Cuentan las leyendas que antes, muchos de los conventos e iglesias de la capital uruguaya estaban conectados por medio de túneles. Contaban con puertas secretas en el subsuelo, por las cuales entrar a estos pasadizos subterráneos. Uno de estos lugares era el Convento y Liceo de Nuestra Señora de la Misericordia, la cual años atrás, funcionaba exclusivamente como una institución para mujeres.
Justo enfrente se levantaba el Colegio de San Juan Bautista, que era a su vez, un lugar solo para varones.
Si bien el túnel entre ambos sitios había sido clausurado, una joven monja del convento, más curiosa y valiente que sus compañeras, logró acceder a él y entrar en el colegio de hombres. Allí conoció a un sacerdote joven con el que trabó una intensa amistad.
Con el tiempo ocurrió lo inevitable y ambos se enamoraron, aprovechando el pasadizo para verse a escondidas, sin que nadie pudiera reprocharles su amor. Pues estaban conscientes de que lo que hacían era un pecado.
Finalmente, al no poder reprimir más sus sentimientos tomaron una decisión: renunciarían a los hábitos y se escaparían juntos, a un sitio donde nadie los conociera. Desvelar su romance en la ciudad habría supuesto un problema, con lo cruel que era la sociedad. Lo que no sabían era que estaban a punto de ser descubiertos.
La Madre Superiora había notado el extraño comportamiento de su discípula, por lo que comenzó a vigilarla. Una noche, al verla entrar en el túnel, la siguió y descubrió a los dos amantes a mitad de lo que consideraba el acto más pecaminoso, consumando su amor.
La monjita fue llevada de vuelta al convento y castigada por traicionar sus hábitos. No solo la expulsaron de la orden, sino que fue encerrada en la celda más diminuta del lugar, donde apenas y recibía la luz del sol. Le daban de comer y de beber muy poco, y la obligaban a estar en silencio, para que pudiera meditar en sus pecados.
Del sacerdote no se supo más nada, excepto que también fue expulsado del colegio.
En su encierro, la monjita pensaba en él y en como iba a seguir viviendo sin su amor. Era tanto su sufrimiento que decidió quitarse la vida.
Una mañana, cuando una de las hermanas fue a dejarle su alimento, se extraño al no ver como tomaba el plato. De inmediato abrió la puerta y se encontró con una escena espantosa. La muchacha se había colgado con las sábanas de su catre. Tenía el cuello roto, la cabeza colgando y una expresión horrible en su mirada.
Tras hacer que retiraran el cadáver en secreto, la Madre Superiora prohibió a todas hablar sobre lo ocurrido. Sin embargo, de una manera u otra se supo y surgió una leyenda.
Hoy el convento es una escuela y hay personas que dicen haber visto el fantasma de la monja. A partir de las 6 de la tarde, la oyen entrando en el salón de música, desde donde entona una melodía tristísima en el piano.
Lo más escalofriante es que le falta la cabeza.
¡Sé el primero en comentar!