. Eso hice, pero entonces, me fijé que estaba quemando la silla con un mechero.
>> ¿Pero qué hace? Le pregunté bajando al instante de ella. No me dio tiempo ni siquiera a recomponerme del susto cuándo entonces ese hombre de corbata sacó una pistola y apuntándome con ella me dijo, »Suba ahora mismo en la silla y haga lo que le he dicho». No tuve más remedio que hacerle caso. Le pregunté por qué estaba haciendo eso, pero la única respuesta que me dio era el de la llama que quemaba una de las patas de las sillas. Prendió hasta que se agrietaba y entonces él me golpeó haciéndome caer al suelo. Y no sólo eso, me mordía, me volvía a pegar y así hasta que perdí completamente el sentido.
Corina estaba lavando los ropajes de Samantha en el lavadero mientras Miyu se sentía cada vez más petrificada por lo que le había sucedido.
– Samantha: Vendrán todos hoy, me lo dijo él.
– Miyu: ¿Vendrán quienes?
– Samantha: Todos los soldados, para fusilarnos.
Entonces en esos momentos, Corina dejó de lavar los ropajes de Samantha. Escuchó a las personas gritar de terror, los tiros salían de sus pistolas. Corina le dio la parte interior que aun estaba seca a Samantha para que se volviese a vestir y entonces, Miyu y Corina se miraron profundamente. Sintieron su cariño latir en aquel lugar horrible. Se asintieron la una a la otra.
Miyu cogió la mano de su abuela Corina y corrieron hasta el baño. En él se encerraron. Miyu abrió el botiquín y cogió una cuchilla.
Miyu: Abuela… ¿estás segura?
Corina: No dejaremos que nos hagan daño cariño.
Entonces Corina le cogió la cuchilla a su nieta. Miyu corrió hasta la puerta y puso el pestillo.
– Miyu: No tendremos tiempo…
– Corina: Lo tendremos mi amor.
Entonces en esos momentos, Corina se cortó la piel, se cortó las venas y… Miyu siguió su camino. No les dolió el corte, tras ello unieron sus brazos mezclando su sangre, abrazándose.
Los soldados llegaron un cuarto de hora después hora después. Pero ellas ya consiguieron lo que querían, estar juntas por siempre y no dejar que nadie les hiciese daño.
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