Cuento enviado por Urne César (fan del blog). ¡Es su primer cuento en el blog! ¡No olvides dejarle comentarios!
15/AGOSTO/1998
A quien lo encuentre:
Después de meritar un muy largo tiempo, eternamente me pareció, y aun mas eterno en disponerme a saber si debería escribir mi relato, me eh determinado a hacerlo. Estoy sumergido en la locura descabellada y, para ser honesto, estoy harto. Vivir se ha convertido en un martirio, cada vez más frecuentemente lo veo, lo escucho, me persigue, me toca, me ataca, está allí entre la obscuridad de lo desconocido que aun nadie ha visto, entre lo inimaginable, parecido a la peor película de terror, está delante mío, en mi realidad, y profana dentro de lo más recóndito y distante de mis sueños, se adueñó de mis pensamientos, se ha adueñado de mi cordura.
Parece ser que, de alguna manera, esta cosa dejo el ilusionismo y entro en lo físico, o quizás fui yo quien se trasladó de lo físico a lo ilusionista, quien sabe.
Para ir más a fondo, tratare de resumir los hechos de mis acontecimientos, para que la pobre alma que encuentre mis escritos, entienda el porqué de mis palabras.
Mi nombre es Kalvin Strupper, de 46 años de edad, originario de…a decir verdad mi origen y mi vida en personal y general no tienen mucha importancia.
Fui tripulante del majestuoso barco “Epifanico”, estaba al servicio de la cocina, era el chef auxiliar de la tripulación. La tripulación en si era muy escaza y no por falta de hombres, si no por el trabajo que en sí, era bastante fácil.
Mi trabajo consistía en dar de comer a la tripulación, mientras que estos deberían mantener en dirección el barco con rumbo a Boston, Estados Unidos, para entregar un carro último modelo a un banquero rico de ese estado.
El carro, un Ferrari Dino del 74, una majestuosa belleza de esos tiempos, había viajado en tráiler desde su lugar de nacimiento, Maranello, Italia, atravesando gran parte de Europa hasta su destino y donde nosotros lo recibiríamos en Cádiz, España. Zarparíamos del puerto de “La bahía de Cádiz” poniendo rumbo fijo hacia Boston, atravesando el mar Atlántico.
En sí, mis recuerdos del trayecto son muy escasos, pero por alguna razón, lo que recuerdo a la perfección es el momento en el que entramos al infierno.
Como era de costumbre, mi día empezó desde las 9:00 a.M, mis compañeros de trabajo eran tres personas, el más menor era Esteban, un novato de 17 años de edad, al parecer era sobrino de un tripulante que logro convencer al capitán de dejarlo abordar en las cocinas, era un chico bastante curioso le gustaba aprender el arte de cocinar y hacia muchas preguntas -¿Por qué esto?, ¿Por qué lo otro?- no niego que, en veces me llegaba a desesperar, pero reconozco que me alegraba su compañía. Con nosotros compartía la cocina Martha Sánchez, una mujer de nacionalidad mexicana, bastante atractiva, era de mediana estatura, más o menos, me llegaba a la altura de la barbilla, tenía el pelo negro brilloso y le caía hasta la cintura, con un fleco de cacerola encima de los ojos. Tenía las caderas anchas y era muy delgada y debo admitir 2 cosas, una que ella era muy pero muy atractiva y que su sazón era mucho muy mejor que el mío. Y por último estaba nuestro jefe, Ramón Bolaños, líder de la cocina y chef principal, un señor de avanzada edad con mucha barba, que le llenaba las mejillas y de un excelente humor, no había día que no nos hiciera reír a carcajadas.
Un día, no recuerdo cual, cerca de las 13:46 p.M, la tripulación estaba alarmada, puesto que, se había dado advertencia de que atravesaríamos una tormenta tropical con alta probabilidad de volverse un huracán de fase 2. Entraríamos alrededor de las 15:00 p.M y solo Dios sabría cuando saldríamos de allí.
