—Hijo, tenemos que hablar muy seriamente sobre los riesgos de usar Internet —dije mientras entraba en la habitación de Will, un chaval al que le encantaba conectarse en línea.
¿Y a cuál no?
Él me miró aburrido y me preguntó si aquella iba a ser otra de las historias tontas que le contaba de niño. Sonreí.
—Creí que mis historias te gustaban.
—Eso era antes, cuando de verdad daban miedo. Pero soy mayor, papá y ya no me asustan. Así que sí vas a contarme una historia sobre Internet, ¿podrías hacerla bastante aterradora? —inquirió con emoción.
Lo pensé un momento y luego asentí.
—Muy bien, esta es la historia de un niño llamado Colby. A Colby le gustaba mucho navegar por Internet y jugar en línea. Fue en uno de estos juegos que conoció a Helper23, un sujeto agradable con el que resultó tener muchas cosas en común. Ambos veían los mismos programas y siempre reían con los chistes del otro.
» Un buen día, Colby le obsequió a Helper23 seis diamantes en el juego que estaban experimentando, por lo cual este, para agradecerle, le sugirió que le diera la dirección de su casa y así podría enviarle un obsequio físico. Le prometió que no se lo diría a nadie, ni compartiría la dirección con extraños. Así que finalmente, Colby accedió.
Miré a mi hijo y le pregunté:
—¿Tú crees que Colby hizo bien en confiar en ese sujeto?
—Por supuesto que no —dijo él, agitando la cabeza enérgicamente.
—Bien, pues Colby empezó a creer lo mismo poco después. Se sentía tan mal por haberle dado su dirección a ese desconocido, que la culpa comenzó a atormentarlo. Tenía miedo tanto de él, como del castigo que le darían sus padres. Pero al final decidió contarles la verdad.
» Arropado en su cama, escuchó al padre subiendo las escaleras y lo llamó. La cabeza de su papá asomó por el umbral de la puerta, en un ángulo muy extraño y le habló con una voz muy inusual. ‘¿Sí, hijo?’
» Colby balbuceó. ‘¿Está mamá en casa? Tengo algo que contarles’. A continuación, la cabeza de su madre asomó debajo de la del padre, en el mismo ángulo raro, y habló con un falsete de voz nada natural. ‘¿Nos vas a decir que le diste nuestra dirección a Helper23? ¡No debiste hacerlo! Él fingía ser un niño y nos ha matado a los dos, ¡solo para pasar un buen rato contigo!’
Las cabezas cercenadas de ambos cayeron al suelo y apareció en la puerta un hombre regordete y de sonrisa maníaca, que se abalanzó sobre Colby para acabar con él.
Horas después, el asesino escuchó un llanto. Había un bebé en la habitación de al lado, quién sonrió al verlo entrar en la habitación.
—Hola, pequeñín —lo saludó el criminal, simpáticamente.
» Se llevó al niño, lo llamó Will y lo crió como si fuese suyo…
—Pero papá, ¡yo me llamo Will! —dijo mi hijo, pálido y asustado.
—Claro que sí, hijo.
Lo dejé sollozando. Supongo que en el fondo, la historia le gustó.
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