No suelo planear este tipo de cosas porque mi madre siempre acostumbra hacerlo por mí aun en mi propia casa, se encarga de invitar a nuestra familia, no es muy grande pero por lo menos somos unidos, la verdad no sé qué estaba pensando a la hora de venir yo sola a comprar todas estas cosas, no creo poder comprar todo a tiempo para la cena navideña.
Me encontraba viendo los anaqueles buscando las galletas con motivos navideños, no tengo tiempo para hacerlas, ¡Perdón!, trato de ser lo más navideña posible pero pienso que esto no es lo mío, además cargar tantas cosas sabía que terminaría siendo un problema, además porque tropecé con un chico.
—Ups, lo siento niño, te encuentras bien—
—No se preocupe señora, yo no me fije al pasar, veo que tendrá una gran fiesta—
—Bueno un poco, es la cena navideña, la verdad no me gustan organizar estas cosas, no suelo ser buena organizando—
—Bueno puede que sea tu día de suerte, sé que cosas puedes comprar para una cena navideña, la verdad me hartan un poco, pero puedo ayudarla si quiere—
—Bueno sería grandioso pero no sé si aceptar la ayuda de un niño de 9 años, pero sabes que me encuentro algo desesperada así que no me importa tener ayuda, quedas contratado, ¿esto me costara algo? —
—En realidad tengo 10 años, pero ya acordaremos como me podría pagar—
No creo que muchos acepten la idea de tener a un niño como asesor pero no cabe duda de que este niño es todo un experto, me dijo que lo fundamental en una cena es el pavo, este debe tener un buen tamaño pero sin exagerar para que pueda cocerse a la perfección, obviamente no sabía que el pavo se podía rellenar, y este niño pienso que es hijo de un chef ya que sabe muy bien que ingredientes escoger.
Estoy gastando mucho y aún falta comprarle el regalo de navidad los gemelos, son dos adorables revoltosos, con cuatro años me hacen la vida de cuadritos pero son mi alegría, los amo más que a nada en el mundo, pero necesito darles algo que dure por lo menos la noche de navidad.
Decidimos ir a la juguetería dejando las bolsas en el auto, la verdad estaba feliz, este chico, por cierto se llama Sebastián, parecía mucho más entretenido que yo, luego de comprar todo para la cena me faltaban unas cosas y se animó a seguir conmigo.
Pude notar que al entrar sus ojos se llenaron de alegría al ver todos esos juguetes, pero se detuvo al ver una bicicleta, la verdad un niño de su edad ya debería tener una, pero no todos los padres cuentan con lo suficiente para darles a sus hijos, la verdad no quise preguntar y hacerlo sentir incómodo.
—Bueno has sido de gran ayuda Santiago, toma esta es tu paga, le di 50 dólares, algo me decía que los necesitaba—
—Señora Linda, esto es mucho—
—Para nada tonto, has sido de gran ayuda, yo sola nunca habría sido capaz de llevar todas estas bolsas—
Le di un beso y me despedí, sentí una sensación de vacío enorme, pero tenía que regresar a casa para terminar la cena o mejor dicho hacerla.
Ya todo listo o casi listo, inspeccione un poco para ver lo que me faltaba, y si efectivamente no tenía vino, no tomo mucho y un niño no se acordaría de comprar una bebida alcohólica, por eso fui rápido al centro para llegar a tiempo y arreglarme, mientras conducía una silueta me pareció conocida, estacione el auto a una distancia considerable efectivamente era el, Santiago.
En un callejón, calentándose con el fuego de un cesto de basura, comiendo un burrito, que quizás compro con parte del dinero que le di, mi corazón se puso chiquito, esa imagen me partió en mis pedazos, no pude creer que Santiago un niño tan dulce fuera un huérfano de la calle.
Volví a mi auto, antes de dirigirme a Santiago tenía que ir por una cosa en especial, tan solo me tomo unos 15 minutos terminar para regresar al callejón donde ya no estaba, camine un poco dentro del mismo cuando un hombre me tomo por sorpresa tapando mi boca.
—Déjala ir idiota, ella es mi amiga—
Una roca golpeo la cabeza del hombre que me tenía atrapada, basta para soltarme y poder golpear la entrepierna del hombre, toma a Santiago de la mano y salimos corriendo del lugar.
—Guao, sí que pega duro señora Linda—
—Desde hace cuánto vives en las calles—
—Bueno veo que ya se dio cuenta, tengo año y medio, me escape del orfanato, mis tía me interno ahí luego de que mis padres murieran en un accidente, ella no tenía como mantenerme—
—Como lo siento, los orfanatos no terminan siendo un bueno hogar para muchos niños, sabes qué, porque no vienes conmigo y mi familia a participar en nuestra cena, sin ti no hubiera podido hacer todo a tiempo—
—En serio señora, yo un chico de la calle, está segura que no se molestaran, además no tengo ropa bonita, y estoy sucio—
Santiago comenzó a llorar, y bajando su cabeza intento tragarse sus lágrimas, era un chico muy orgulloso
—Para nada, a mi esposo le encantara tener a alguien más para hablar que mis hermanos, y mi mama disfrutara alimentándote, es algo que ella ama mucho, a los niños, además tengo ropa que te puede servir—
Cambio sus lágrimas por una sonrisa, sentí que mi corazón se unía pedazo a pedazo, la cena fue un éxito, Santiago lucia muy bien la ropa de mi hermano, es un niño con mucha carisma y todos estaban encantados con él, los gemelos lo adoraron, generalmente no son muy confiados con los extraños pero con Santiago esto fue diferente.
Luego de tanto comer y jugar los tres quedaron rendidos, tome a los gemelos y mi marido cargo a Sebastián y lo llevo a la cama, los gemelos se acurrucaron con él, era una escena muy hermosa, pero más hermosa seria la noticia que le daría a Sebastián, o mejor dicho a mi hijo mayor, mi esposo y yo lo adoptaremos.
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