El edificio de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, España, se considera una de las construcciones más embrujadas del país, a causa de una leyenda que ha asustado a sus habitantes por generaciones. Dichos rumores se han visto acrecentados por los numerosos fenómenos paranormales que aquí se presentan: pisadas de noche, voces susurrantes, casilleros que se abren y se cierran sin la intervención de nadie, y luces que se aprenden y se apagan misteriosamente, son solo parte de lo que varios testigos han presenciado.
Además, es por todos bien sabido que las puertas se cierran a las diez de la noche en punto, pues no hay personal de limpieza dispuesto a quedarse para hacer un turno después de dicha hora. Las razones son muy macabras.
Cuenta la historia que hace años, no demasiados, trabajaba como conserje en las instalaciones un hombre llamado Santiago. Un día murió en su casa, aquejado por un infarto. Cuando una ambulancia llegó para recoger su cuerpo, se encontró con que todas las pertenencias de su habitación estaban revueltas, como si alguien hubiera entrado para robar o estuviera buscando algo desesperadamente. Al mismo tiempo, todas las hierbas que el sujeto había plantado en la facultad, se hallaron arrancadas de cuajo inexplicablemente.
No obstante haber muerto fuera del lugar, la gente asegura que su espíritu se quedó en este plano y volvió a la institución para continuar con sus labores, pues no tenía familia y era muy apegado a su trabajo. A partir de entonces extraños incidentes empezaron a aterrorizar a alumnos, docentes y trabajadores.
Algunos conserjes juraban haber visto a Santiago por los pasillos desempeñando la limpieza como siempre lo había hecho. Otros, afirmaban escuchar como alguien los llamaba por su nombre pero cuando se daban vuelta, se daban cuenta de que estaban solos. A veces veían como los ascensores subían y bajaban solos, como los secadores de manos en los baños se activaban de la nada o escuchaban gritos y risitas escalofriantes en la oscuridad.
Por este motivo, la Facultad de Bellas Artes se acostumbró a cerrar muy temprano, pues la dirección estaba cansada de escuchar a conserjes y profesores que aterrorizados, se negaban a quedarse hasta tarde.
Con el paso del tiempo, la leyenda se extendió de Sevilla a España, aunque los hechos escalofriantes que en ella ocurrían quedaron olvidados.
Años después de que los fenómenos empezaran, un grupo de investigadores de lo paranormal se presentó en el edificio. Sus nombres eran José M. García Bautista, Guillermo León y Jesús Conejero, y querían grabar algunos vídeos nocturnos. Las autoridades de la facultad les concedieron el permiso y ellos, entusiasmados, se dispusieron a efectuar su trabajo sin sospechar la clase de sorpresa aterradora que iban a recibir.
Aunque pasaron una noche sin contratiempos, lo más espeluznante de su investigación llegó al momento de revisar el material grabado, en el que resaltaban un par de psicofonías.
En la más aterradora se podía escuchar claramente la voz de un hombre que replicaba tres palabras.
—Iros de aquí.
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