Enviado por: Florencia Orellana (fan y lectora del blog)
Retro Zone era uno, sino el único, de los lugares donde los niños podían pasar una agradable tarde llena de diversión en el pueblo Acevedo. Tejo, máquinas de golosinas, autos chocadores y una considerable cantidad de máquinas de juegos de arcade .No era para nada lujoso, pero tampoco era austero, las paredes del lugar estaban cubiertas de llamativos dibujos, el piso pintado de negro con destellos brillantes y la iluminación, de colores neón, lo cual le daba un aspecto algo sombrío pero lograba capturar la atención de cualquiera que entrase. Los niños especialmente, quedaban fascinados.
Pero en el mes de noviembre, la alegría de muchos chicos de Acevedo, se vio consternada. Retro Zone anunció que cerraría sus puertas el próximo mes y que estarían desalojando el lugar, pese a esto, dijeron que dejarían pasar sólamente a veinte personas por día, por orden de llegada, para que pudieran disfrutar del poco tiempo que le quedaba al patio de juegos. Aquel martes, abrían a las 11 hs y cerraban a las 14 hs, alrededor de cuarenta chicos, muchos de ellos acompañados por sus padres y hermanos mayores, estaban haciendo la fila, esperando ansiosos a ser los elegidos para entrar al lugar. Entre esas personas, se encontraban Patricio y Miranda Silverstein, dos hermanos de 11 y 8 años respectivamente, quienes fueron dos de las veinte personas que tuvieron acceso a Retro Zone. Se dijeron a sí mismos que jugarían a absolutamente todos los juegos que aún estuvieran funcionando y que no descansarían hasta no haberlo hecho.
Cumpliendo su promesa, solo les faltaba recorrer un sector, un pasillo en el cual se encontraban tres hombres desarmando una máquina de juegos. El pasillo tenía los juegos que menos les gustaban, ‘‘Aprendiendo los números”, ‘‘Sing-along with One Direction”, entre otros; pese a esto, decidieron jugar igual. Tras adentrarse en aquel sector, hubo un juego que captó su atención, estaba ubicado en el fondo del mismo, pudieron notar que era nuevo ya que jamás lo habían visto antes, y eso que concurrían habitualmente al lugar. ‘‘¿Por qué pondrían juegos nuevos si estaban por cerrar el lugar en un mes?’’, se preguntó para sí el niño mayor. No obstante, ambos corrieron alegres a ver de qué se trataba aquel misterioso juego.
Un poco confundido, Patricio apretó el botón para encenderlo y junto a su hermana, esperaron pacientemente a que empezara. De pronto, la pantalla se tiñó de color rosa y comenzó a sonar una lenta melodía de piano, luego apareció un cartel en letras cursivas de color plateado: ‘‘La Duquesa de Chernóbil”. El niño se quejó: ‘‘Ay, era un juego para nenitas, mejor me voy a jugar a los autos chocadores”. Y se fue, dejando a su pequeña hermana sola. Miranda tenía una gran sonrisa en el rostro, contenta de que tendría todo el juego para ella sola. Se acercó más a la máquina y no despegó sus ojos de la pantalla. Luego, en el centro de la misma, apareció una figura animada de una joven con un vestido y una corona, que dijo con una voz chillona: ‘‘¡Ayuda!”, y unos tres segundos después, apareció una animación de una explosión que dejó la pantalla negra. La niña se asustó, estaba confundida, no entendía lo que estaba pasando en frente de sus ojos, pero aún así, no los despegó de la pantalla. Un minuto después, volvió a oírse la melodía del piano, la pantalla se iba tornando cada vez más clara, hasta ponerse blanca, a su vez que la música aumentaba su volumen.
De pronto, emergió una cara, pero esta vez humana, de un hombre adulto con la cara llena de moretones, un ojo inflamado y le faltaba una fosa nasal. El mismo empezó a pintar sus labios de color rojo carmín y se puso una peluca rubia, junto con una corona. Tenía un aspecto moribundo. Miranda miraba espantada toda la escena, estaba a punto de salir corriendo en busca de su hermano, pero una voz la detuvo. Aquel hombre comenzó a pronunciar unas palabras, con la misma voz chillona que había oído anteriormente, pero esta vez daba la impresión de ser la voz de una persona que estaba agonizando: ‘‘Bienvenida, amiga mía, yo soy la Duquesa de Chernóbil y voy a ser tu instructora de viaje durante los siete niveles que haz de pasar para llegar a la codiciada meta. A continuación, observarás imágenes de niñas como tú, que lograron llegar a la meta: convertirse en unas bellas duquesas como yo’’.
