La Casa de América, conocida también como el Palacio de Cibeles, es una construcción histórica que yace en el corazón de Madrid, habiendo despertado por años el interés de la gente debido a su ambiente misterioso y las cosas que de la misma se cuentan. La leyenda que vamos a relatar a continuación, sin duda es la más conocida y estremecedora.
Transcurría el siglo XIX cuando José de Murga, un joven perteneciente a la clase alta madrileña, conoció a una chica que trabajaba como cigarrera en el barrio de Lavapiés, llamada Raimunda.
José se enamoró locamente de ella, a pesar de su pobreza y las diferencias sociales que los separaban. Esto no gustó a su padre, quien alarmado por la situación, decidió investigar a la muchacha, ya que tenía un mal presentimiento. Tras llevar a cabo sus averiguaciones, el hombre decidió enviar a su hijo a estudiar a Londres por una temporada, con la esperanza de que pronto se le olvidara ese amor de adolescencia.
Los sentimientos del joven sin embargo, no hacían más que crecer a pesar de la distancia y el tiempo. Así, cuando José volvió de Inglaterra, buscó a Raimunda y se casó con ella en secreto, antes de que su padre pudiera prohibirla nada. Al poco tiempo de casados tuvieron una niña preciosa, que se llamó igual que su madre.
Más tarde, el padre de José murió repentinamente, dejándole en herencia aquella magnífica casa a la cual se trasladó para vivir con toda su familia. No sospechaba que sería aquí en donde el destino le tenía preparada la más cruel de las casualidades.
Un día, mientras se encontraba en el despacho de su padre, José encontró una carta oculta en uno de sus cajones, la cual estaba dirigida a él. Intrigado por el contenido, decidió abrirla y a medida que avanzaba en la lectura el horror lo invadía. En aquella misiva, su padre le relataba como en su juventud había tenido un amorío como una cigarrera del barrio de Lavapiés, la cual se había quedado embarazada de una niña. Nunca había reconocido a la criatura, por temor al rechazo que una aventura como esa podría provocar en su familia y entre la sociedad.
Muy tarde se arrepentía de no haberle dicho la verdad antes, ahora era demasiado tarde: José se había casado sin saberlo, con aquella criatura a la que él había despreciado y que no era otra que su media hermana.
Raimunda se sintió morir al saberlo.
Llenos de terror por el incesto cometido, resolvieron que tenían que terminar con el fruto de su pecado: ahogaron a su propia hija en un pozo de las cercanías y después emparedaron el cadáver entre los muros de su casa. Más tarde, José se suicidó al no poder afrontar la culpa y Raimunda desapareció sin dejar rastro.
Se dice que aún hoy, algunos visitantes de la Casa de las Américas pueden escuchar la vocecita de la niña llamando a sus padres, o ver su fantasma asomándose por las ventanas.
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