Cuento enviado por Aleksandra (fan del blog)
Me presentaré: Me llamo Rubén, tengo 24 años, y he finalizado hace poco mi carrera universitaria. Pero, pensándolo en frío, de nada sirve ésto.
Todo ocurrió muy deprisa, no se supo dónde comenzó, ni el por qué. Eso fue lo terrible, el no saber. No saber si están vivos o muertos, no saber si es un virus como la Gripe, no saber si se contagia por el aire, por el agua o por contacto de fluidos, no saber nada. «Lo único que sabemos es que son muy violentos y atacan con rapidez. Les aconsejamos que se queden en sus casas, cierren todas las puertas y ventanas y no salgan hasta que los militares lo tengan todo bajo control» Ésas fueron las palabras del caos, del pánico…
Al principio, como dije antes, no sabía nada, es más; nadie sabía nada. Se podría haber frenado todo sin esos estúpidos puntos seguros. Pero, a las dos semanas de comenzar, ya no había vuelta atrás.
Ésta es la primera vez en toda mi vida que escribo un diario, pero, después de todo, necesito desahogarme con alguien o con algo. Escribiré toda la información posible, todo lo que pasó y pasa, por si muero y alguien encuentra ésto.
Martes, 24 de Junio, 2024, España
Vivo solo, hace años que no tengo contacto con nadie de mi familia, ni amigos. Estoy envuelto en mi mundo, y supongo que es lo mejor.
Esta mañana han emitido un informativo especial muy raro en la televisión… Eran imágenes de comida y bebida, y la presentadora hablaba sobre que no se debe de comer en bares ni nada de eso ya que el problema puede estar en los ingredientes de la comida.
-«Los alimentos ricos en grasas pueden estar causando el problema, ya que muchos virus se transmiten así»- ¿Desde cuándo un virus está en el perejil, por ejemplo? Desde luego, el título lo ganó en la tómbola.
Sábado, 28 de Junio, 2024, España
Hay que joderse, todo está completamente vacío, todo. Comenzaré desde el principio… El Miércoles fui a comprar suministros y víveres, por que mi consciencia me decía que algo iba mal, jodidamente mal. Compré pilas, baterías, cargadores, 3 generadores, 15 garrafas grandes de agua, 4 botiquines (soy un patoso y quién sabe lo que puede pasar), varias linternas que se cargan si las mueves, velas, encendedores, y mucha comida enlatada. Ahora veo que hice bien.
Eran más o menos las cuatro de la tarde cuando vi al primero de ellos . Un niño de no más de ocho o nueve años, rubio, con los ojos castaños y tez pálida. Sería un niño bastante guapo de mayor, sólo que había un pequeño impedimento, y era esa enorme herida desde la mandíbula hasta el pómulo, que, horas antes habría recibido de uno de esos seres. Su caminar era espeluznante; arrastraba sus pequeños pies por el asfaltado suelo de mi urbanización, avanzaba de forma lenta y torpe, sus ojos estaban vacíos de vida, su frente estaba cubierta por pequeñas venas reventadas, el pequeñajo, o lo que queda de él, babeaba una mezcla asquerosa de saliva y sangre. Emitía unos gruñidos al caminar, su lento y eterno caminar, sin rumbo, sin destino final.
En el momento más oportuno salió a la calle mi vecina Tamara, supongo que a tirar la basura. Nada más ver a Fulgencio (nombre que le he puesto al niño no muerto), dio un agudo grito de terror. Fulgencio se espabiló y comenzó a correr en su dirección. La imagen fue espeluznante… Tamara, presa del pánico no pudo mover ni un solo músculo de su esbelta figura, y ésa fue su sentencia de muerte. Fulgencio se abalanzó sobre ella y, acto seguido, clavó sus dientes en el abdomen de ella. Horrorizado, corrí las cortinas, y cerré todo con pestillo y clavos. He decidido que a partir de ahora usaré las velas para alumbrarme de noche, si las pongo en un lugar sin ventanas cerca, alumbrará la habitación y la luz apenas se notará.
