Cuando la familia Smith se mudó a su nuevo vecindario, pensaban que todo iría de las mil maravillas. El barrio era muy agradable, las escuelas de los niños quedaban bastante cerca y la casa que habían comprado era preciosa. Tenía un amplio jardín para jugar y hacer barbacoas, un garaje doble y una cocina bastante grande, entre otras comodidades que habían adquirido a precio de risa.
Eso en sí, les extrañó bastante, considerando el tamaño de vivienda y su excelente ubicación. ¿Por qué se las habrían vendido tan barata? De cualquier manera no protestaron en lo absoluto, encantados como estaban con su buena suerte.
El único detalle que les incomodaba, era aquel cuadro de payaso que se vislumbraba al fondo del corredor en la planta alta. Una pintura sumamente realista que mostraba a un hombre con una sonrisa inquietante, la cara blanca y los ojos muy abiertos, vestido con ropas estrafalarias y una enorme nariz roja.Tenía una mano extendida junto al rostro, con cinco dedos largos y enguantados.
Habían tratado de quitarlo de la pared solo para descubrir, con gran decepción, que era imposible. Alguien parecía haberlo atornillado minuciosamente al muro. Tendrían que remodelarlo por completo para lograrlo, pero eso sería después.
Los días pasaron apacibles para ellos hasta que una noche, la hija menor, la más pequeña de los tres niños que tenían, falleció en un accidente frente a la casa. Aquello fue un golpe muy duro para sus padres.
El payaso bajó un dedo, pero nadie se dio cuenta.
Semanas más tarde el hijo que le seguía en edad a la hija pequeña, murió también al caer por una de las ventanas de casa. Sus padres no podían creer tantas desgracias. El payaso bajó su segundo dedo, pero de nuevo pasó desapercibido.
Meses más tarde, el hijo mayor se suicidó colgándose en el ático. Para cuando estaban preparando sus funerales, sus padres, sumidos en una gran depresión, se percataron de que el payaso tenía tres dedos abajo y llegaron a la conclusión de que el cuadro estaba maldito. Y con él, toda la casa. Con razón les había costado tan poco.
Se prepararon para venderla y marcharse, pero antes de que pudieran completar la transacción, la esposa cayó muy enferma y falleció sin remedio.
Cuando el padre volvió a mirar el cuadro del payaso, solamente con su pulgar arriba, supo que el siguiente sería él. Presa del pánico no quiso esperar más, tomó su revólver y se disparó en la cabeza, liberándose de esa casa maldita.
Meses después la vivienda volvió a venderse y la familia Brown la ocupó con gran alegría. Lo que más les llamó la atención, fue ese curioso cuadro con un payaso horrible, que no pudieron quitar. Tenía todos los dedos de la mano extendidos.
Este cuento de terror corto es uno de los más populares de Internet. Aunque a causa de la poca popularidad que gozan los payasos hoy en día, cuesta creer que alguien podría colocar un cuadro de alguno en las paredes de su casa.
Muy bueno para causar terror aunque me hubiera gustado que hubiera el padre quemado el cuadro con toda la casa