Descripción: Un samurái, harto del ratón que vive en su casa, lleva tres gatos diferentes a vivir con él para ver cual de ellos es capaz de atraparlo.
Personajes: Samurái, Gatos, Ratón
PRIMER ACTO
Se abre el telón mostrándonos una habitación decorada al estilo oriental. Un samurái duerme sobre su tatami en el suelo, mientras un ratón entra en escena muy sigiloso. Se acerca hasta la mesa y empieza a comer queso de ahí, riendo maliciosamente. Luego, sin querer, hace un ruido y el samurái se despierta.
Samurái: ¡¿Otra vez?!
Coge una escoba para perseguir al ratón, quien rápidamente se escabulle fuera de escena.
Samurái: Esto no puede seguir así, mañana mismo me consigo un gato.
SEGUNDO ACTO
El samurái entra en escena llevando consigo a un gato muy atractivo, el cual no deja de acicalarse y camina vanidosamente.
Samurái: Un gato tan bello y magnífico como tú, seguro que es buen cazador.
Gato: Sí, sí, lo que digas.
Samurái: Venga, ¡deshazte de ese ratón en cuanto lo veas!
El ratón se asoma curioso a escena.
Samurái: ¡Mira, allí está! ¡Ve tras él!
El gato comienza a corretear al ratón, quien lo hace tropezar y roba otro trozo de queso antes de marcharse muy campante.
Samurái: Un gato bello pero muy tonto, esto no es lo que estaba buscando. Mañana mismo me consigo a otro.
CUARTO ACTO
El samurái llega a casa acompañado de otro gato, menos atractivo que el anterior pero con una astuta mirada. El felino observa la habitación entera con sospecha.
Samurái: Tú seguramente no me vas a fallar, dijeron que eres el gato más listo de todo el pueblo.
Gato: Así es, nadie es tan astuto como yo. En cuanto ese torpe ratón asome la cabeza, será mi cena.
Samurái: ¡Pues bien! A esperar.
Los dos se sientan a aguardar la llegada del ratón, que se asoma muy tímidamente, sin atrever a salir de su rincón.
Samurái: ¿Qué le pasa?
Gato: Sospecha de mí, al parecer no es un ratón tan tonto.
Samurái: Un gato inteligente pero demasiado intimidante, esto no es lo que estaba buscando. Mañana mismo me consigo a otro.
TERCER ACTO
El samurái vuelve a aparecer en escena, esta vez llevando a un gato gordo y que se la pasa bostezando. El hombre se lamenta.
Samurái: ¡Qué mala suerte la mía! Solo a mí se me ocurre buscar un nuevo gato en aquel templo zen. Animal más flojo no puede haber, este de seguro ni siquiera va a hacer el intento.
El samurái se retira en dirección opuesta a donde ha entrado, siempre lamentándose y quejándose. Poco después el ratón vuelve a asomarse y mira al gato, que se ha acostado a dormir en el suelo.
Ratón: ¿Y con eso se piensa que va a atraparme? Que samurái tan más tonto, si está claro que este gato es un inútil. (Se acerca al felino). ¡Ni siquiera está despierto! Que gato tan más tonto, ahora sí voy a poder comer a mis anchas, jajaja…
De repente, el gato lo atrapa de un zarpazo y lo tumba en el suelo, de donde el ratón no se vuelve a levantar.
Gato: Seré gordo y dormilón, pero hasta yo tengo mis mañas.
FIN
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