Solamente me gustaría decir que si para la gente normal, que no tiene ninguna carencia física, hay ocasiones en las que es muy difícil entender ciertas cosas, ahora piensen un momento en las que tienen algún déficit ya sea de vista, oído u olfato…
En cierta ocasión a Martha, la futura madre primeriza, ya a punto de dar a luz, se le adelanto el alumbramiento, así que se dirigió de emergencia a la clínica. Resulta que en el momento del parto tuvo complicaciones precisamente por ser primeriza y tuvieron que intervenir rápidamente; desafortunadamente por las prisas, los doctores, también pasantes, no tuvieron el cuidado correcto y como consecuencia a la bebe le afectaron su vista, sin que nadie se percatara del daño.
Al cumplir Amara su primer año de vida, su madre se extrañó de que al hablarle ella no era capaz de ubicarla, a menos que hiciera algún ruido con lo que tuviera a la mano. Fue entonces que se dio cuenta que Amara tenía un problema.
Tras cumplir 6 años, Amara solamente alcanzaba a distinguir siluetas borrosas de las personas y de los objetos a su alrededor, pero había algo en particular en ella: por su carencia de la visión desarrolló de una manera extraordinaria sus demás sentidos, lo digo porque podía saber a distancia de quien se trataba solamente con su aroma; cada uno de nosotros cuenta con un aroma en particular. Lo que resultaba un poco raro era que, en cada cumpleaños, había un olor en particular que se le hacía familiar pero no sabía de que o quien se trataba, y eso pasaba en cada reunión que tenia con sus familiares y amigos.
El día de su cumpleaños no fue la excepción, este aroma le causaba una paz inmensa e inexplicable.
Ya casi cayendo la noche, se encontraban festejando efusivamente a la pequeña Amara cuando de pronto el olor cubrió el lugar, era tan fuerte y penetrante que buscó por todos los rincones para saber de quien se trataba. Sin embargo, cuando parecía acercarse al lugar exacto, el aroma se retiraba de inmediato. Buscó entonces a Martha para preguntarle de quien se trataba.
De repente, Amara se desmayó y al recuperar la consciencia el olor ya había desaparecido.
Pasadas las 10 dela noche, cuando ya casi se habían retirado todos del lugar, Amara le comentó a su mama que tenía tiempo sintiendo algo diferente cada vez que había gente en la casa. En ese instante sintió como la tocaron por el hombro pero no vio a nadie.
Amara volvió a sentir el aroma y así como si nada desapareció.
Tras despedir al último invitado, su madre le contó cómo había sido su nacimiento y de como su llegada la había hecho inmensamente feliz. Alguien tocó a la puerta.
Toc. Toc.
—¿Quién podrá ser? Se les habrá olvidado algo.
Pero al abrir no había nadie.
—Que raro debió ser el viento.
En ese instante sopló una brisa muy cálida y Martha sintió mucha paz. Había una densa oscuridad en la calle; no le dio importancia y cerró la puerta.
—¿Quién es mami? —pregunto Amara.
—No es nadie, hija.
Amara se extrañó pues ella había visto la silueta oscura y borrosa de alguien muy alto, dejado de aquel olor tan particular.
—A dormir que ya es tarde.
Por la madrugada Amara olió ese aroma, esta vez muy cerca de ella, a un costado de su cama. Despertó, en lugar de sentir miedo ella se quedó muy tranquila pues no sentía que se tratara de algo malo. En ese instante algo fue dejado su regazo: era una caja. Al estarla tocando entró en un trance, estaba en una habitación con ventanas grandes pero cubiertas y en ella había gente desconocida, rodeándola.
Una persona muy alta le susurró al oído.
—Bienvenida, querida.
Estaba tan concentrada que no sintió cuando llegó su mama y la sacudió bruscamente.
—¿Estás bien hija? ¿Qué tienes?
—¿Qué pasó, mami?, estoy bien, solamente estaba soñando —y le comenzó a relatar lo que había pasado.
—No hija, estabas sentada y te estabas convulsionando.
