Cuento enviado por Osiris Vanhart (fan del blog)
Recuerdo que fue una noche fría de invierno.
No podía dormir. Intenté cerrar mis ojos y contar hasta 10. El resultado fue el mismo; seguía despierto. Me levanté por sexta vez en la noche de mi cama. Fui a orinar al baño, sentía que alguien me observaba. No le dio mucha importancia.
Caminé hasta la cocina, me bebí un vaso de leche fría para ver si conciliaba el sueño. Me percaté que la ventana estaba abierta; creía haberla cerrado unas horas atrás, la cerré, le ajuste el seguro y me di la espalda. Sentí como si una rata corriera detrás de mí, una pequeña ráfaga de aire me lo advirtió, miré el piso, pero no había nada. –Qué raro- Dije entre dientes. Me fui a mi cama nuevamente, me arropé de los pies a la cabeza, como quien dice, estaba bien abrigadito.
Estando ya en mi cama escuché el chocar de las hoyas contra el piso –¡Malditos gatos!- Me paré tan rápido como pude con un zapato en la mano, cuando llegué a la sala y a punto de lanzar el zapato a los gatos, me sorprendí enormemente al darme cuenta de que no había nada en el piso, ni hoyas, ni cubiertos, ni platos. Todo estaba en el lugar en donde lo había dejado poco tiempo atrás.
-¿Qué diablos?-
Mis ojos vieron a todas las direcciones posibles. Arriba: nada solo el techo de color blanco, había una macha de rojo escarlata que nunca había visto, ignoré eso, luego vi abajo: igual, el piso tan limpio y pulcro como lo había dejado en la tarde , torné la cara hasta la derecha nada, la mesa y un vaso de agua a medio tomar, que no había dejado ahí –vaya-, miré a la izquierda nada, solo la ventana abierta. El silencio habló, el silenció pronunció palabras inentendibles, no entendía lo que estaba sucediendo.
De un segundo a otro sentí que estaba cansado, a la misma vez que sentía que se me olvidaba algo, que pasaba algo importante por alto, pero qué sería, no le presté mucha atención. Realmente me dio igual los últimos pensamientos. Al final no alcancé a ver nada que justificara lo que acababa de suceder –Me estaré volviendo loco- fue la primera respuesta que le di a mi cerebro; lo que hacía por tan solo dormir de una vez por todos, debía estar imaginando sonidos, cosas, objetos y muchas banalidades más. –No- yo sé que fue lo que escuche; me dije a mi mismo de un momento a otro.
Me di por vencido. Caminé nuevamente hasta mi habitación. Cuando entré todo estaba tal cual como lo había dejada. –Sin novedad- . Volví a echarme suavemente en la cama, a arroparme de pie a cabeza.
Por alguna rara razón esta vez tenía bastante sueño. Nuevamente me sentía realmente agotado –Hace 10 minutos tenia insomnio, y ahora no- Cerré mis ojos, puse mi mente totalmente en blanco, y comencé a imaginar y ver a gente que dormía cómodamente, intenté seguir su ejemplo al cabo de unos minutos comenzó a dar resultado, cuando alcanzaba mi menta, y realmente casi caí en las manos de Morfe, algo me increíble me despertó.
Un ejemplar viejo de la biblia que tenía en lo más alto de donde ponía los libros chocó contra mi cabeza, exactamente contra mi amplia y serena frente llena de arugas. Sentí como la iría me recorría desde la espina hasta la nuca. Me calenté en exceso, escupí tantas groserías como pude.
-Maldita sea-
Me quité lo más rápido que pude la biblia de encima y la arrojé a la esquina, el sonido que produjo su choque contra la pared próxima fue horrible, estremecedor e inaudito, ¿Cómo es que un libro suena tan duro al chocar contra una simple pared de concreto-
Al igual que la mayoría de las cosas raras que sucedieron esa extraña noche, lo de la biblia no despertó en mí mucha curiosidad, realmente me dio igual, como si que me golpeara un libro fuera algo que sucediera todo los días.
Cambié de lugar para evitar que otro libro cayera encima de mí. Casi dormido, creó que de por sí ya lo estaba, sentí como el frió entraba por mis piernas, una corriente de aire helado recorrió mis batata hasta llegar a mi rodilla, y antes de llegar a mis partes intimas, mis ojos se abrieron como para evitar algo. Me incorporé rápidamente me fijé que estaba arropada de la cintura para abajo, era imposible que una corriente aire penetrara la gruesa cobija, algo desconcertado me encontraba, cuando de un momento a otro, y como un relámpago de luz un pensamiento pasó por mi mente. –La ventana-. –Diablos, diablos, la maldita ventana está abierta, pero yo la cerré con seguro y todo- Me levanté de la cama rápidamente, casi me caigo al suelo, pero me apoyé en la pared y fui directo a la puerta, sin percatarme de que algo se movía en la oscuridad que había a mi alrededor. Encontré la puerta normal, tal y como la había dejado: cerrada. Recordé que había visto la ventana abierta la última vez que había estado ahí. Lentamente mis ojos subieron a ella y se abrieron como platos. Una extraña sensación hizo que se me erizaran los vellos del brazo y afloraran los poros de mi piel. Me sorprendí tanto que casi perdí el equilibrio. La ventana estaba cerrada, tal cual la había dejado cuando había bebido la leche, minutos o horas atrás: perdí la noción del tiempo. Sentí un aire en mi pecho, tanto así que me lleve la mano a él. Inhalé una bocado de aire profunda, exhalé y intenté controlarmé.
