Brett Carlson, investigador de ciencias ocultas, obsesionado con su trabajo y en busca de encontrar respuestas simples a las preguntas de difícil explicación.
“¿Qué es una manifestación sobrenatural?”
Era la pregunta que analizaba con detenimiento, estaba en el proceso de elaboración de su tercer libro. Pregunta con la cual daba inicio su prólogo. Solo en la hoja que tenía metida en el rodillo de su máquina de escribir estaba tecleada la respuesta a su pregunta –“1104”-. No recordaba el momento justo en que había escrito esa cifra.
Su oficina en casa estaba desordenada, el proceso de investigación y creativo había sido tortuoso. No encontraba las palabras adecuadas, sus estudios no encajaban con las ideas, decenas de hojas hechas bolas y aplastadas regadas por el piso decoraban el desastre del lugar.
Brett descansaba los codos sobre su escritorio mientras que con sus dedos índices masajeaba la zona de las sienes. El sonido del segundero del reloj retumbaba con eco en la habitación. Miraba al aparato colgado sobre la pared, ya era tarde. Había empezado desde temprano y no tenía nada entre manos. Súbitamente un deja vu invadió sus sentidos, miró a su alrededor analizando los hechos. Los pensamientos se agolpaban en su memoria. Recordaba haber vivido esa escena. La misma postura, la misma hora, el mismo sentimiento de desasosiego.
-“Esto lo he vivido”- se repetía. Sabía que algo sucedería. No encontraba cómo explicar la familiaridad de los hechos. Había leído un libro de Émile Boirac, en el que desmenuzaba esta sensación. Recordaba una frase que conceptuaba esto como: “El fenómeno de tener la fuerte sensación de que un evento o experiencia que se vive en la actualidad se ha experimentado en el pasado.”
Tratar de razonar el sentimiento aliviaba su angustia. Premoniciones violentas en su memoria relampagueaban en forma de imágenes. Un sonido de cristales rompiéndose. Un revolver. Un par de disparos. Sangre.
Brett se levantaba de golpe de su silla, los sonidos que imaginaba sonaban tan reales. Un sudor frío descendía por su espalda. Volteaba a ver el reloj de pared, le molestaba el sonido del segundero, parecía estar amplificado.
El investigador de lo paranormal volvía a su razonamiento lógico para calmar los nervios. –“Es conocido también como paramnesia, se interpreta como ser testigo de hechos ya vividos con anterioridad. La dopamina crea esta sensación en el cerebro. Un médico francés con gripa se suministró una fuerte cantidad de esta sustancia y relató haber experimentado constantes episodios de deja vu.”
El crujir de los vidrios de una ventana rota lo ponían en alerta. Las palpitaciones de su corazón golpeaban como fuertes mazazos sobre su pecho. Levantaba el teléfono para comunicarse con la policía local. Muerto, habían cortado la línea.
Abría la puerta de su estudio. Asomaba su cabeza sigilosamente. Todo estaba oscuro, había pasado todo el día encerrado ahí que había perdido la noción del tiempo, se había olvidado de prender las luces de su hogar.
Episodios en su mente volvían como escenas de película. Veía un rostro. Recordaba una cara. Era el rostro de lo insano, de lo demencial, de la muerte. Una sonrisa descompuesta y alargada –“Mire la hora”- le decía.
Caminaba entre las sombras, sin prender las luces, tratando de evadirle su ubicación al extraño.
Todas las ventanas que daban a la calle estaban selladas. En esa época del año (invierno), cerraba las ventanas con seguro. La humedad de las nevadas hinchaba los marcos de madera, haciendo imposible abrirlas. Recordó entonces la cocina. Tenía ventanas corredizas con marcos de aluminio. Avanzaba a gatas por los pasillos de la casa, el sonido de las manecillas de los relojes lo aturdían. No era normal. (“Mire la hora”) las puertas no abrirían, no había limpiado la nieve de la entrada principal, ni de las alternas. Atravesaba la sala, rezaba y sollozaba.
