María era una madre soltera que vivía sola con su hijo Jonás, en un pueblo en el que nunca pasaba nada. Pero aquella noche, los dos se sobresaltaron al ver en las noticias que un peligroso asesino había escapado de prisión. Se trataba de un hombre tan trastornado, que incluso los conductores del programa habían palidecido al informar la novedad.
Lo malo era que María debía hacer un turno esa noche en su trabajo y por lo que se sabía, aquel enfermo bien podía estar rondando por el pueblo. Así que antes de salir, le hizo una advertencia muy seria a su hijo.
—Escucha Jonás, no quiero que le abras la puerta a nadie mientras no estoy —le dijo—. No importa quien sea, ni lo que te diga, no debes abrir. Tampoco te asomes a las ventanas. Yo tengo las llaves de la casa conmigo, pero en caso de que alguna cosa llegara a ocurrir, voy a tocar tres veces para que sepas que soy yo.
Jonás le prometió que así lo haría y su madre partió más tranquila al trabajo.
El niño pues, se dispuso a cenar y a ver la televisión, tratando de olvidarse de las macabras noticias de esa tarde. En ese momento, estaban pasando una película basada en el relato corto de uno de sus escritores favoritos, muy terrorífica y entretenida.
De pronto unos golpes en la puerta lo asustaron, alguien estaba tocando desesperadamente.
Paralizado, José miró hacia la entrada, la cual parecía que de un momento a otro podría derrumbarse debido a la fuerza con la que llamaban desde el otro lado.
—¿Mamá? ¿Eres tú? —preguntó con miedo.
Una voz espeluznante gritó desde la calle, emitiendo palabras indescifrables.
—¡JABEME DA PUETA!
Al escuchar esto, Jonás corrió a esconderse en su habitación, rogando porque su madre volviera pronto del trabajo. Pero ella nunca regresó.
Por la mañana, sus vecinos se encontraron con una espantosa escena en la entrada del niño. Allí estaba María, muerta y con el cuerpo ensangrentado. Le habían cortado las piernas y parte de la lengua, lo que explicaba porque no había podido hablar correctamente la noche anterior, mientras pedía ayuda.
Las autoridades determinaron que en algún momento de la noche, la pobre mujer se había cruzado con el loco escapado de la cárcel, quien no había tenido piedad con ella. La había mutilado de la manera más cruel.
Pero de alguna forma, María había conseguido arrastrarse hasta su casa, donde intentó pedir auxilio. Si tan solo no le hubiera hecho aquella advertencia a Jonás, tal vez podría haber entrado en casa y salvado su vida.
Luego de ver lo que había ocurrido con su mamá, el pobre chico enloqueció y tuvo que ser internado en un psiquiátrico. A partir de entonces, no dejaba de tener pesadillas sobre lo sucedido y no soportaba que hubiera puertas cerradas, pues tenía un pánico extremo a que alguien tocara y no saber quien se encontraba del otro lado.
Nunca llegaron a encontrar al asesino de María.
¡Sé el primero en comentar!