Hay una vieja leyenda mexicana que dice hace mucho tiempo, en los tiempos de la invasión francesa en México, existía un convento en los límites del estado de Durango. Allí, vivía una hermosa muchacha llamada Beatriz, que a pesar de su juventud y su belleza había decidido tomar los hábitos, pues era muy piadosa y tenía muy poco interés en los hombres.
Pero cuando las tropas de Francia se presentaron para luchar contra sus compatriotas, ella no pudo evitar enamorarse de un apuesto soldado que estaba en el frente. Todos los días lo veía marchar al lado de sus compañeros, pues el batallón se había establecido frente al convento.
Y aunque sus compañeras no se atrevían ni a levantar la mirada, por temor a que los soldados franceses las mataran, Beatriz siempre que podía cruzaba sus ojos con los de aquel desconocido.
Un buen día, mientras ella se encontraba rezando en la capilla, escuchó que tocaban la puerta fuertemente. Al abrir, se quedó muy sorprendida de ver a su querido soldado, sangrando profusamente y pidiéndole asilo, pues el ejército mexicano había disparado contra él y sus compañeros.
Dejándose llevar por sus sentimientos, Beatriz aceptó esconderlo en el convento y curó sus heridas. Le llevó de comer y de beber, y le preparó un catre para que descansara.
Así transcurrieron los días y entre ambos surgió un amor muy profundo.
Sin embargo, cuando el soldado se recuperó por completo hubo de partir a buscar a su ejército. Antes de irse, besó a Beatriz y le prometió que un día regresaría por ella. Aquella fue la última vez que la monja lo volvió a ver.
Ella no tuvo manera de saberlo, pero días más tarde, cuando su amado logró reunirse con los franceses que habían sobrevivido a la última emboscada, todos fueron sitiados de nuevo por soldados mexicanos y fusilados sin piedad.
Ignorante de su destino, Beatriz tomó la costumbre de subir cada tarde hasta el campanario de una catedral que se hallaba junto al convento, para mirar si acaso el hombre del que estaba enamorada había regresado por ella. Pero los días pasaron y junto a ellos, los meses y los años. La monja envejeció llena de melancolía por el amor de su vida y se rehusó a dejar de acudir a la catedral.
En el fondo guardaba la vaga esperanza de que un día, vería al francés aparecer para irse juntos.
Una mañana, al acudir a abrir la puerta principal de la catedral, el sacerdote a cargo se quedó paralizado al descubrir un cuerpo sin vida en el suelo. Era Beatriz, que finalmente había parado de sufrir por amor al caer desde el campanario.
Desde ese entonces, se dice que a veces se puede ver el fantasma de una monja, deambulando con tristeza por el lugar. A veces se la ve asomarse desde el campanario, desde donde cae de una manera horrible. Otras simplemente aparece afuera de la catedral, como una sombra que se desvanece entre las paredes. Se dice que sigue esperando a su enamorado.
Me encanto :3