Es una noche de invierno muy fría y para la tripulación de aquel vuelo, la jornada que les espera todavía promete ser larga. En cabina, el piloto se despereza luego de haber estado volando por un par de horas. Deja los controles a cargo de su segundo al mando y sale a preguntar a una de las azafatas si la cabina de descanso está libre.
—No hay nadie en este momento —le responde ella.
El piloto le da las gracias y se dirige hacia allí para echar una cabezada. La cabina es un espacio pequeño y oscuro, en el que había un par de literas para que los miembros de la tripulación pudieran tomar la siesta de tanto en tanto.
Sin embargo, el hombre sintió un bulto pequeño en una de ellas y muy sigilosamente, sacó su linterna de bolsillo para iluminar la cama. Vio a una pequeña durmiendo profundamente.
Extrañado, él la arropó con cuidado y salió de la cabina a buscar a la misma azafata.
—Hay una niña durmiendo en la cabina —le dijo, consternado.
—¿Qué?
—Que hay una niña pequeña dormida en una de las literas —dijo él—, ¿qué hace allí? ¿Quién es?
—Imposible, esa cabina estaba totalmente desocupada —dijo la azafata.
Sin embargo, el piloto insiste y le describe brevemente a la chiquilla, haciendo que la mujer palidezca. La ve mirar hacia un rincón del avión, preocupada y le habla en voz baja.
—¿Puede ver a esa pareja que va viajando en la fila de allá? —le pregunta, señalando a un matrimonio no muy maduro.
Ambos se ven cansados y demacrados, como si el viaje les sentara terrible. El piloto afirma con la cabeza, cada vez más confundido.
—Claro que los veo, ¿pero qué tienen ellos que ver en todo esto?
—Están viajando al funeral de su hija —respondió la azafata, trémula—, la pequeña murió mientras se encontraban de vacaciones. Ella está abajo, con el equipaje, en un ataúd.
El piloto palideció al instante. Enseguida se dirige al baño para refrescarse un poco. Se echa agua en la cara y duda de si debería volver a la cabina de descanso o pilotear hasta que se le olvide el asunto. En ese momento levanta la mirada y sus ojos se clavan en un mensaje que ha aparecido en el espejo del lavabo, escrito con un diminuto dedo infantil:
Gracias por arroparme.
Cuando el piloto volvió a la cabina de descanso para echar un vistazo, se dio cuenta de que no había ni rastro de la niña. Pero ya no fue capaz de conciliar el sueño el resto de la noche.
Esta es una de las leyendas urbanas más famosas alrededor del mundo. Dicen que cuando una persona muere repentinamente, su alma tarda más en dejar este mundo mortal, acompañando a sus seres queridos hasta encontrar el descanso eterno. Acaso aquella pequeña aun no se había dado cuenta de que estaba muerta, o quería seguir viajando con sus padres hasta el momento de despedirse definitivamente en el entierro.
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