Esa advertencia la escuchamos de Esteban, que era el encargado de poner los manteles y estar sirviendo el bufete, los menú, los cubiertos. Martha y yo, generalmente nos pasábamos los días en la cocina, ya que siempre había algo que hacer, Esteban como novato andaba de un lado a otro, viendo la grandeza del mar y charlando con los tripulantes mientras que el jefe, pasaba la mayor parte del día supervisándonos y yendo a platicar con el capitán (al parecer eran muy buenos amigos). Así que por esas razones no conocía mayoritariamente a los tripulantes.
El día continuo su camino, al igual que el barco por el altamar, estábamos acabando la ración para servir a las 14:30 p.M, cuando, de pronto, entro Esteban bastante atareado y asustado, diciéndonos casi a gritos que saliéramos a contemplar por cubierta un suceso bastante raro.
Salí casi enseguida de él y por detrás de mí Martha, un poco excitado, porque pensé que sería la tormenta que nos aguardaba, pero sin embargo el paisaje era otro.
Casi enseguida de que Esteban nos dio la noticia de la tormenta, llego un marinero, saturnino se llamaba, encargado de las alarmas meteorólogas y los protocolos de seguridad del barco y nos confirmó la noticia de lo que nos aguardaba, entraríamos entre 15:00 y 15:45 p.M y nos dio indicaciones de lo que teníamos que hacer. Sin embargo lo que yo me imagine no era nada con lo que yo veía, eso, fuese lo que fuese, no era nada parecido a algo que antes hubiéramos conocido.
A lo lejos vislumbramos un cielo que estaba en una sola nube, cubriendo todo el mar por delante, esta nube parecía un tornado o el forjamiento de un huracán que hoy en día la nasa puede captar desde el espacio exterior, era una difuminacion entre el negro, el rojo, el naranja y el amarillo, la nubosidad era como una advertencia de que nada marcharía bien. Encima de nosotros el cielo estaba bien, tal como lo conocemos azul y blanco, pero en esa zona parecía que el mar se había levantado, o por el contrario el cielo se había caído, puesto que no se veía mucha distancia entre estos dos. En este punto, y supongo que a más de uno, nos hubiera gustado regresar por donde vinimos, pero el capitán ordeno seguir adelante.
Aquella nube, literalmente, se extendía a miles de kilómetros hacia el Este y el oeste, y cuando el barco se acercó más, se podía ver entre el medio del mar y el cielo (como una galleta oreo con ambas galletas arriba y abajo y en medio la crema, abrazados y apachurrándola) una penumbra neblinosa verdosa con amarillo y una especia de relámpagos azules muy, muy claros, haciendo una difuminacion de esos colores en aquella neblina. En este punto el cielo ya estaba rojo, naranja y negro, la forma del tornado-huracanado se veía tan claramente que me hubiera gustado sacarle una foto. El mar ya no era de todo azul, más bien era de un morado tan pero taaan oscuro que muchos lo daban por negro.
Se predijo que entraríamos entre las 15:00 y 15:45 p.M, pero al parecer, había más distancia de la esperada y entramos exactamente a las 16:34 p.M (valla que curioso que aún lo recuerde), y los sucesos, “paranormales” como los denomine yo, empezaron a ocurrir. Cerca de las 16:40 p.M, todo el barco se inundo en un caos, para empezar, los relojes y brújulas giraban sin sentido aparente, hacia todos lados, pareciera como si el norte ahora se encontrara en el oeste, sur y este, al mismo tiempo, o como si el norte se moviera de un lado a otro a una velocidad sorprendente y la brújula fuera incapaz de alcanzarlo. Mientras que en los relojes, las manecillas, giraban en torno de ningún lado, era como si las 16:41 se moviera y las manecillas del reloj intentaran atraparlo. Los objetos electrónico quedaron inservibles, y el motor del barco de pronto dejo de funcionar, únicamente nos impulsaba una especie de viento que un ser humano es incapaz de sentir. Los radios dejaron de funcionar y de dar señales, el timón, por alguna rareza, se puso totalmente en alto, nadie era capaz de hacerlo girar a izquierda o derecha, pareciera que una fuerza fantasmal lo detuviera, era como si el mismísimo Hércules no quisiera que retornáramos.
