El siguiente relato, más que ser un cuento de terror convencional, es un acontecimiento que se tiene por verídico. Ocurrió el 12 de septiembre de 1952, en un entorno rural de Virginia Occidental. Tres niños de entra 10 y 13 años de edad, Edward y Fred May (hermanos) y Tommy Hyer, (amigo de ambos), se encontraban en los alrededores cuando lograron avistar algo extraño en el cielo.
Era un objeto brillante que cruzaba por el firmamento. Lo vieron avanzar y detenerse sobre la granja de un vecino, el señor Fisher.
Rápidamente, los niños se dirigieron a casa de la señora May, madre de los hermanos, para informarla del avistamiento. En aquella época, los ovnis eran tomados muy en serio debido a la amenaza espacial que la Guerra Fría con los rusos representaba en Estados Unidos.
La señora May contactó a un guardia civil y en compañía de los chicos, se dirigieron a la mencionada propiedad esperando aclarar lo que estaba sucediendo.
Habían viajado por un corto trayecto cuando les pareció ver algo extraño en la cima de una colina. Una enorme esfera roja de luz palpitaba a unos quince metros de distancia del suelo. En ese momento, notaron como una densa niebla se extendía a su alrededor, provocándoles cierto escozor en la nariz y en los ojos.
No pasó demasiado antes de que Eugene Lemon, el guardia que les acompañaba, notara otro par de luces más pequeñas del lado izquierdo de la primera. Cuando dirigió su linterna hacia allí, reveló ante ellos lo que era una criatura desconocida. Un ser al que describieron como de unos tres metros de altura, de silueta humanoide y rostro demasiado sobresaliente, rojo. El cuerpo era verde y vestía larga falda con pliegues que llegaba hasta el suelo. Los brazos eran largos y delgados, con falanges al final que se asemejaban a garras.
Cuando la luz de Lemon la iluminó por completo, los testigos afirmaron que esta criatura emitió un chillido agudo, muy parecido a un silbido, antes de comenzar a caminar hacia ellos. Pronto cambio de opinión y se movió hacia la primera luz, momento que los excursionistas aprovecharon para escapar.
De vuelta en casa, la señora May llamó al alguacil Robert Carr para que acudiera a investigar el lugar del avistamiento lo antes posible. Cuando Carr estuvo ahí junto con el reportero A. Lee Stewert, afirmó que inundaba el sitio un aroma penetrante y metálico, como si algo se hubiera quemado. En los días siguientes, seguirían otros testimonios de personas que habrían experimentado encuentros similares.
Las consecuencias del monstruo de Flatwoods, como aquella siniestra criatura fue llamada desde entonces, no fueron benévolas para sus testigos. Se reportó que varias de las personas que habían estado presentes aquella noche, enfermaron misteriosamente durante algún tiempo, experimentando vómitos, convulsiones e irritación en la garganta. Se creyó que era debido a la exposición con aquella niebla indescriptible que los envolvió antes de ver al ser.
Hasta el día de hoy, este sigue siendo uno de los misterios sin resolver más intrigantes.
¡Sé el primero en comentar!