Ya en la cocina, volteaba a todos lados. Creía estar solo. Solo el sonido de las manecillas (“Mire la hora”) rompía la aparente calma. Brett se ponía de pie lentamente. Sus órbitas oculares parecían salirse de las cuencas. El sonido a cuero de unas botas apretadas venía por su espalda, justo en la entrada de la cocina.
-“Brett Carlson, siempre veo su programa en la tele. He leído sus libros. He asistido a todas sus conferencias. Le he escrito centenares de cartas. He intentado comunicarme con usted. Ya he perdido la cuenta. Mi casa está maldita. Veo cosas extrañas. Raras. Malformaciones que se esconden entre las sombras. Demonios que reptan por las paredes. No duermo, no me dejan comer… he rogado por su ayuda. ¿Y sabe que he recibido como respuesta? Como simple respuesta a alguien que ha colaborado para que se compre esta bonita casa, para que tenga una cuenta gorda en el banco, para que viva su sueño. ¡¿Conteste?! ¡¿Lo sabe?!… ¡Exacto!… eso mismo…nada.
Soy su más grande admirador quizás ¿Y no tiene tiempo para ayudarme?… Tiempo… ¿Sabe que es eso? ¿No verdad? Es eso que a mí me falta… y a usted… le sobra. ¿De esto vive, no? De investigar y ayudar a los que sufren de casos paranormales ¿Para eso se da tiempo, no? ¿Y mi caso no le pareció lo suficientemente bueno como para darle tiempo? ¡Pues escúchame hijo de la gran puta! ¡Es la mejor jodida historia de fantasmas jamás vista y escuchada antes!”
El intruso saca de entre sus ropas de piel un revolver. El pulso le temblaba visiblemente, en su rostro demacrado se dibujaba una sonrisa larga y enfermiza. Una gesto que mostraba una hilera de dientes amarillos y descuidados.
-“¿Sabe entonces que es el tiempo para mí? Para mí ya no es nada. Es la respuesta para acabar con el sufrimiento, y para usted ¿Sabe lo que es? Mire la hora. Son las 11:04. Es tiempo de morir.”
Un solo disparo bastó. Una bala entraba por la mejilla derecha de Brett. El intruso había apuntado a la frente, pero su pulso desvió el objetivo. El frágil visitante se llevaba el revolver a la boca. Una detonación hacia explotar su cráneo, salpicando las paredes y el techo de la cocina.
Muerte por partida doble.
Brett Carlson, investigador de ciencias ocultas, obsesionado con su trabajo y en busca de encontrar respuestas simples a las preguntas de difícil explicación.
“¿Qué es un manifestación sobrenatural?”
Era la pregunta que analizaba con detenimiento, estaba en el proceso de elaboración de su tercer libro. Pregunta con la cual daba inicio su prólogo. Solo en la hoja que tenía metida en el rodillo de su máquina de escribir estaba tecleada la respuesta a su pregunta –“1104”-. No recordaba el momento justo en que escribió esa cifra.
Solo que esta vez parecía tener una punzada en la imaginaria, una pequeña luz, una idea más clara para responder a su pregunta.
“Una manifestación sobrenatural es aquella que no encuentra explicación lógica en el campo de lo racional y lo científico. Es un suceso violento consumado que se impregna en las paredes del tiempo, espacio, del ambiente y sus rincones. Es un hecho de sangre que tiende a repetirse hasta el fin de los tiempos. Un desesperado grito de auxilio que exige ser estudiado, investigado, analizado y exorcizado de la escena del siniestro.”
esta buena tu historia… realmente esta interesante la trama
Gracias por leer Mega. Apenas pude leer tu trabajo. Me agrada tu forma de narrar.
aprecio tu cumplido, pero aun me falta mucho sin embargo me gusta mucho tu trabajo también narras de manera que uno se siente dentro de la historia & eso me gusta