Su madre la tomó en sus brazos pero algo se interpuso.
—¿Qué es esto Amara?, ¿de dónde sacaste esto?
—No lo sé, mami, la sombra alta que te dije me la dejó a mis pies, ya ves como no te estoy mintiendo,.
—Ya duérmete un poco —le dijo su madre enfadada.
Al día siguiente muy temprano, la sacó para tirarla a la basura y se aseguró de que estuviera muy adentro de la misma, pues no quería eso en su casa y mucho menos que lo tuviera su hija. Ese día transcurrió con normalidad, sin embargo, en la cena sucedió algo, pues Martha le hablaba a su hija para cenar pero ella no le respondía. Decidió ver qué pasaba y al estar cerca de la habitación escucho como Amara estaba charlando con alguien más, lo cual no le extraño. Hasta que de pronto escuchó una voz de una persona mayor, la voz rasposa y gruesa de un hombre de bastante edad…
Rápidamente entró en la habitación y vio a su hija sentada en la cama. Completamente sola.
—¿Dónde está?
—¿Quién, mami?
—¿Dónde esta ese hombre con el que hablabas?
Y ella solamente señaló hacia donde estaba su madre, a Martha se le erizo la piel, su respiración se acelero demasiado, comenzó a sudar frio y titubeó, volteando a ver. Al hacerlo una fuerte brisa la cubrió, levantándola por los aires, como si alguien o algo la hubiera agarrado, ella se quedo petrificada, pues no podía moverse, solo sentía que la tenían sometida, su cuerpo temblaba como si se fuera a romper igual que un cristal, sus vista se desvanecía junto a su respiración. Amara gritó:
—¡Suéltala, déjala en paz!
Su madre cayó al suelo desmayada.
Amara se bajó de la cama para ir en su auxilio, pero una fuerza invisible no se lo permitió, la tomó fuertemente de los hombros y la levantó por los aires para colocarla en su cama. Sintió cerca de ella la osamenta y al tocarla se quedó en trance, nuevamente estaba en aquella casa, con esa gente, pero esta vez, la sombra alta que siempre se le manifestaba comenzó a tomar forma. Amara se sorprendió al ver a una mujer muy alta y mayor, su piel blanca envuelta en una túnica oscura, sus ojos claros y profundos; la niña no le temía pues la rodeaba ese olor tan particular y familiar. La señora le extendió la mano invitándola a que la tomara.
Todo fue más claro para ella, vio con claridad a todas las personas presentes, como si nunca hubiera tenido carencias en su vista, estaba muy contenta. Y aquella voz rasposa y gruesa de hombre que escuchaba, por fin tenía forma también: era una persona mayor, de piel blanca y edad avanzada. Se le acercó, instándola a tomarlo de su mano.
Amara sintió una energía muy fuerte, su cuerpo se sacudió bruscamente, sus ojos ya se pusieron en blanco, toda ella emanaba una luz intensa. De pronto hablaron voz alta.
—ES EL MOMENTO..
Los presentes comienzan a rodearlos, formando un circulo humano, tomados de las manos y entonando unos cantos espeluznantes, en un idioma muy raro. Entre ellos se abrió paso un joven, estaba casi semidesnudo y traía la osamenta en sus manos, su piel estaba cubierta de un liquido que parecía sangre. Cuando estuvo frente a la pareja de ancianos, se los ofreció. Ellos lo tomaron y él sostuvo a la niña. Amara poco a poco volvió en sí, la pareja levantó el objeto frente a ella: era una daga de piedra o hueso, el mango parecía un pedazo de piel animal.
Amara empezó a forcejear para que la soltaran, volteó a ver quien la estaba sujetando y al verlo, le pidió que la soltara, pero él no hizo caso, trataba de no ver a la niña, sin embargo había algo más fuerte, tenía que saber como era esa niña…
Al bajar la vista, al verla tan cerca y tenerla en sus manos, aunque no de la manera que él quisiera, hizo una mueca. La pareja de ancianos le dió una orden que no quiso realizar.