En mi lugar de trabajo no hubo excepciones, las estufas, los hornos, todo dejo de funcionar, el agua que teníamos pareció haberse, de la nada, desintegrado, evaporado, algo por el estilo, teníamos en almacén netamente 6 barriles de 40 litros de agua potable, de los cuales, ninguno contenía ya el líquido de la vida. Y no solo eso, parecía que, en esa especie de dimensión o Dios sabe que era, el fuego no podría existir, el gas de las estufas, parrillas, ni siquiera de los encendedores, existía, así que no había nada para hacer fuego. Afortunadamente, el capitán siempre era cuidadoso con los peligros del mar, y dentro de la cocina teníamos provisiones de frijoles y demás comida enlatada para al menos 6 meses, moriríamos de sed, pero no de hambre.
Supongo que paso alrededor de media hora, cuando el capitán Donald, finalmente, convoco a todos a la sala principal, una gran sala de estar, con sillas y sillones para poder leer tomar, cantar, o lo que hicieran para divertirse. Recuerdo que en la estancia conté mas o menos 36 tripulantes (yo incluido), pero como todos se movían, a lo mejor había más, había menos.
El escenario de la reunión era un caos, todos gritaban preguntando ¿dónde estaban?, ¿Qué pasaba?, ¿Por qué no servía nada?, el sub jefe hizo callar a todos e inmediatamente, el capitán, empezó a pedir a los comandantes que dieran aviso de todo lo que fallaba. El motor se había detenido completamente, informo el de mantenimiento, al parecer exploto sin hacer ruido, un suceso muy extraño que lo tenía irritado, ya que, el aseguraba, todo por fuera parecía bien, pero los cables que conectaban todo con todo estaban tan dañados, que lo único que se le ocurrió era que alguna rata había hecho de las suyas. Empezaron a darse más informes y por lo que yo pensé, el barco estaba muerto. El miedo se hizo presente y se hizo una turba que pensé que toda la tripulación haría un motín. Enseguida, tras aquella desesperación, alguien grito, “hay alguien a fuera”. Por un momento pensé que sería una especie de distracción para que, los jefes, corrieran a sus camarotes a resguardarse del caos, pero casi al instante alguien más vocifero “que mierda es eso, soy yo, oh esa cosa no tiene brazos”. Los demás tripulantes no se hicieron callar y empezó un gritadero, como si, el barco en algún momento, se convirtió en un tianguis con muchas ofertas. El capitán Donald, inmediatamente alzo los brazos y con ellos la voz eh hizo caer a todos en un silencio, y haciendo caso omiso a lo que Alguien más decía dijo “calmaos, saldré a ver qué pasa”.
Tras él, el resto empezamos a salir, llevados por el morbo y la curiosidad, tengo un extraño recuerdo de que, al igual que yo, Martha salió conmigo, repleta de miedo y curiosidad, estaba tan enganchada a mi brazo derecho que a cada paso que daba, sentía sus pechos contra mi brazo y naturalmente se produjo una erección en mí que, así como rápidamente vino, rápidamente se fue.
Durante ese momento hice a un lado la realidad y empecé a tener una especie de “fantasía traviesa” con mi acompañante, hasta que, repentinamente, tronaron mi hermosa burbuja con un “que puta mierda es eso”. En un repentino estallido de euforia, miedo y varios tripulantes orinándose de la confusión y el terror, busque mi realidad y vi que el cielo aun tenia aquella rareza, aún estaba pintado de naranja, rojo y negro, en forma de un torbellino que mezclaba todos los colores, la neblina aun tenia aquel tono verde amarillento con algunos destellos azul muy, pero muy claro, pero ahora pude apreciar una especie de blanco, como cuando cae una lluvia tan fuerte sobre el piso que se provoca una neblina, ese blanco le daba algo que lo hacía ver muy febril. El mar ahora dejo el morado atrás y ahora se pintó de una especie de aurora boreal, de los colores lila. Morado, magenta, rosa, esa clase de tonos. Debo admitir que el paisaje me parecía en ese momento tan hermoso hasta que gire la cabeza hacia enfrente y toda la hermosura murió.
