Mi guía estaba tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera reparó en el letrero. Solo caminaba con la mirada sobre el suelo, sin importarle mas que llegar a la tienda de excursión. No lo pensé mucho, había hecho un enorme trayecto para llegar hasta ahí. Mi objetivo no era otro sino conocer las malditas minas de Kepplen.
Detuve mis pasos lentamente, desaceleré y dejé que el guía siguiera caminando, no se percató que el par de pisadas que lo seguían dejaron de ir tras de él. Sería el incesante ruido de los insectos que no dejaban espacio para escuchar con claridad los demás sonidos, o la distancia que guardamos entre nosotros lo que hacía imposible escucharme con claridad, y perderse sus pisadas con las mías. No importaba más, me agazapé en un arbusto hasta que vi su humanidad perderse. Dirigí mi andar hacia donde la flecha despintada del letrero anunciaba que estaba el “Sendero Kepplen”.
Obviamente éste era el camino que el intendente me había dicho trazaban los trabajadores para llegar a las minas, así como la ruta que la enardecida chusma tomó para intentar dar muerte a Kepplen Filligan.
Aun era de día, la hora marcaba apenas treinta minutos antes del mediodía, cruzar ese sendero de noche hubiera sido infartante, mi imaginación estaba extasiada con las historias del viejo y no hubiera podido cruzarlo solo. El sol estaba cayendo a plomo y sentía mis pies pesados, cada paso era mas difícil, no podría calcular cuantos kilómetros caminé, pero podría decir que los suficientes para empezar a sentir los efectos de una fatiga producida por el sol, quien parecía castigar mi insolencia. Cuando estaba apoyando el peso de mi cuerpo sobre mis rodillas para descansar, pude ver a lo lejos una visión de horror que me erizó la piel de la nuca. Asomándose en el horizonte empezaba a levantarse una enorme mansión, la cual puedo asegurar que en sus años fue majestuosa, pero ahora se encontraba deteriorada y percudida por el abandono e irremediable paso de los años. A cada doloroso paso que daba, observaba como crecía en dimensiones la imponente construcción, la cual se encontraba ubicada a un costado del sendero.
Era una mansión derruida, pero con cimientos fuertes. Daba escalofríos el solo verla, sobresalía el enorme ventanal el cual me hizo recordar el relato del viejo. Era un boquete con pedazos de cristales pegados en el marco, la humedad y excesiva vegetación creciendo en sus muros la hacían ver como una enorme criatura. Si ponía atención, parecía que el viento traía de vuelta viejos ecos de la cacería hecha a Filligan, me sentía estremecido y nervioso de solo pensar en esos misteriosos hechos que dieron lugar a tan infame popularidad de la zona.
Traté de distraer mi mente enfocándome en la enorme reja que rodeaba a la mansión y que atravesaba al sendero metros mas adelante. La reja estaba oxidada y sobre la parte superior había alambre de púas enredado en forma espiral. Diversos anuncios de advertencia en diferentes idiomas anunciaban a la gente de la desgracia que rondaba en el lugar. –<<Dangerous place, stay away >> <<Verzauberter Ort, geh weg>> <<Perigo de morte, lárguese>>…” entre los que recuerdo y mis clases de idiomas me permitieron entender. Dibujos de máscaras antigás o el símbolo de toxicidad advertían a los posibles analfabetas del terrible peligro que había más allá de la reja. Estos carteles diversos cubrían como un enorme collage de ultimatos de lo que al fondo podría decirse, era mi objeto de deseo. Una pequeña formación de tierra con un inmenso agujero, que asemejaba las fauces de una bestia, anunciando con la boca bien abierta la antesala al infierno.
