Descripción: Obra corta basada en una leyenda de Japón. Cuando su pequeño hijo cae enfermo, una valerosa mujer se adentra en el bosque para encontrar una cura.
Personajes: Hombre, Mujer, Sabio, Bebé, Narrador
PRIMER ACTO
Narrador (voz fuera de escena): Había una vez una familia que vivía muy feliz en medio del bosque, eran el padre, la madre y un pequeño bebé al que querían con locura.
Aparece en escena una pareja con su pequeño hijo, sonriendo amorosamente. Los tres están vestidos a la usanza de Japón e hincados frente a una mesa.
Narrador: Sin embargo, un día la desgracia tocó a su puerta y el bebé enfermó gravemente.
El niño comienza a llorar y su madre lo toma en brazos.
Mujer: ¿Qué tienes, hijito mío?
Le toca la frente.
Mujer: ¡Está ardiendo en fiebre!
Hombre: Será mejor recostarlo.
Lo recuestan y se miran preocupados.
Narrador: Sus padres hicieron todo cuanto estaba a su alcance para aliviar a su bebé, llevándole infusiones, remedios, nada servía…
Los padres actúan conforme a las palabras del narrador en vano.
Narrador: Hasta que su madre tomó una decisión.
Mujer: Iré a ver al sabio del bosque. Él tiene que darnos alguna cura para el mal que aqueja a nuestro hijo. Tú quédate con él… volveré pronto.
Sale de escena.
SEGUNDO ACTO
Narrador: El sabio del bosque era un hombre muy viejo y bondadoso, que sin embargo, no pudo brindarle ninguna cura a nuestra protagonista.
Sabio: Lamento no conocer la enfermedad que aqueja a tu hijo.
La mujer, sin esperanza, se echa a llorar.
Sabio: Pero no temas, pequeña. Puedo decirte cuantos días vivirá. Tráeme esa flor amarilla que crece fuera de mi ventana.
Ella se acerca y toma la flor.
Sabio: ¿Puedes contar sus pétalos?
Mujer: Por supuesto.
Sabio: Pues ese es el número de días que le quedan a tu hijo.
Mujer (asustada): ¡No! ¡Pero si son muy pocos!
Sabio: Lo siento, pero la naturaleza siempre sabe lo que hace.
Mujer: Una madre también.
Se sienta en un rincón y comienza a partir en tiritas cada uno de los pétalos…
Narrador: Cuando la mujer terminó de cortar los pétalos, levantó la flor hacia el sabio y este sonrío.
Sabio: Pero que maravilla, parece que después de todo tu hijito tendrá una vida larga y tú serás testigo de sus momentos más felices. Entonces vuelve a casa, querida. Tu amor de madre lo ha curado.
Mujer (feliz): ¿De verdad?
Sabio: Estoy seguro de que lo encontrarás sano de nuevo.
Ella sale a toda prisa de escena.
TERCER ACTO
En casa, el padre se encuentra alimentando al bebé que ha recuperado la salud. Su madre entra agitada.
Mujer: ¡Oh, cariño! ¡Estás bien! ¡El sabio tenía razón!
Corre a abrazar a su hijo.
Hombre: Entonces funcionó, ¡él te ayudó a curar a nuestro hijo!
Mujer: Algo así. El sabio me demostró que el poder del amor es infinito. Y yo amo tanto a mi hijo, que le concedí una vida larga y hermosa.
Narrador: Y es por eso amiguitos míos, que los crisantemos tienen muchos pétalos. Si alguna vez los intentan contar puede que se cansen, pues dicen que nada es tan grande como el amor de una madre.
FIN
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