Aquel extraño cuerpo que nos alarmo era una criatura mística quizá, saliente de alguna leyenda o de la mente de algún escritor de películas de horror, no sabía a ciencia cierta si estaba físicamente, o estaba como materializado en una ilusión, a decir verdad, a este punto perdí toda esperanza de que esto era una pesadilla. La extraña figura tenía algo que la hacía ver como humanoide pero no era así, no tenía brazos, tenía algo como un cráneo muy alargado que, a un humano normal le caería hasta las rodillas, en aquel tipo de cráneo había algo como óvalos cuadrados, como los músculos abdominales que se forman los fisicoculturistas, alargados y bien definidos. Al parecer su torso era del tamaño de una manguera, totalmente de huesos, o más bien de un solo hueso que acababa por donde empiezan nuestras rodillas, y allí abajo como una especie donde termina el palo y empieza un trapeador, había algo como entre los tentáculos de un pulpo, las escamas de un reptil y el pie de un pájaro, todo junto, inenarrable, asqueroso. Del cráneo que pareciera tenía el diámetro de una llanta de una camioneta monster, salían una antenas, parecidas a las de una cucaracha, pero muy gruesas largas, 6 metros fue mi calculo y esa entidad desde el comienzo del cráneo hasta el piso no media más de 2.65 metros, o eso pienso hasta el día de hoy. Esa cosa fuera lo que fuera estaba hay de frente hacia nosotros, viendo sin ver, haciendo que la locura se apoderara del resto.
El silencio se hizo presente, hasta que aquella cosa, lo corrompió, lanzo algo como una especie de grito-gemido, parecido al que hace una mesa de madera al ser arrastrada por el piso, después empezó a vociferar cosas parecidas a las palabras, cosas extrañar con un sonido tan agudo, como el rechinido de un pizarrón. Después al parecer a esa cosa, su medio de comunicación empezó a tornarse más grave y, fue entonces, cuando me di cuenta que estaba diciendo palabras en diversos idiomas, porque cuando preste atención oí un “bienvenidos” otras 6 palabras y entendí después un “welcome”. Entre más palabras decía más bajo se escuchaba y, entre más bajo se escuchaba más distante parecía de nosotros, hasta que, al igual que sus sonidos, la cosa, “the stranger” lo apode, desapareció sin dejar pista.
Después de aquello, el caos, el pánico, el miedo y, naturalmente, el hambre hicieron su aparición. La mayoría de todos, mientras destapábamos latas de comida, quería que se volviera por dónde venimos pero había tres problemas: el timón no giraba, las brújulas se volvieron confusas, y ahora aquel cielo y aquel mar nos rodeaba por todos lados hacia donde mirábamos. Escuche muchas veces que estábamos en el infierno, otros decían que era otra dimensión, incluso un hombre llevado por el miedo sugirió hacer sacrificios para calmar el odio de los dioses hacia nosotros.
Ignorando el tiempo transcurrido, la deshidratación se apoderaba del barco, las pesadillas también tomaron papel en la gente y la locura se empezó a difundir. La mayor parte de mi tiempo la pasaba con Martha, platicando para mantenernos cuerdos, me contaba de su pequeño hijo de 4 años, Braian le hizo llamar, y de lo que para ella significaba la vida, el tiempo, aquel lugar y aquel monstruo. Al igual que a mí, el apodo “The stranger” le gusto y desde ese punto nos referíamos a eso como the stranger. Durante nuestras platicas, ella me contaba que su pequeño hijo, una vez, para faltar a la escuela, se pintó con marcador manchitas rojas, ella alarmada la llevo al doctor el cual se rio de ella por haber sido engañada, estábamos riendo cuando de pronto, un marinero soltó un grito de “ya no puedo más” se paró de golpe, camino a la orilla del barco y se lanzó por la borda. Inmediatamente me pare de prisa y después de otros 2 marineros que habían llegado antes me asome a cubierta. Al correr espere oír el ruido que se hace cuando algo pesado cae en algo profundo pero para mi sorpresa, no hubo tal ruido, al asomarme espere ver las ondas que quedan tras haber caído algo y, nuevamente para mi sorpresa, no había tal cosa.
