Había una vez una pareja de aldeanos que habían pasado todo su matrimonio añorando tener un hijo, tras una larga espera la mujer queda embarazada dándole la mayor alegría a ambos, pero con su embarazo aparecieron los antojos.
Al fondo de su casa se encontraba un gran muro que resguardaba un hermoso jardín, se decía que pertenecía a una malvada bruja, en este había un huerto de verdezuelas, las cuales se le antojaron a la mujer fuertemente.
Pasaba día y noche pensando en ellas, al punto de enfermar, su piel había palidecido de manera súbita y sus energías habían menguado.
– ¿Por qué te ves así amor mío, que te sucede? – Pregunto el marido
– Son esas verdezuelas, necesito comerlas o si no moriré – Dijo la mujer decaída.
Tan pronto como escucho esto el hombre se dispuso en la noche a saltar el gran muro en búsqueda de las verdezuelas para su esposa, trayendo un gran número de ellas, su mujer las preparo de muchas formas pero su apetito había triplicado, quería más verdezuelas y su esposo tendría que ir a buscarlas.
El hombre tuvo que ir nuevamente al jardín a buscar más verdezuelas pero cuando se disponía a irse algo lo sorprendió.
– ¡Ladrón! – Grito la vieja bruja – Te estas robando mis verdezuelas, lo pagaras muy caro.
– ¡Lo lamento mucho mi señora! – Se disculpó el hombre haciéndole una reverencia – Es mi esposa que se encuentra embarazada, le ha entrado antojo de sus deliciosas verdezuelas tanto que ha enfermado por no poder comerlas.
– Si es así te dejare tomar todas las que quieras, pero con una condición, cuando nazca tu bebé me lo darán para criarlo como si fuera mi propio hijo.
El hombre no presto atención a la última parte, solo le interesaba llevarles las verdezuelas a su mujer para saiar sus antojos, cuando el bebé nació resultó ser una niña, la bruja se la llevo para criarla como su hija.
Verdezuela fue el nombre que la malvada bruja le puso, la chica creció para convertirse en una joven hermosa, al cumplir los doce años la bruja la traslado al centro del bosque para vivir en un torre la cual no tenía puerta ni escaleras, solo una pequeña ventanilla por donde la bruja pasaba cuando le pedía a verdezuela que dejara caer su larga cabellera del color del oro.
Una tarde el hijo del rey se encontraba paseando por el bosque cuando escucho una hermosa melodía, durante un buen rato estuvo buscando la fuente de esa hermosa voz hasta que encontró la torre, algo sorprendido decidió buscar una entrada para poder conocer a la portadora de tan melodiosa voz.
No logro encontrar nada en absoluto, pero vio a la bruja llegar, rápidamente se ocultó en los arbustos.
– ¡Verdezuela, Verdezuela!, ¡Deja car tu cabellera! –
La chica soltó su larga cabellera y la bruja pudo entrar a la torre.
El príncipe intrigado decidió subir por todos los medios así que se retiró para regresar al día siguiente al caer la tarde esta vez caminando y muy atento de no encontrarse a la vieja bruja.
– ¡Verdezuela, Verdezuela! ¡Deja caer tu cabellera! –
La chica dejo caer su larga cabellera y el príncipe subió, sorprendiendo a la joven doncella, que se asustó mucho al ver al joven, a decir verdad era la primera vez que veía a un hombre.
– ¡No temas! – Dijo el príncipe antes de entrar por completo a la torre – He escuchado tu melodiosa vos que me ha cautivado desde el primer momento que la oí, ahora al verte me he enamorado de tu belleza, ¿dime querida mía no te gustaría ser mi esposa?
Verdezuela se ruborizo, el apuesto príncipe había cautivado su corazón, pensó que la querría más que su tía así que acepto su oferta.
– Venid conmigo a mi castillo – Le invito el príncipe.
– No hay manera en la que pueda salir, desconozco una forma pero tengo una idea, cuando vengas a mi trae madejas de seda para yo ir haciendo una escalera, cuando la termine, poder bajar e irnos juntos al castillo – Sugirió la doncella.
Durante mucho tiempo el príncipe visitaba a su amada en la torre en el bosque, llevándoles las madejas para que esta fuera fabricando la escalera para bajar e irse de una vez por todas a su castillo, siempre la visitaba en las noches ya que en el día la bruja la visitaba.
Pero esto cambio cuando la joven verdezuela se le escapo mencionar al príncipe cuando hablaba con su tía.
– ¿Tía Gothel, siempre me he preguntado, porque cada vez que subo al príncipe lo hago enseguida pero cuando te subo a ti tardo mucho? – Le comento muy inocentemente Verdezuela.
– ¡Bandida! – Dijo la bruja muy furiosa – Te has estado viendo con un hombre a escondidas, aquí estando aislada de todo, ahora veraz – Inquirió la bruja antes de tomar las tijeras y cortas la cabellera de la joven.
La malvada bruja tomo a la chica y la abandono en un desierto dejándola sola y desdichada.
Esa noche el príncipe audio como de costumbre al ver a sui amada, tras subir la torre con la larga cabellera de Verdezuela se sorprendió al ver a la horrorosa bruja.
– ¡Así que tú eres el rufián que se quiere llevar a la niña! – Le apunto con su dedo – Pues nunca la volverás a ver porque yo misma me he encargado de darle fin a su vida, ese pajarito no volver a cantar más.
El príncipe en medio de su dolor salto de la torre, no murió pero quedo ciego al caer sobre los espinos, durante años estuvo vagando por el bosque alimentándose de frutas para sobrevivir, llorando la pérdida de su amada.
Mientras vagaba por el bosque pudo llegar al desierto donde se encontraba verdezuela, una melodiosa voz despertó en el sentimientos que creía haber olvidado, su amada estaba viva, verdezuela se lanzó a sus brazos y lo beso, las lágrimas de la chica cayeron en sus ojos devolviéndole la vista.
El príncipe pudo ver a su verdadero amor y a los frutos de la consumación de aquel amor en la torre, dos gemelos, una niña y un niño hijos de ambos, el príncipe los llevo a todos al castillo donde vivieron felices para siempre.
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