La capital rusa de Moscú, es uno de los lugares más distinguidos del planeta, con un montón de secretos y leyendas urbanas que han aterrorizado a sus habitantes por décadas, y que ahora se abren al resto del mundo. Una de las famosas es la que transcurre en Kuznetski Most, la cual se perfila como una de las calles de mayor antigüedad en la urbe.
En la época del Imperio, cuando Rusia todavía estaba bajo el dominio del zar y las clases aristocráticas se encontraban en auge, esta avenida era una de las más distinguidas. En ella abundaban los los casinos, los clubes nocturnos y casas de citas, en los cuales los caballeros bebían, apostaban y buscaban a mujeres de la vida galante. Era muy común ver en esta calle tanto a miembros de la aristocracia, como a sujetos arruinados que se habían perdido en sus vicios, además de estafadores, juerguistas, proxenetas…
Kuznetski Most no gozaba de la reputación más limpia del mundo, pero era, contra todo, una zona muy popular.
Nadie supo a ciencia cierta cuando apareció el carruaje, ni porque. Una noche fría de invierno, aquel enorme carromato de color gris apareció dando la vuelta, tirado por un par de cabellos negros. En el asiento delantero, iba sentado el conductor, un hombre tapado por un abrigo negro al que no se le podía ver la cara.
—¿Necesita que lo lleve a alguna parte, señor? —preguntaba a los tipos incautos, que salían ebrios o alborotados de algún lugar.
El ofrecimiento siempre era el mismo: el carruaje podía llevarlos a cualquier lugar de la ciudad que desearan, incluso si no contaban con dinero para pagar el viaje. Y los pobres sujetos, sorprendidos por tal muestra de generosidad, aceptaban subirse de inmediato, apurados por llegar a casa. Excepto que a ninguno de ellos se le volvía a ver más después de aceptar el viaje.
Las desapariciones vividas en Kuznetski Most no tardaron en causar un gran revuelo en la sociedad.
Las autoridades buscaron vehementemente al conductor de aquel carruaje, deteniendo a muchos hombres inocentes cuya descripción calzaba con la de aquel extraño. Sin embargo, a todos los dejaron ir después de interrogarlos en vano.
Nadie sabía nada de las personas que abordaban el carruaje gris, ni quien era el hombre a cargo del mismo.
Fue tanto el miedo que se desató hacia este personaje, que Kuznetski Most se convirtió en el lugar más temido de Moscú.
Y aunque intentaron hacer una redada en la avenida para atrapar a aquel misterioso carruaje, este se desvaneció de manera tan repentina como había llegado. Con el paso del tiempo, el caso fue olvidado y los viciosos se dispersaron por la ciudad. Sin embargo…
Hoy en día, hay quienes dicen que de tanto en tanto, si uno pasea de noche por las acercas de Kuznetski Most, podrá escuchar los relinchidos de un par de caballos endemoniados y verá aparecerse al conductor del carruaje gris, preguntando si necesita ir a algún sitio.
Lo mejor, es decirle que no.
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