Esteban a pesar de ser el más menor de todos, no parecía tan afectado como el resto, andaba siempre de aquí para allá ofreciendo comida, mantas y trayendo informes de lo que pasaba. Extrañamente en ese lugar cada persona sentía un diferente clima, a mi parecer está perfecto, había una brisa refrescante, por otra parte Martha, siempre tenía un enorme frio, incluso a veces temblaba, Esteban, al igual que yo, sentía la brisa, pero nos contaba que había un marinero llamado Raymundo que sentía tanto calor que a veces estaba bañado en sudor.
Pasaron aproximadamente 2 horas, o eso creo, cuando decidí ir por algo de comida, Martha se quiso quedar donde estaba, puesto que sentía tanto frio que decía estaba entumecida. Y creo que fue una buena decisión, al entrar a la cocina rumbo al almacén, vi una escena desagradable, al parecer Ramón, una gran persona, y mucho mejor jefe que chef, decidió dejar el viaje, a su lado estaba un cuchillo de gran dimensión ensangrentado y sus venas totalmente cortadas, fue así como empezó una cadena de suicidios. No sabía qué hacer ante esa escena así que cogí 2 latas y me marche, esperando que alguien más lo encontrara y supiera que hacer. Después de aquello, Esteban fue a donde Martha y yo acostumbrábamos estar, y con arte de detalle nos contó que, un marinero, que no sabía quién era, estaba tomando más de 3 latas, otro marinero de nombre José vio lo que hacía, empezaron a forcejear y el forcejeo se volvió una pelea en donde José tomo un tenedor y con demasiada fuerza, se lo clavo en los ojos. Ante el dolor el otro marinero se dejó caer de rodillas tocándose la zona afectada, mientras que José tomo un cuchillo y empezó a acuchillar, como un asesino que goza de hacerlo, al marinero ciego ahora. Tras recapacitar la escena, José quedo tan perturbado que, finalmente, se llevó el cuchillo a la garganta cortándose la yugular y dejando una escena nefasta de un asesinato-suicidio. Más tarde el capitán, que pasaba preguntando al resto como estaban, llego a con nosotros, informándonos que en total había 43 tripulantes (nosotros incluidos) pero la locura empezó a replegarse y ya había 28 marineros supervivientes, extrañamente, los muerte coincidían en muertes, ya fue por suicidio o por homicidio.
Finalmente, bajo la deshidratación, las pesadillas y el resto, tenía una vana esperanza de que, saliéramos al mar Atlántico de nuevo, pero mi hermoso sueño se transformó en pesadilla. Martha tras observar aquel duro escenario, empezó a perder el apetito y el sueño, tenía grandes ojeras, estaba demasiado flaca, le costaba mantenerse en pie, y su espalda tomo una especie de curva, una joroba empezaba a salir. Lo último de ella fue que, me pidió que la ayudara a llegar al baño, la acompañe y me pose a fuera esperando que me llamara para ayudarla a salir. Espere mucho, realmente mucho tiempo, y me empezó a preocupar, ya que tocaba y no recibía respuesta, así que pensando que se había desmallado o había caído decidí entrar y, para mi sorpresa, mi último recuerdo de ella es fatal. Estaba hay colgando del aire, sujetada a una cuerda alrededor de su cuello, sus pies no tocaban el suelo y, desafortunadamente llegue tarde, ya había muerto, así fue como nos volvimos 27 tripulantes y al parecer ella cerro el ciclo de suicidios.