Pese a que era solo una mina, la gente popularmente las conocía como “Las minas” de Kepplen, sin embargo, no hacía falta más horror que esa aberración formada por algo más allá de la naturaleza. No comprendía como los trabajadores entraban a trabajar en ese lugar, asemejando ser devorados por la boca de un demonio. Me acerqué con profundo terror y miré la espantosa mina a lo lejos. De puro pavor, me encontraba apretando la reja exageradamente con los dedos mientras imaginaba las voces que salían del fondo de la caverna, pidiendo auxilio con gritos desgarradores que sugerían el rompimiento de las cuerdas vocales, gritos ensordecedores y lamentos espeluznantes que no pudieron ser no escuchados por el mismo Kepplen Filligan.
Cuando dejé de imaginarme las voces, el sonido de espanto seguía ahí, las voces de socorro seguían retumbando en mis tímpanos. Comprendí que había alguien atrapado en las entrañas de la mina y no dude un instante en socorrer la desgracia de la víctima. Busqué como atravesar la reja, algunos pasos mas adelanta había una ranura realizada con algún corte de pinzas sobre la misma, me tiré sobre ella y la atravesé, la mochila con mis suministros se rasgó, pero aún no había reparado en eso. Corrí hacía el monstruo y me adentré en sus fauces. Justo cuando la oscuridad de la mina me envolvió. Las desgañitadas voces callaron.
La oscuridad me envolvió. Devolví mis pasos, pero no había salida. Todo era una masa negra a mi alrededor. Desorientado, a tientas buscaba topar con las paredes de la mina. Pareciera que no había fondo, ni a lo largo ni a lo ancho. Mis ojos estaban cubiertos por la total obscuridad, ni siquiera el sonido del bosque se escuchaba, era un espacio ausente de sonido. Mis palpitaciones comenzaron a escucharse, así como mi agitada respiración. Empecé a pedir ayuda con voz entrecortada. Estaba muerto de miedo. Al fondo de las tinieblas, una luz se movía como queriendo llamar mi atención. Del miedo pasé al pavor. No tenía muchas opciones, dudé en acercarme, pero resuelto en buscar salir del lugar, con pasos telúricos y cortos me acerqué a ese pequeño fulgor de luz intensa.
En mi trayecto escuché rumores, voces que iban y venían, fuertes ráfagas de aire me empujaban lejos de la luz, apreté los ojos cuando sentí que me estaba acercando más. A través de mis parpados cerrados podía aun ver el resplandor. Escuché el trabajo de minería realizado a mi alrededor, pude imaginarme a los trabajadores en sus labores, los escuché gritar pidiendo a los demás salir del lugar al percatarse que la entrada principal de la mina se iba cerrando, escuché decirles que la entrada estaba siendo tapada por “algo”. Escuché sus botas correr en todas direcciones y sollozar de miedo. Había algo extraño en las piedras. Algo que los hacía doblarse de miedo. Algunos enloquecían y se volvían en contra de otros. “Aléjense de las rocas” era lo que chillaban.
Cuando la refulgencia era intensa y la percibía frente a mí, abrí los ojos sin siquiera pensarlo. Que arrepentimiento, preferí en ese instante arrancarme los ojos y así salvarme de ver la postal de espanto. Frente a mi estaba el rostro destrozado de Kepplen Filligan sosteniendo el luminoso material. Su cráneo abierto me dejaba ver que detrás de él estaba la cuadrilla de mineros desaparecidos, en sus ojos blancos, ciegos por la ausencia de luz pude ver como un albor les bañaba el rostro y despejaba las tinieblas; lentamente a mis espaldas, la boca de la mina se volvía a abrir. Corrí desesperadamente hacía la luz. A trompicones me alejaba de la imagen de miedo que había atestiguado, salí de la mina corriendo a zancadas exageradas sin siquiera reparar en los desaparecidos que la cueva convirtió en demonios. Cuando por fin pude ver la claridad del día, me dejé caer sobre mi humanidad y me levanté con rapidez solo para voltear y darme cuenta de que la mina lucía tan aterradoramente normal como cuando la vi a través de la reja. Lloré sobre las palmas de mis manos con marcado ahogo. Volví a caer, pero esta vez sobre mis rodillas, traté de tranquilizarme y me levanté una vez mas solo para sacudir mis polvorientas ropas. Observé que sobre el camino por el que había recorrido hasta la boca de la mina, se encontraban latas de comida percudidas. Reparé que mi mochila se había rasgado y los alimentos se habían regado a lo largo de la entrada a la cueva, los infelices de la tienda me habían vendido comida echada a perder (pensé).