En ese momento solo escuchaba el sonido de las luciérnagas al otro lado de la puerta. Adentro todo era oscuridad y silencio. Me senté. Sentado ya. En una vieja y sonora silla de madera de pino, sudaba enorme gotas de miedo, era como si me hubiera bañado en nervios y preocupación. –Qué está sucediendo- pregunté en voz alta, temiendo que alguna rara criatura nocturna respondiera.
-Tranquilízate Isis- dije, mientras me ponía de pie. Por alguna rara razón las rodillas me dolieron cuando lo intenté. Camine como pude, a pequeños pasos, hasta el otro lado de la estancia en donde me encontraba para beber un vaso tibio de agua. Me sentía igual como se ha de sentir una pequeña rata antes de ser engullida por una serpiente tragavenado.
Mis nervios estaban de punta, el corazón bombeaba sangre más lento de lo normal, estaba atento a cualquier cosa. No era de creer en dios, ni nada por el estilo, pero en ese momento me persigne y encomendé mi alma a Dios.
Repetí el paso de inhalar y exhalar aire unas tres veces. Encontrándome más reposado y calmado, observe nuevamente el lugar en donde me encontraba. Estaba en la cocina de mi hogar- nada raro estaba pasando, solo me había pasado de café en la tarde- Le dije a mi cerebro para ver si dejaba de atar cabos sueltos y de arrojar tantas explicaciones como podía.
Pensé durante un eterno segundo antes de dar los pasos que me llevarían a mi cama nuevamente. Realmente deseaba dormir con todas mis ganas. Aquel sueño que me había dado minutos atrás volvía a apoderes de mí. Di lentos pero inseguros pasos casi con los parpados cerrados. De un momento a otro vi una diminuta figura vestida con un traje negro, unos puntiagudos zapatos patente, con un bastón color cielo nocturno. Estaba al frente de mí. Me miraba directamente con esos espantosos ojos color café. En sus ojos pude leer la palabra muerte, dolor, sufrimiento, tragedia. Me sonreía macabra mente, me mostró todo sus filosos dientes amarillos mostazas. Dejé escapar un pequeño grito y abrí los ojos; ya no estaba ahí. Fue como un acto de magia, desapareció –Que mierdas- pronuncié, retrocedí unos pasos, es que acababa de tener una visión o de ver a un duende.
Algo atónico me lleve las dos manos a los ojos y me los limpié hasta que me doliera por varios segundos. Camine rápidamente a mi cama y me acosté. Me encomendé a dios y cerré los ojos. Cuando los abrí tenia aquella espectral imagen nuevamente encima de mí; esta vez tenía una filosa navaja en mi cuello
-No tengas miedo, no te haré daño- Me dijo con una voz fina e irrompible voz chillona.
-Qué, qué quieres- Le respondí helado, casí sin poder respirar bien
-Tu alma- Al decir esto deslizo su arma en mi cuello. Sentí como la sangré salía a toda velocidad de mi yugular. No pude respirar, ni moverme, solo sentía como mi vida se escapaba de mis manos; lo último que vi fue su horrorosa sonrisa.
* * *
Cuando abrí los ojos estaba en mi cama. Había tenido un terrible sueño; había sido solo otra pesadilla más. –Debí tomar mis pastillas, antes de dormir- Me dije en forma de castigo.
-Despierte señor Vanhart- Dijo una enfermera que entraba a mis aposentos al lado de dos fornidos y musculosos morenos vestidos totalmente de blanco. –Mis ángeles de la guardia- dije en un tono de voz muy bajo.
Ellos soltaron las ataduras de cuero que me unían con la cama. Me pusieron de pie tomándome por los brazos y me llevaron a la esquina más alejada de la habitación.
-Abra la boca- Dijo la enfermera llevando una enorme pastilla blanca y sin sabor a mi boca. –Esto hará que no tenga más pesadillas ni alucinaciones, ni grité por las noches-
-Aquí hay un duende le dije- Antes de hacerle caso. Al final abrí mi boca para tragar esa pastilla “milagrosa” que me dejaría dormir en paz.
-No hay nada señor Vanhart- Me dijo la enfermera con una leve sonrisa y mientras se tornaba en un demonio en llamas amarillas como el sol, que intentaba introducir su fuego por mi boca, mientras dos figuras de negro horrible me tomaban por los brazos y no permitían que me moviera.
-Padre nuestro que estás en los cielos-
-Aquí ya no sirve rezar; este maldito, dijo la espectral figura diminuta, esta vez estaba acompañada con un sombrero negro de punta-
Me desmayé. Dios hizo el mundo en 4 días y en 7 días yo destruí el mío.
es raro pero ami me paso algo así pero en la vida real el duende no me dijo lo que quería solo me miro a mi y mis sobrinos .hijo y hermano pequeños todos lo vimos ,gracias a dios no paso a tanto pero hasta el día de hoy recuerdo eso sin tener respuesta …
me parecio muy misterioso y me encanto este cuento gracias me cirbio muchisimo y lo escribi y me sacaron 5 en la nota gracias
me parecio muy chevere este cuento a mi me gusta mucho leer
Muy buen cuento , pero lo q me pregunto es : que sonido hacen las luciérnagas?? Nunca la he escuchado