El tipo desapareció y en la pantalla aparecieron fotos de niñas vestidas con coloridos vestidos y con coronas puestas, pero todas de ellas, presentaban malformaciones en sus cuerpos y estaban golpeadas de una manera horriblemente brutal. Algunas adolecían de sus extremidades y otras tenían el cráneo de un tamaño anormalmente grande en proporción con sus cuerpos. Las fotografías, no parecían otra cosa sino que fotos tomadas de sobrevivientes de accidentes nucleares, tal como lo fue el de Chernóbil. Mientras tanto, la melodía comenzaba a escucharse con más fuerza. Miranda, nunca en su corta vida vio algo tan desagradable, se le revolvió el estómago y gritó del espanto, sus ojos, cubiertos de lágrimas. Dio unos pasos hacia atrás y se chocó con algo, se dio la vuelta, y vio a un empleado del lugar, esto lo pudo saber porque estaba vestido con el atuendo típico de los empleados de Retro Zone, y pudo leer en el cartel que tenía en su camisa, que se llamaba Rafael. Rafael, la miró con una cara de compasión: -‘‘¿Pero qué te paso? ¿Por qué llorás?”. La niña seguía llorando, lo cual le dificultaba el habla, pero finalmente pudo decir –‘‘¡Patricio!”. El joven dijo: -‘ ‘Ah, vos debés ser la hermana, mirá, te cuento, ahora mismo estamos haciendo un concurso imperdible, para todos los chicos que están acá hoy, Pato está participando. Vení que te llevo a donde esta él. Tranquilizáte” y le extendió la mano a Miranda. La chica presintió una mala intención de aquel hombre y salió corriendo de aquel pasillo, se dirigió hacia la entrada, gritando el nombre de su hermano, pero no lo encontró. Tenía tanto miedo de que aquel hombre la persiguiera que salió del lugar y se fue corriendo hasta su casa, ubicada a cuatro cuadras de Retro Zone, tropezándose unas cuantas veces en el camino. Sólo se dio vuelta una cuadra antes de llegar a su casa, para ver si la perseguía, pero no vio a nadie. Golpeó con todas sus fuerzas la puerta de entrada. Su madre, Carla, abrió abruptamente la puerta, con una cara de extrema preocupación: -‘‘¡Hija!, ¿qué paso? habláme, ¿qué paso?”. Pero la niña comenzó a llorar con más fuerza, abrazada a las piernas de su madre. –‘‘¿Y Patricio dónde está? ¡Decime algo!”. –‘‘¡No sé! Un hombre me dijo que estaba participando de un concurso pero yo no le creí, y…y salí corriendo’’- balbuceaba Miranda. -‘‘¡Pero también vi algo horrible, mamá..!”- agregó, pero su madre no prestó atención a estas últimas palabras, estaba muy preocupaba por la desaparición de Patricio: -‘‘Encerrate en tu cuarto y no salgas de ahí. ¡Ahora mismo!”. Miranda le hizo caso y subió apresuradamente las escaleras para dirigirse a su habitación. Carla, salió corriendo de su casa para ir a Retro Zone y recuperar a su hijo sano y salvo, o al menos, ese era su deseo. Llegó agitadísima, el poco aliento que le quedaba lo empleó para gritar el nombre de su hijo, pero sólo vio caras de niños sorprendidos que abandonaron la partida del juego al que estaban jugando, para observar a aquella loca mujer que gritaba, ninguno de ellos era Patricio.
