Cuentos Largos de Miedo

¿Por qué las chicas corren de mi?

¿Por qué las chicas corren de mí? ¿Qué tendría de malo? ¿Por qué no le agradaba a las chicas? Tal vez no sería el más fuerte, el más apuesto, el más agradable, o el mas extrovertido, pero ¿Por qué me detestaban tanto? Mis compañeras de curso trataban de alejarse de mí lo más posible, chica a la que intentaba acercarme, corría, que podía hacer, era un don nadie, un cero. Pero esa tarde esa fatídica tarde, la vi, era hermosa, su tés blanca encandilaba a mis ojos cafés, sus ojos azules, hacían temblar mi piel su angelical rostro me derretía, sus cabellos dorados, esos trigales que mas parecían campos de lavanda, me enloquecían. ¿Qué podía hacer? Ella no me aceptaría sin importar nada. Aunque teníamos mucho en común, ambos éramos tímidos, introvertidos, nos gustaba leer, y estar solos, pero no me aceptaría. Bueno no puedo seguir en las sombras, no puedo saber si me querrá o no, mientras no le pregunte si quiere un cita con migo. Me llene de valor, le pediría si podía acompañarla a casa, con la escusa del sicópata del barrio Luz Fernández que rondaba los alrededores, cuando fuera hora de irnos la alcanzaría y la acompañaría a su casa, en el camino, le pediría si quería salir con migo, nada puede salir mal.

Todo salió mal, no logre alcanzarla, se escabullo entre la multitud de jóvenes saliendo para ir a sus casas, pero no me daría por vencido la encontraría. El sol se fue, y yo buscaba. Que intentaba hacer, a esas horas ya debía estar en su casa, descansando, pero yo seguía buscando. No sé si fue por interferencia divina, o maligna, pero de pronto al doblar una esquina, detrás de un basurero, estaba ella. Pero ahora estaba distinta, tenía sangre en su rostro, que aumentaba su expresión de horror, su cabello, normalmente lacio, estaba todo revuelto, y sus ojos azules, estaban rojos por tantas lagrimas que demostraban haber derramado, yo corriendo me acerque a ver que podía ocurrirle, y al verme ella solo me abraso, lloro, y me pidió ayuda, estaba asustada, no podía caminar, porque tenía roto un pie. Alguien la seguía, era ese sicópata del que tanto hablaban, en ese momento, me sentí un inútil, si la hubiera alcanzado, podría haberla salvado, todo era mi culpa, pero no podía echarme a llorar junto a ella, tenía que ayudarla, sin mi junto a ella, seguro moriría, pues no podría salir de ese laberinto de casas que formaba el barrio Luz Fernández, al menos no antes de que el sicópata la atrapara. Yo conocía el área muy bien, pues, cuando niño, jugaba a las escondidas con algunos amigos, pasábamos horas dentro de sus recovecos. Entonces, la apoye en mis hombros y la ayude a pararse, comenzamos a caminar, era un camino largo, y más aun con una persona herida, yo me sentía un héroe, estaba con una chica, y ella parecía más calmada, demasiado calmada, como para recién haber estado al borde de la muerte, bueno aun lo estaba, lo estábamos los dos.
Anne Margarete Karubin (002)

-¿Qué fue lo que te ocurrió… ósea, como terminaste hay? –fue lo único que se me ocurrió preguntar.-

-bueno, iba camino a mi casa, vi a alguien que intentaba arrastrarse, como no parecía estar borracho me acerque y trate de ayudarle, lo levante, y lo ayude a avanzar, note que me agarraba fuerte, cuando trate de soltarme no me dejaba le dije que me soltara y comenzó a reír, trate de gritar, pero me tapo la boca, entonces logre pisar uno de sus pies y me soltó, corrí pero él era muy ágil y comenzó a sacarse prendas de ropa, ya no era el gordinflón vagabundo de antes, por alguna razón, se detuvo y comenzó a reír, luego desapareció, en ese momento, por mirar a tras, tropecé con una piedra y me caí, con el pie así camine hasta el basurero, y me quede hay llorando hasta que alguien me encontrara, mientras se hacía mas y mas obscuro.

– Y el tipo, ¿Cómo era?

-¿Tipo? ¿Por qué piensas que era hombre? Bien pudo ser mujer, no lo vi bien, pero tenía una risa macabra, algo así.- miro con rostro extraño y rio, la carcajada llego a mi alma, la tomo suavemente entre sus manos, y la oprimió, hasta verla expirar.-

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Ya comenzaba a asustarme, algo me decía, que era una mala idea, por suerte ya casi estábamos fuera del barrio. Note que metía su mano al bolcillo y que sostenía algo, en ese momento la solté y me aleje, interrogándola.

– Tu eres la acecina ¿cierto? Tu mataste a esas 36 personas, fuiste tú y piensas hacer lo mismo con migo ¿cierto? ¿Qué tienes en el bolcillo? Es el arma que has usado para matar a toda esa gente confiesa lo que me dijiste fue una mentira.

– ¿Qué? De que hablas, piensas que lo que te dije fue una mentira, pues no, el asesino esta hay y me persiguió, simplemente tome esto, mi inhalador, mira, yo no podría hacer esto y si fuera un asesino no te mataría a ti, pues… bueno… pues… me… gu… porque me gustas. Desde hace mucho que quería hablarte, pero no me atrevía, tenía miedo que me rechazaras.

En ese momento mi corazón comenzó a latir muy rápido y me acerqué a ella y la abrace, mientras decía, – ¿En cerio? Yo ciento lo mismo, te amo.

Luego un silencio perpetuo se apodero del lugar, pero fue roto por una carcajada, luego un sonido de cuchillo al atravesar la carne, la sangre comenzó a brotar, y a caer al suelo, ambos caímos de rodillas, abrazados aun, yo dije, – te… te… amo.- luego saque el cuchillo de su abdomen y lo clave nuevamente en su pecho, luego en su cuello y repetí una y otra vez mientras la abrazaba, no quería soltarla, seguía enterrando el cuchillo y escuchaba su corazón detenerse lentamente, estaba feliz, otra carcajada marco el silencio, recordé ese día, no la encontré a la salida de la escuela, luego, corrí para adelantarla, sabía que cruzaría el lugar, me disfrace, y prepare mi treta, mas tarde cuando se me escapo, decidí hacer esto yo mismo, y dejar descansar a Flaxon, además así sería más fácil, yo sabía de sus sentimientos, y sabia que no dudaría en confiar en mí, ahora eran 37, 37 vidas, que se perdían en el barrio abandonado de Luz Fernández el lugar que escondía los cuerpos que nadie reclamaba, había sabido escoger mis victimas, la amaba, como amaba a la número 36, o a la número 35, o a la número 34, jajajajaja no se por qué todas las mujeres corren de mi, mis compañeras de curso, corrieron, las mujeres que no me conocían, corrieron, y, las mujeres que me amaban, mi hermana, mi prima, la chica rubia, todas, corrieron.

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Acerca del autor

Leunam Serrot

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4 Comentarios

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    • Mira dess nada esta redactado mal mira si hay algo que no me gusta son las personas negativas cómo tu y si tantas ganas tienes de comentar porqué no escribes cuentos de terror para ver si te gustan los comentarios negativos perdona si te ofendi

  • Cuando te invitan a a escribir un cuento aqu.í dice que no importa como sea lo que te piden es que de miedo y aunque es mala la redacción y la ortografía me dio miedo así que bien por ti se entiende la idea

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