Crucé por debajo de la reja para continuar mi camino por la vereda, antes de partir volteé a ver la mina por ultima vez. Lo que me había pasado aplacó mis ganas de viajar, quería volver a casa. Caminé a lado de la mansión la cual lucía un poco mas tétrica y sombría. El enorme cristal de la oficina en donde Kepplen se voló los sesos, me hizo recordar el desfigurado y abierto rostro del escoces.
Creo que lloré gran parte del camino de regreso al hotel. La advertencia del viejo se había cumplido, no volví siendo el mismo, había quedado marcado. Mi salud mental estaba en ese momento inestable. Creí que enloquecería y perdería por completo la razón. Antes del anochecer salí del bosque y me fui directo al hotel. Mi mirada estaba clavada en mis pasos, sobre el pavimento húmedo de las calles, sin embargo; noté algo extraño que no podía explicar en la pequeña ciudad a mi regreso, sentí como la gente me observaba con temor y asombro. Se alejaban de mí y murmuraban como si fuera una especie de espectro. Me detuve en un aparador para mirar mi reflejo y este no me decía nada fuera de lo habitual, podía ver claramente mi rostro y mi figura. Todo en completo y vil orden. No comprendía el extraño comportamiento de los pueblerinos. La sorpresa de los eventos que a continuación narraré me tiene en un estado de completa confusión, pues no hay explicación posible, y la redacción de este escrito me ha sido encomendada por un grupo de gente que estudia mi caso, y los cuales, me tienen recluido en un sanatorio mental al no creer la versión de mis hechos.
Prosigo con la narración de los eventos. Después de ser examinado de forma por demás incomoda por los habitantes que me topaba en el camino de vuelta al hotel, decidí apresurar mi andar, recoger mis cosas y esa misma noche salir de HumbleMount. En ese momento entendí los rumores acerca del porque su gente era extraña y de formas poco decentes, pero he confesar también que no sabía sus razones y ahora los comprendo.
Al ingresar al hotel me percaté que el lugar lucía diferente, algo me indicaba que me había equivocado de local, pero mi instinto me gritaba que ese era el lugar correcto, por muy extraño que ahora se observase. No había nadie en la recepción, tenía prisa por finiquitar mi hospedaje por lo que llamé más de un par de veces por el timbre de mesa y esperé a ser atendido. De la oficina del hotel salió un hombre de edad avanzada el cual se apoyaba con cuidado por donde pasaba, pensé por un momento que era el conserje, pero cuando su mirada hizo contacto con la mía reconocí en ella los ojos grises del joven que me había atendido un día anterior, solo que ahora sus ojos eran los de un hombre cansado y llenos de terror al observarme. El individuo se llevó sus temblorosos dedos al pecho y se desplomó de forma errática. Quedó sobre el suelo levantado su mano con índice acusador y rígido hacía mi persona, mientras su rostro dibujaba una mueca de terrible pavor.
La gendarmería local se apersonó rápidamente al lugar de los hechos y me llevó a los separos del centro de readaptación social. Les expliqué con lujos de detalle lo acontecido mientras me eran tomadas muestras de mi orina para descartar que estuviera drogado. He sido trasladado al sanatorio local una vez que los estudios arrojaron que era supuestamente la misma persona que muchos años atrás había sido reportada como desaparecida en el bosque de HumbleMount. Ahora aquí, sentando en una habitación con hoja y tinta frente a mí, intento redactar los fantásticos hechos que expliquen en donde me había metido en estos últimos cincuenta años y porque… porque demonios el tiempo nunca pasó sobre mi persona.
¡Sé el primero en comentar!