China es un país tan rico en folclor y mitos, que resulta imposible no recordar las historias de horror que nos han llegado desde sus exóticas tierras. Hoy vas a conocer tres leyendas chinas cortas de terror, sumamente escalofriantes, que te pondrán los pelos de punta.
El ascensor fantasma
¿Sabes como funcione el Feng Shui? Este arte ancestral nos advierte de donde colocar las cosas para alejar las malas energías. Pero a veces, estas energías oscuras no pueden evitar acumularse en rincones que de ninguna manera podrías cambiar de sitio.
Rincones siniestros como los ascensores.
Algo que definitivamente nunca deberías hacer, es subir a un ascensor que vaya lleno de personas con la misma expresión en sus caras. No importa cuanta prisa lleves. No importa si te da pereza subir o bajar las escaleras. No lo hagas.
Créeme, rara vez ocurre esto en cualquier edificio, de hecho es poco probable que te pase. Pero por si las dudas, recuerda esto.
Una vez que el ascensor abra sus puertas, te darás cuenta de que un profundo escalofrío recorre tu columna vertebral. Los ocupantes te miraran con ojos vacíos. Entonces, alguien te hará la pregunta:
—¿Te vas a subir o no?
Tu respuesta es no. Siempre debe ser no. No permitas que vean que estás asustado.
Una vez que las puertas se cierren, aléjate lo más pronto que puedas y de preferencia, usa las escaleras.
Nadie sabe lo que ocurre cuando alguien decide arriesgarse a tomar el ascensor. Pero posiblemente, sea mejor no averiguarlo.
El autóbus 330
El 14 de noviembre de 1995, el último autobús 330 del día recorría las calles de Beijing. En su interior solo se encontraban cuatro pasajeros: una anciana, un muchacho y un matrimonio joven. además del conductor y la señorita encargada de recoger los boletos. Fue en ese instante cuanto esta última, a lo lejos, distinguió como dos personas alzaban la mano para hacer la parada.
La joven le pidió al chófer que se detuviera para que pudieran subir.
En ese momento se percataron de que no se trataba de dos personas, sino de tres. Dos de ellas eran hombres vestidos con túnicas de la Dinastía Khan, una de las más antiguas de China. Llevaban sobre los hombros a un tercer sujeto, que portaba ropas muy parecidas y al parecer, estaba inconscientes.
Los pasajeros los miraron extrañados.
La boletera, para tranquilizarlos, paso a sus asientos a explicarles que probablemente eran actores disfrazados.
Los desconocidos subieron y se subieron en los últimos asientos. El viaje transcurrió sin mayores inconvenientes. Un par de estaciones más adelante, el matrimonio se bajó del autobús.
Fue luego de un rato cuando la anciana, sin explicación aparente, comenzó a gritarle al muchacho, acusándolo de haberle robado dinero.
—¡Tú sacaste dinero de mi bolso! —le decía— ¡No me importa a donde vayas, en la siguiente estación te bajas conmigo para ir a la estación de policía!
El chico, molesto por su actitud, aceptó, solo para demostrar que él no había robado nada. Sin embargo, apenas se hubieran bajado y visto como el autobús se perdía en la distancia, la vieja lo tomó con fuerza del brazo y lo miró asustada.
—Hijo, discúlpame por el escándalo, pero tenía que encontrar la manera de que bajaras conmigo sin que sospecharan —le dijo—. Hace rato, un viento entró por la ventana y levantó las túnicas de esos hombres. Vi claramente que ninguno de ellos tenía pies.
El muchacho sintió escalofríos.
A la mañana siguiente las autoridades ordenaron una búsqueda del autobús 330, que había desaparecido misteriosamente. Días después lo encontraron a varios kilómetros de la ciudad. En su interior, yacían dos cadáveres en un estado de descomposición muy avanzado, lo cual era imposible considerando que solo llevaban dos días extraviados.
Nunca nadie pudo explicar lo que ocurrió aquella noche.
El restaurante
La siguiente leyenda se tiene como una historia real y ocurrió en un restaurante de Hong Kong, durante la década de los 90. Causó tanta polémica en su momento, que incluso el gobierno local tuvo que admitir la veracidad de los hechos.
Todo comienza una noche, en la que los empleados del mencionado establecimiento reciben una llamada. Alguien pedía comida a domicilio. Se trataba de un auténtico banquete de platillos cantoneses, que incluía delicias de esta cocina tradicional como fideos, huevos hervidos, pollo marinado y pato, entre otros.
Una vez que el pedido estuvo listo, un muchacho salió a entregarlo en su motocicleta. Llegó a una casa cuyas luces se veían apagadas y daba la apariencia de no estar habitada por nadie.
Dubitativo, llamó a la puerta y casi al instante, una voz muy tenebrosa le habló:
—Deja la comida en el suelo y vete.
En ese momento, bajo la puerta, alguien deslizó el dinero. El chico lo tomó extrañado y se subió a su motocicleta, pensando en la clase de gente que viviría allí.
La noche siguiente, la historia volvió a repetirse, Alguien llamaba para hacer un pedido de comida cantonesa en el mismo domicilio. Intrigado, el mismo muchacho volvió a llevar la cena. De nuevo nadie le abrió la puerta, pero le dijeron que dejara la comida allí mismo y le pasaron el dinero por debajo.
Mientras tanto, en el restaurante, el jefe se encontraba contando los ingresos cuando se percató de que había «dinero de muertos» entre los pagos de la noche anterior. En China, esta clase de dinero consiste en billetes de juguete que se queman y se ofrecen a los seres queridos que han fallecido, con la creencia de que podrán usarlo en el Más Allá.
Extrañado, interrogó a sus empleados al respecto, pero nadie sabia nada. Solo cuando el joven repartidor llegó y le contó lo de las extrañas personas que habían pedido comida las dos últimas noches, sospechó lo que podía estar pasando.
La noche siguiente, al recibir la llamada del mismo lugar, decidió que él iría a entregar en persona el pedido.
Tomó la comida y se dirigió a la casa de la que le había hablado el repartidor. Tocó a la puerta, solo para escuchar una voz de ultratumba:
—Deja la comida en el suelo y vete.
Le pasaron el dinero por debajo de la puerta. El hombre lo analizo suspicazmente, comprobando que eran billetes reales. Dejó la comida y se marchó. Pero por la mañana, al revisar el dinero ganado, se llevó una sorpresa al ver que aquellos billetes se habían convertido también en «dinero de muertos».
Alterado, llamó a la policía y un par de oficiales lo acompañaron hasta el domicilio, cuya puerta tocaron sin recibir respuesta.
—¡Abran ahora mismo! ¡Policía!
Al no obtener respuesta, forzaron la entrada… y lo que vieron adentro los horrorizo. En la sala de estar había tres cadáveres, que a juzgar por su avanzado estado de descomposición, ya llevaban varias semanas muertos.
—¡Imposible! —dijo uno de los vecinos, al enterarse— ¡Si yo anoche escuché que estaban jugando cartas y riendo muy alto! Llevan tres noches haciendo lo mismo.
Nadie podía creer lo que estaba pasando. Y menos lo pudieron creer cuando los análisis forenses, encontraron restos de comida cantonesa en los estómagos de los cadáveres. Comida que había sido ingerida la noche anterior.
¿Cuál de estas leyendas chinas cortas de terror ha sido tu favorita?
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