—Y no olviden regresar a casa temprano. Ya escucharon las noticias, es muy peligroso estar fuera de casa tan tarde.
Yanela y Tiago asintieron con la cabeza antes de tomar sus bibicletas, e irse a jugar con sus vecinos. Desde hace unos días, todos los padres y madres del barrio estaban histéricos por la ola de secuestros que se había desatado en Osasco, el estado de Brasil en el que vivían. Se hablaba sobre una banda de delincuentes que andaban por las calles en una camioneta de color azul, raptando a los chicos a los que encontraban solos para quitarles sus órganos.
Lo más espeluznante era la manera que tenían de atraerlos. Los secuestradores iban vestidos de payasos y se comportaban como si fueran dementes escapados de un circo.
Al menos eso era lo que afirmaban en la televisión, de acuerdo a las palabras de algunos testigos. Era raro, sin embargo, que a esas alturas no se hubiera comprobado nada. No había ningún detenido, ninguna fotografía o evidencia tangible de que aquella banda existiera realmente. A esas alturas, comenzaban a sospechar que era tan solo un rumor infundado.
—Mi primo los vio el otro día, trataron de llevárselo.
—Pues yo vi como una camioneta azul estaba dando vueltas la otra noche por nuestra calle, parecía sospechosa.
—Dice mi papá que el otro día unos payasos lo estaban siguiendo.
Yanela y Tiago escuchaban hablar a sus amigos con algo de diversión. El resto de la tarde se les fue jugando y cuando el sol comenzó a ocultarse, emprendieron el camino a casa despreocupadamente.
—Yanela, ¿crees que lo de la banda del payaso sea cierto?
—No, seguramente es otra leyenda urbana.
Acababa de decir estas palabras cuando, al final de la calle, una camioneta azul dobló la esquina y condujo rápidamente hacia ellos. Anonadados, los niños se quedaron de pie en su lugar. Una de las ventanas polarizadas bajó lentamente, mostrando el rostro sonriente de un payaso.
—Hola niños, ¿qué hacen fuera de casa tan tarde?
A la mañana siguiente, el vecindario entero estaba buscando a los hermanitos, que habían desaparecido sin dejar rastro. Solo una de las vecinas creía haberlos visto, frente a un vehículo de color azul, del que salieron un par de payasos.
En la década de los 60, un hombre disfrazado de payaso aterrorizó a Estados Unidos, tras descubrirse que había asesinado a varios niños y adolescentes. No se sabe por qué pero, en 1990 un famoso periódico de Sao Paulo decidió escribir sobre el caso. La consecuencia de esto fue una especie de histeria colectiva en Osasco, donde la gente no paraba de comentar los rumores de que un payaso asesino estaba suelto por allí. La leyenda terminó extendiéndose por todo el estado, aunque no había pruebas de que el caso fuese real.
Al final, las personas ya no hablaban sobre un solo asesino, sino sobre una banda entera de maleantes vestidos como payasos, que andaba por ahí en una camioneta azul, listos para robar a los chicos y extraer sus órganos.
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