Escucha, voy a ser el primero en admitir que soy un completo hijo de perra. También soy demasiado perezoso. Solamente he venido a este lugar para encontrar al estúpido, porque casi siempre hay uno.
Estoy en el típico grupo de apoyo en el que todos se reúnen para hablar. Nos pusimos en contacto por medio de Internet, acordamos para quedar en un sitio tranquilo y ahora nos encontramos sentados en el suelo, formando un círculo y todo. Es algo cursi, lo sé.
Jerome es quien lleva el mando. Nos sirve a todos una taza de té mientras comienza a hablar.
—Me llamo Jerome. Pueden tomarse su té, pero únicamente después de que expliquen porque han venido aquí.
Él es quien empieza. Nos cuenta que jamás en su vida ha sido amado por nadie y no es difícil adivinar porque. La cara del sujeto es un asco.
Luego de él toma la palabra Miyu, una chica callada que no se explaya demasiado.
—Miyu —se presenta—. Mis papás.
Bebe un poco de su té.
¿Cómo no sentir admiración? Breve y concisa, sin gastar tiempo en lamentaciones. Apuesto a que ella no es la estúpida.
El siguiente en hablar es un veterano de guerra que se quedó sin piernas y hoy no tiene en donde caerse muerto, típica historia del pobre diablo que se fue a la batalla por nada. Le sigue un hombre pálido y mal vestido, que asegura que se quedó en bancarrota. Los fondos de inversión al parecer no eran lo suyo. Más tarde escuchamos a un drogadicto con los brazos llenos de pinchazos y a una vieja bruja desahuciada.
Patético. Sin embargo, ninguno de ellos es el estúpido, no.
Ahora es mi turno.
—Soy un bastardo —les espeto sin más, antes de beber un largo sorbo de mi té—. Todo mundo me odia.
El último en hablar es un gordo que ha venido con un ojo morado. Nos aburre con su historia de bullying mientras los ojos se le cristalizan, más no hay palabras de consuelo.
Todos nos quedamos sentados en silencio.
Jerome es el primero en caer fulminado. Tras él, Miyu se desploma en el suelo con los ojos en blanco. Uno a uno, los participantes del grupo van muriendo, mientras el gordo mira asustado.
—¡¿Qué sucede?! —pregunta— ¡Creí que esto era un grupo de apoyo para el suicidio!
Parece que he encontrado al estúpido.
—Lo es —le digo con desdén—, todos nosotros apoyamos el suicidio. A nadie le gusta morirse solo, idiota.
Demonios, ahora se ha puesto blanco como el papel y el terror inunda su grasiento rostro. Lo veo observar su taza y echarse a temblar antes de que ocurra lo inevitable. ¡Esto es genial! Las reuniones de suicidas son el paraíso de cualquier sádico y lo mejor, es que uno no tiene ni que mover un dedo.
Yo te advertí que era un hijo de perra perezoso.
Este fue un cuento de terror adaptado del escrito en inglés que el usuario, IPostAtMidnight, subió a Reddit.
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