Después de eso me percate de 2 cosas, la primera era que, el resto de la tripulación así como yo, manteníamos cierta esperanza de poder vivir y la segunda era que, nadie se había atrevido a arrojar los muertos por la borda, a mi parecer llevábamos una semana desde que el primer marinero, -Jesse se llamaba-, se había lanzado a aquella cosa donde antes había mar, y desde entonces, nadie más había caído, sido tirado, o se había arrojado, por lo tanto era evidente que debía de haber un olor a putrefacción, lo cual no estaba pasando.
Durante el tiempo siguiente, el capital convoca a la tripulación restante. Al parecer el, en colaboración con Saturnino, intentaron de llegar a una conclusión del lugar en donde estábamos y tomar una decisión definitiva de lo que tendríamos que hacer para sobrevivir, desafortunadamente nos informó que, por más que daban vueltas al asunto lo único daba como resultado era la partida, por lo tanto dejarnos llevar por el destino fue la opción final.
No se sabía a ciencia cierta, cuando tiempo llevábamos, ni cual era nuestra posición exacta o, si al menos aun estábamos en el planeta Tierra. Y dentro de esas malas noticias, hubo otras aún peores. Un tripulante, de alguna extraña manera había adquirido una especie de alergia, algo como un salpullido, muy parecido a la varicela, todo el cuerpo lo tenía repleto de granitos, blancos, como el acné que sale en la cara. Parecía que esos granitos blanco, contenían un virus, por lo tanto el doctor del barco -Francisco se hacía llamar- hizo lo que pudo para tratar de sanarlo, pero era una enfermedad desconocida para él. Al principio quiso hacer estallar un granito, tomar una muestra y tratar de examinarla, pero mediante la observación vio que, algunos granitos estaban pasando de lo blanco a lo verde, por lo cual opto por no hacer lo que pensó, ya que no sabía que era ni si era muy contagioso y era evidente que, en aquella embarcación no había nada para poder hacer un antídoto. Los síntomas en ese hombre eran pocos, picazón, falta de apetito y ausencia de sueño.
El doctor paso los días con aquel paciente, en una especie de cuarentena, pero al parecer ya era muy tarde, yo calculo cerca de 2 días cuando ya la mitad o más de la mitad de tripulación estaba infectado por lo mismo, dentro de ellos se encontraban Saturnino y Esteban. Era obvio que yo esperase que, en cualquier momento, esa epidemia profanara y cuerpo y me hiciera un paciente más, así que por lo cual estaba ayudando a los pacientes en llevarlos al baño, cobijarlos, cosas por el estilo, esperando a que me llegara a mí.
Sin más decidí ir con el doctor Francisco, a ver cómo iba con sus observaciones con el primer paciente, para mi sorpresa él también había caído en esa enfermedad y sin resultado aparente. El me conto que los síntomas se habían intensificado y que no tardaría mucho en que los demás lo imitaran. Dentro de los síntomas del primer enfermo (Julio se llamaba) estaba ya la caída de pelo, vello de todo, estaba básicamente lampiño de todos lados, vomitaba, orinaba y defecaba sangre, perdida de la memoria, estornudos con salpicaduras de sangre, toses tan fuertes que parecía que en cualquier momento moriría, los granitos se habían coloreado de un verde tan fuerte que casi parecía negro, y estaba en posición fetal puesto que decía que no soportaba el dolor de estómago. Ante aquello naturalmente me alarme, puesto que lo que fuese ese lugar me dio una muestra de lo que me aguardaba y por un momento la idea de encajarme un cuchillo no sonaba tan mal.
Poco después de tal vez 6 horas, tal como predijo el doctor, el resto de los enfermos empezó a imitar a Julio, recuerdo que era horrible decirle a Esteban que todo marcharía bien, aun sabiendo el tanto como yo, que se trataba de una mentira muy, muy cruel.