Apareció Rafael, se acercó a Carla y le dijo, en tono amable: -‘‘Usted debe ser la madre de Patricio, ¿verdad? Cálmese, esta acá sano y salvo” y sonrió. -‘‘Venga, la acompaño hacia donde está, estábamos haciendo un concurso justo ahora…” Carla lo interrumpió: -‘‘¿Qué le hicieron a mis hijos? ¡Hijos de puta!”. Luego, empujó al joven, el cual dijo -‘‘¡Tranquila, señora! Me olvidé de contarle que la chiquita estaba jugando por ahí, y al parecer se asustó con algo, traté de contenerla pero no me hizo caso y salió corriendo”. La madre seguía incrédula, desconfiando de aquel muchacho, que hablaba siempre en forma tan irritablemente amable y le dijo en tono firme: -‘‘Calláte y lleváme hasta donde está mi hijo’’.
Caminaron hacia el sector contiguo a los autos chocadores y vieron a unos animadores y a chicos reunidos en una ronda, algunos sostenían unos juguetes en sus manos, en efecto, aquello si parecía un concurso. Patricio salió desde la multitud y fue corriendo hacia su mamá: -‘‘Mamá, ¿qué hacés acá?”. Carla lo abrazó, aliviada de que su hijo se encontrase bien. Rafael se acercó a ellos y le comentó alegremente a la mujer: -‘‘Le dije que estaba sano y salvo” y guiñó un ojo. –‘‘Calláte”- le respondió groseramente al joven, al cual se le congestionaron los ojos, pensando en que había hecho mal, por lo mal que lo trataron las personas ese día.
Madre e hijo tomaron rumbo hacia su casa. En el camino, Carla le comentó lo asustada que se encontraba su hermana Miranda y le reprochó a Patricio haberla dejado sola en aquel lugar. –‘‘Ay, mamá, ¡era un juego de nenitas! No asustaba a nadie, Miranda es una llorona”. Esta respuesta la tranquilizó un poco, pues era cierto que su hija era algo asustadiza, pero aún así, quería saber qué fue lo que la asustó tanto.
Llegaron a la casa y se encontraron con la puerta de la entrada abierta. La mujer se alertó, entró corriendo y fue directo hasta la habitación de la niña. Para su ingrata sorpresa, la puerta de la habitación también estaba abierta, y Miranda no se encontraba dentro. –‘‘Patricio, ¡ayudáme a encontrar a tu hermana!”, gritó desesperadamente.
La madre se puso a buscarla por todo el primer piso y el chico por la planta baja, la puerta de entrada seguía abierta. Salió al jardín de la entrada y dio una mirada hacia su alrededor, tampoco vio a nadie, salvo a un hombre adulto, caminando en dirección a su casa, con ambas manos en sus bolsillos, con la vista en el suelo y con paso firme. Patricio no tardó en percatarse que se trataba de uno de los hombres que había visto desarmando un juego en aquel famoso pasillo de Retro Zone, lo reconoció instantáneamente por su característico rostro, pues estaba lleno de moretones, un ojo inflamado y le faltaba una fosa nasal. En el momento en el que lo vio en Retro Zone, le llamo la atención, pero estaba tan ansioso por jugar a los juegos, que no le comentó a su hermanita, lo peculiar que era la cara de aquel hombre.
El tipo, cada vez se acercaba más a su casa, Patricio permanecía inmóvil en la entrada. Cuando estuvo a metros de él, sacó algo del bolsillo izquierdo y lo dejó caer en el suelo, sin sacar la vista del mismo y sin parar de caminar en ningún momento. Al niño, se le heló la sangre. Hizo un esfuerzo por mover su inmóvil cuerpo y fue a ver qué era aquella cosa que estaba en el piso. Era la vincha que traía puesta su hermana ese día. Sintió que su cuerpo se iba a desplomar del miedo, este lo carcomía por dentro. –‘‘¡¡¡Mamá!!!’’, gritó con una voz tan desgarradora que parecía inhumana.
Por su parte, el individuo siguió su paso hasta mitad de cuadra, donde se encontraba una camioneta negra con vidrios polarizados, se subió a la misma y se perdió en la calle, para nunca jamás ser encontrada.
Continuará…
excelente entrada… saludos
No me puedo esperar para leer la segunda entrega de este cuento…. Cuando los subes???
Ya estamos esperando la segunda parte 🙂 quedamos en suspenso!!!!
que paso con la segunda parte