Domingo, 29 de Junio, 2024, España
Desde lo que pasó ayer, he sentido tanto temor por mi vida, que hice de mi casa un fuerte, es decir, clavé paneles de madera en las ventanas y puertas, dejando un hueco mínimo para poder tener una visión del exterior. Y para que no se note la luz de la vela por la noche, he clavado trozos de cartón que tapan los huecos entre panel y panel, así estaré seguro, podré vigilar y ellos no me van a ver. Para asegurarme aún más, puse unas cortinas oscuras.
En el piso superior de mi casa he hecho lo mismo. Por primera vez en años, me pregunto cómo estará mi familia, si estarán vivos… o no. Hasta ahora no ha sido difícil estar sólo, es más, me gustaba mi soledad. Pero desde que todo esto ha comenzado, no sé si me volveré loco.
He leído diversos manuales de supervivencia en las pocas páginas de internet que aún no habían caído. Lo tengo todo, menos armas. ¿Qué voy a hacer si consiguen entrar? De alguna forma tengo que defenderme.
He pasado toda la mañana en el desván, observando. Aquí no me ha hecho falta asegurar ventanas, supongo que esos bichos no vuelan. Además, ahí no hay luz y la ventana es muy pequeña.
Durante todo el tiempo que he pasado ahí he observado su comportamiento primitivo, es decir, responden por instinto, como los animales. Lo que sea que es eso, no se propaga ni por alimentos, ni por el aire. Quizá por el agua de los ríos sí. Se propaga por contacto directo, es decir, si te muerde, te araña o te cae un poco de su sangre en cualquier herida que tengas. Lo he averiguado cuando he visto que Tamara se leventaba, tambaleándose. Por cada paso que ella daba, su herida se abría más y más hasta que se le salieron los intestinos. Pero ella seguía caminando, como si nada.
Dudo que sea el único superviviente de aquí, tengo (o tenía) unos tres o cuatro vecinos que estaban obsesionados con la supervivencia, tenían de todo, uno de ellos, Pablo creo recordar, tiene un refugio subterráneo. ¡Esa cosa tan enorme cuesta un pastón y es casi imposible conseguir uno!
Lunes, 20 de Junio, 2024, España
Después de todo lo que ha pasado, me cuesta asumir que el mundo se ha ido a la mierda ya. Ahora sí que estoy sólo. Me estoy volviendo loco aquí. Necesito salir, necesito comprobar si de verdad todos han muerto.
Decido ir al supermercado de al lado de casa, no me quiero arriesgar mucho. La entrada estaba vacía, todo estaba vacío. Caminando por los estrechos pasillos del súper, observando el impacto que ha tenido todo ésto, oí un ruido que procedía de la parte de detrás, vi la silueta de una mujer, un hálito de esperanza invadió mi mente haciendo que se dibujara una leve sonrisa.
Pero ésta no tardó en borrarse. Dicha mujer, al darse cuenta de mi presencia, se dio media vuelta. ¡Santa madre de Dios! Estaba hecha polvo, en serio, ¿cómo podía moverse en ese estado y con tantas heridas? Estaba llena de sangre, sus tobillos eran puro hueso, por no hablar de sus brazos y parte de su cara. En cuanto comenzó a andar hacia mi, emitiendo ése gruñido que oí por primera vez hace unos días, me alertó del todo. ¡Ésa maldita quería que yo fuese su merienda! Pues va a ser que no. Hice caso al más primitivo de los instintos: el de la supervivencia. Salí corriendo como si mi vida dependiera de ello.
Bueno, en realidad dependía de ello. Salí de ése maldito supermercado y corrí lo más que pude para llegar a casa, y ¡sorpresa! dos muertos más me vieron y comenzaron a perseguirme. Saqué las llaves del bolsillo, abrí la verja principal de la casa y entré, asegurándome de cerrarla. Joder, menos mal que hice caso al vecino con la maldita verja, me acaba de salvar el culo esa cosa alta, gorda y de hierro. Entré en casa, me encerré y subí al desván. No saldré de mi pequeño fuerte hasta que me vea obligado.
Para leer la 2da parte de este cuento, haz clic aquí.
Muy bueno, y continúa???