Mientras estaba con el Donald me hablo y dijo que lo acompañara enseguida con el doctor Francisco puesto que había un acontecimiento que teníamos que ver. Al llegar al camarote donde aún se tenían en “cuarentena” el doctor y él nos percatamos, inmediatamente que, los grano de Julio había desaparecido en su totalidad, pero este estaba en posición fetal, sudando y llorando por un dolor muy pero muy fuerte en su estómago. Las provisiones de inyección con ampicilina, aspirinas, paracetamoles y pastillas así, estaban casi acabadas puesto que decidimos tratar a los enfermos con eso, pero antes el espectáculo próximo que veríamos, decidiríamos que nada podía hacerse ya.
Durante un momento Julio dejo de temblar, de llorar, de moverse y bajo su costado izquierdo en la posición fetal que se encontraba estaba saliendo una especie de tinte verde, algo como sangre, entonces para ver que era, el doctor lo hizo girar boca arriba, en posición de estrella caída y estaba, en donde tenemos el estómago, un gran grano que se lo cubría, literalmente parecía un estómago, y esta hay pulsando y mientras bajaba la cabeza para vomitar ante la asquerosidad que estaba escuche un gran BOOOOOOOM. Esa cosa exploto, junto con Julio, las entrañas, los intestinos, todo su interior se propago, llenándonos de las cosas interiores que alguna vez estuvieron dentro de Julio. Salimos corriendo de allí, asqueados, vomitando, impresionados por el destino, por la manera en que los demás enfermos morirían, porque a esas alturas estábamos segurísimos que a todos les pasaría.
El doctor Francisco opto por derrumbarse con el resto, a esperar valientemente su destino, mientras Donald, me dijo a mí y a los que quedan aún sanos, o al menos eso parecían, que si no quisiéramos ser parte de las próximas explosiones de marinero, entráramos a su camarote, con el resto de provisiones y esperáramos el final. Y así lo hicimos.
Pasaron, por lo que yo pienso que fueron, cerca de 12 horas, tal vez más, tal vez menos quien sabe, y entonces empezó aquel bombardeo que sabíamos que pasaría, fue algo descomunal, se oia como una balacera entre bandas rivales, pero con pensar que era gente escupiendo sus órganos internos, las pesadillas que teníamos soñando despiertos hicieron sus apariciones. Curiosamente dentro del camarote quedábamos 6 y, por primera vez en dios sabe cuánto tiempo, dormimos bien.
Al despertar salimos a cubierta, y miramos aquella nefasta escena, (no la describiré puesto que es tan grotesca que aún tengo pesadillas, pero a quien este leyendo esto se lo dejo todo a su imaginación). Tras observar todo aquello, de la nada apareció nuestra esperanza soñada, a lo lejos Donald, Mackenzie, Armando, Julián, Lucas y yo, observamos a lo muy distante, las primera luz en quien sabe cuánto tiempo, la luz del cielo blanco y azul, y el mar azul, hasta donde la vista se alcanza a ver. No hicimos nada para festejar, a decir verdad tras todo lo que había pasado ni siquiera teníamos idea si la vida pareciera una mejor idea. Y estábamos allí, a punto de dejar atrás aquella aterrante, malévola, inenarrable dimensión cuando, de pronto, de la nada y sin previo aviso, algo parecido a una especie de maremoto, con grandes olas de esa agua de color boreal se estampó contra el barco, directamente, un aire infernal que al acariciar el rostro parecía gritarte, como los gritos de un bebe llorando pero más agudos y fuerte, se fueron intensificando más y más hasta que de la nada el maldito barco se partió en dos. Lo último que recuerdo fue que, un cuchillo que pareció lanzado por un beisbolista profesional se dirigió en torno a mi rostro y, por el violento movimiento del barco, tal vez el destino, la vida, Dios en sí mismo, decidió darme otra oportunidad, poniendo enfrente de su trayectoria hacia mi aquel cuchillo el rostro de Mackenzie, lo atravesó, el mango quedo hasta el fondo de su cara, no vi donde se estampo, y salía el puntiagudo filo con el que empezaba, puse las manos enfrente para que no rebotara su cráneo y su cuchillo clavado en mí y tras hacerlo a un lado y perdiendo totalmente el equilibrio caí hacia atrás dándome un golpe tan fuerte con al parecer un tubo que, instantáneamente quede inconsciente.
