Encontró el cuadro entre las cosas que restaban en la casa del tío abuelo, dentro de su pequeña residencia de Norfolk. Una casa muy pequeña y muy cerca del mar, en donde recordaba haber pasado algunos momentos gratos de niño. Solo que Harry no era un niño, sino un joven de veintiséis años que, para ser sincero, esperaba encontrar un poco más que viejos trastos para llevar a su apartamento.
Alguna joya o un buen vinilo no habrían estado mal, considerando que el resto de sus parientes se habían repartido lo mejor de la herencia. El viejo Abe Carrington había legado todo a su familia, sin ser demasiado específico con sus posesiones.
Estaba ya senil y había sido un alivio que se decidiera a pasar al otro lado.
—¿Qué es esto?
—Una de las últimas fotografías que el señor Carrington se tomó, cuando su esposa aún estaba con vida —le informó Ruth, la muchacha que había estado cuidando del hombre en sus últimos días y que ahora estaba ahí para terminar de poner orden en la casa, antes de venderla—. Se hicieron este retrato en la sala de estar. Querían tener un recuerdo.
Harry miró la foto y un escalofrío le recorrió la espalda. Había una extraña mujer con un velo negro flotando sobre las cabezas de los ancianos.
—Apareció de repente —dijo Ruth, adivinando el motivo de su malestar—, nadie se lo supo explicar. Fue después de enmarcar la imagen. El señor Carrington hizo esconder el cuadro de inmediato; quería ponerlo en el recibidor pero después de ver eso… bueno, a cualquiera se le pondría la piel de gallina.
—¿Pero quién es ella?
—Alguna vez su tío abuelo me contó que no había tomado buenas decisiones de joven. Entre ellas la de recurrir a una mujer de dudosa reputación por practicar la magia negra; quería ser rico. Estaba realmente asustado —Ruth le echó un vistazo al cuadro—, ya veo por qué. Yo no me llevaría eso a casa si fuera usted.
Harry contempló el retrato unos segundos más, antes de dejarlo apoyado contra la pared, la imagen viendo hacia el muro.
—Lo haré de todos modos. Quizá pueda venderlo en Ebay si digo que está embrujado. Hay gente en Internet que se cree todo y compra de todo.
La chica no discutió. Harry terminó de revisar las cosas que quedaban y después de meter algunas en su auto, se despidió de ella y se encaminó rumbo a su apartamento en el centro de la ciudad, donde se dispusó a cenar y tomar un merecido descanso.
Era poco más de la medianoche cuando despertó, sintiendo un roce extraño en la cara. Lentamente abrió los párpados y trató de distinguir la figura que flotaba encima de él. Era larga y oscura.
Lo primero que vio fue un vestido negro y más arriba, con los ojos fijos en él, un rostro pálido y mortecino. Su corazón se detuvo.
La dama de negro había salido del cuadro a por él.
Photo by National Science and Media Museum
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