Cuentan que hace mucho tiempo, la humanidad no conocía de enfermedades, crímenes o pobreza, aunque tampoco sabía lo que eran los sentimientos sinceros. Las personas pues, llevaban una vida sencilla y sin sobresaltos.
Cuando el titán Prometeo osó robar el fuego para regalarlo a los hombres, Zeus montó en cólera y quiso en venganza, hacer una mujer capaz de manipular y enredar a cualquier hombre en sus redes de seducción.
Los dioses se dieron a la tarea de complacerlo. Hefesto, el señor de los fuegos, la moldeó con arcilla dándole una bella figura y un rostro muy atractivo. Atenea, diosa de las artes y la sabiduría, le concedió gracia y la vistió con las ropas más elegantes. Y Hermes, el ágil mensajero del Olimpo, le enseñó como engatusar y seducir, para que ningún ser humano pudiera negarse a sus requerimientos.
A últimas instancias le sopló Zeus en el rostro, insuflándole vida y ordénandole bajar para vivir entre los hombres. También le obsequió una misteriosa caja con una sola advertencia:
—Jamás has de abrirla bajo ninguna circunstancia, pues tu curiosidad podría ser tu perdición.
La llamaron Pandora y la llevaron a casa de Prometeo, donde vivía el titán acompañado por su hermano, Epimeteo, quien nada más ver a la joven se enamoró pérdidamente de ella. A pesar de que Prometeo le advirtió que aquello podía ser una trampa de Zeus, Epimeteo hizo caso omiso y tomó por esposa a la joven.
La caja de Pandora quedó olvidada por algún tiempo en una de las habitaciones de la casa, hasta que un buen día, la muchacha se acordó de ella y acudió a verla.
Se preguntó que sería lo que habría dentro, pero recordando las palabras de Zeus, se abstenía de dejarse vencer por su curiosidad.
Finalmente, las dudas la volvieron loca. Tenía que saber que era lo que se escondía en el interior. Solo será un vistazo, se dijo, tan solo la abriré un poquito para asomarme y mirar.
Pero apenas hubo Pandora desprendido la tapa unos milímetros, escaparon de ella sombras monstruosas, que sin darle tiempo a reaccionar, fueron y se desperdigaron por el mundo. Eran todos los males de la humanidad. La locura, los vicios, el hambre, la enfermedad, la envidia… todas estas plagas se asentaron entre los hombres trayéndoles grandes desdichas y haciéndoles morir por decenas.
Cuando Pandora vio lo que había hecho, se sintió muy afligida y quiso cerrar la caja pero era demasiado tarde. Estaba completamente vacía. O bueno, casi completamente. Pues la joven notó, en un rincón, a un pequeño y hermoso pájaro azul.
Era la esperanza, la única virtud que había sido encerrada al lado de todas aquellas desgracias.
Pandora la tomó en sus manos y corrió a decírselo al resto de las personas. Eran infelices a causa de tantos males, pero en medio de la miseria y la oscuridad, siempre podrían recurrir a la esperanza e imaginar un mundo mejor, ya que ahora la tenía a buen recaudo.
Y nunca la dejaría escapar.
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