Ahora después de todo el acontecimiento que acabo de relatar, no recuerdo nada después de aquel golpe, solo recuerdo que desperté en un hospital, al parecer me encontraba en Tecate, Baja California, y había sido encontrado por un pequeño barco pesquero (los doctores afirmaban que al lanzar la red y subirla de nuevo, entre los peces, me encontraba yo). En ese momento no tenía nada que me identificara, y mi cerebro no hizo siquiera esfuerzo alguno para ayudarme, recuerdo que la fecha de ese día era un 20 de diciembre de 1990. Se me permitió, por ayuda de la buena gente de ese lugar, quedarme algún tiempo para tratar de recomponer el rompecabezas de mi memoria. Poco a poco, a base de pesadillas recordaba fragmentos del viaje, pero sabía que contarlos haría que me vieran como un loco. Después de alrededor un mes, era un 25 de enero del 91, mi cabeza recordó mi nombre y mi nacionalidad. Se me traslado de inmediato a mi lugar de origen en Madrid, y tras un largo tiempo de entrevistas, investigaciones y demás recuerdo que me daban por muerto y no solo eso, decían que de la tripulación, hasta el momento, no había rastro de nadie, ni de nada. Según me contaron y hasta ahora lo recuerdo, nuestro viaje empezó el 16 de febrero de 1982, teníamos que llegar a Boston alrededor de abril-mayo del mismo año, pero no fue así. Se me interrogo, investigo, incluso se me encarcelo bajo cargo de “robo a empresa” pero al no tener evidencia salí libre.
Los años siguientes fueron una pesadilla, fui con psicólogos, psiquiatras y cuanta mierda de esas personas y en tono se me diagnostico con lo mismo esquizofrenia. Y no lo dudo puesto que cada día, cada noche es un martirio, hay veces en que no puedo dormir, y si el sueño me vence, las pesadillas me atacan. Cada noche siento que crece algo en mi estómago y está a punto de estallar, otras veces al entrar al baño veo a Martha colgando, y otras mientras me dirijo a mi trabajo, como camionero de ruta publica, veo a the stranger en la gente, no puedo ver ningún cuchillo porque pierdo el control, el cielo me aterra, siento que en cualquier momento cambiara y nos trasladara a esa dimensión, y el agua tampoco me hace más valiente. Estoy solo, paranoico y vivo con miedo a todo y para ser franco ya no puedo más. Hace poco vi en las noticias que, cerca de la punta donde se forma el famoso “triángulo de las bermudas” apareció un náufrago, salvado por un barco de turistas, al parecer el 1 de julio de este año fue llevado al hospital y el 09 de agosto de este mismo año, pudo despertar de su coma. El sujeto responde al apellido de Donovan, quien dice ser superviviente de un barco llamado “epifanico”. Era obvio que lo conocía y que además, en efecto viajo conmigo, pero por mi parte ya no quiero saber nada de este tema, tal vez él tenga algo más que contar, pero mi 9 milímetros me afirma que una vez que la ponga en mi boca y jale del gatillo todo esto habrá acabado. Quiero recalcar que esta es la primera vez que hablo, o más bien que escribo, abiertamente ese infernal viaje y si, la persona que encuentre esto quiero internarse más en lo sucedido, le informo que tras una pequeña investigación que hice por mi cuenta después de la interrogación, pude encontrar la lista de los hombres que conformaban mi investigación, y dentro de ella, al igual que a mí me sorprendió, descubrí que aquel naufrago encontrado que responde al apellido de Donovan, lleva como nombre Jesse…
Hasta nunca.
18 de agosto de 1998.
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