En Tarrasa, España, es muy conocida la leyenda de un hospital que por muchos años permaneció abandonado y al cual nadie se atrevía a entrar, por temor a las cosas horribles que se decía que pasaban adentro. Se trata del Hospital del Tórax, un lugar tan siniestro como misterioso. Esta construcción fue inaugurada en 1952 y se encontraba en un entorno retirado de la ciudad, pues las personas que allí eran atendidas, necesitaban tomar sol y aire fresco.
No obstante, poco a poco este aislamiento fue jugando en contra del personal que allí laboraba y de los mismos pacientes, casi hasta el punto de arrastrarlos a la locura.
En principio, el Hospital del Tórax había sido pensado para albergar a enfermos mentales y pacientes terminales. Normalmente eran abandonados por sus familias, para no tener que cargar con ellos ante la sociedad. Esto dio pie a que se cometieran numerosas negligencias y abusos, por parte de los enfermeros y médicos con menos escrúpulos del personal, que era muy poco.
Quienes no se atrevían a aprovecharse de los internos, la pasaban mal de todos modos, pues varios de ellos eran muy peligrosos debido a su estado mental, o estaban sumidos en una profunda depresión mientras esperaban su muerte.
La situación del hospital empeoró cuando se convirtió en refugio de vagabundos y maleantes, que entraban con facilidad debido a la escasa seguridad que había en el edificio. Esto, aunado a la falta de responsabilidad con la que se trataba a los enfermos, dio como resultado que muchos de ellos empezaran a suicidarse. Fueron tantos los que se quitaron la vida, que por un tiempo el Hospital del Tórax ostentó la tasa de suicidios más elevada de todo el país.
Por todo esto y más, la institución terminó cerrando y siendo abandonada en la intemperie. Los internos habían muerto o sido trasladados a lugares más adecuados, por lo cual los delincuentes tuvieron camino libre para apoderarse del lugar.
Quienes se atrevieron a explorar por estos rumbos, poco tiempo después, se asombraron al entrar y encontrar escalofriantes pentagramas pintados en las paredes y los pisos, entre otros símbolos satánicos que les pusieron los pelos de punta. Al parecer el sitio estaba siendo utilizado por seguidores de una secta.
Un día, un feto conservado dentro de un frasco de formol dentro de uno de los olvidados laboratorios, desapareció sin dejar rastro. Días más tarde, los exploradores encontraron el diminuto cuerpecito envuelto en periódico, muy cerca del edificio. A veces, aunque permanecieran en las afueras, llegaban a escuchar ruidos, golpes y hasta gritos. Como si de alguna manera, todo el sufrimiento que habían padecido los enfermos por culpa del abuso de sus cuidadores, se hubiera quedado impregnado entre los muros de las habitaciones.
Y aunque se hablaba de demoler el edificio o renovarlo, todo seguía tal cual.
Con el paso del tiempo, el abandonado hospital fue reformado para convertirse en un Parque Audiovisual. No obstante, pocos son incapaces de olvidarse del macabro pasado que se encierra entre estas paredes.
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