—Te revelas hacia tus padres —le dijeron—, eso no puede ser posible, te preparamos todo este tiempo para que tomaras nuestro lugar y sabías perfectamente lo que pasaría, así que hazlo, termina con esto.
—¡No! No lo haré, ella es mi única hija, solo la he visto dos veces y no se merece esto, ¡todo por su sed de poder!
Los ancianos le hicieron señas a varios de los presentes. Dos de ellos lo sometieron de inmediato.
—¡Suéltenme, malditos!
Amara estaba en shock, no entendía que pasaba, los ancianos casi terminaban su plegaria y estando frente a ella, alzaron nuevamente la osamenta para terminar con su vida, pero en cuestión de segundos el joven que decía ser su padre se liberó y se interpuso entre ellos. Todo pasó tan rápido, un ruido muy fuerte sacudió las paredes, los cristales reventaron, el piso se abrió tragándose a todos los presentes, pero los ancianos, Amara y su padre seguían forcejeando- Él, con sus últimas fuerzas, cogió a los ancianos y se lanzo al abismo, llevándoselos con él.
Amara escuchó como le hablaba su madre y la abrazó al recobrar el reconocimiento.
—¿Qué pasó, mami?
Martha le contó lo que había sucedido.
—Yo me golpeé la cabeza y quede inconsciente por unos minutos, cuando desperté, vi que te convulsionabas, te abracé hasta que reaccionaste, pero pronunciabas una palabra una y otra vez, y esa palabra era papá.
Amara pensó que todo había sido un sueño.
—Mami, ¿cómo era mi papa?
Martha se incomodó por la pregunta, pero Amara tenía que saber la verdad.
—Él era muy apuesto, alto, y amoroso, cuando supo que estaba embarazada se puso muy contento, tanto que de inmediato le aviso a sus padres, de los cuales tenía tiempo sin saber. Nos visitaron varias ocasiones, pero algo iba mal entre ellos porque la última vez discutieron mucho, al grado que se los tuvieron que llevar a la fuerza. Por lo que sé, en un cruce de ferrocarril sufrieron un terrible accidente, no encontraron los cuerpos de ninguno. Por esa razón decidí mudarme cerca de donde había vivido mi infancia y tratar de comenzar de nuevo.
—Mamá, ¿mis abuelos eran altos también?
—¿Por qué la pregunta, amor?
—Dime.
—Pues sí, eran altos como tu papá, ¿pero por qué preguntas?
—Solo quería saber.
En ese momento tembló todo, parecía que la casa estaba a punto de partirse en dos. Martha tomó a Amara y salió corriendo, pero al ir hacia la calle para ponerse a salvo, una fuerza sobrenatural la detuvo. Martha asustada, balbuceó unas palabras, un olor particular inundó la estancia, acompañado de un humo muy denso. La visión era tenue. De entre las penumbras se materializaron los ancianos, su apariencia era grotesca, tenían la piel quemada y ámpulas por todo su cuerpo a punto de reventarse. Sus ojos eran dos orificios oscuros y sin alma.
Martha no podía creer lo que estaba viendo, Amara gritó de terror y los ancianos se abalanzaron sobre ellas. Sus manos huesudas y descarnadas levantaron la osamenta por encima de Amara, y cuando estaban a punto asestar el golpe, su madre se giró para recibir el golpe certero, que acertó en un hombro.
Amara, con su poca fuerza, se lo quitó a Martha y se arrojó contra los ancianos, clavando el objeto en sus cuerpos descompuestos.
Una luz cegadora inundó el lugar.
Cuando Martha reaccionó y miró a su alrededor, vio que todo estaba en orden. Amara estaba de pie con sus manos llena de sangre, perdida, no se movía. Martha la abrazó y la reviso para asegurarse que estaba bien, pero algo había cambiado en la niña, pues sus ojos estaban completamente negros.
—Hola mami, ya te puedo ver —la abrazó y sonrió de una forma espeluznante.

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