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VERUM BACTERIA

Por Patricia Pari Zanetti

I

El Email decía: “CUIDADO CON EL VIRUS, FELICIANO”, en letras capitales.

Pablo, un amigo que trabajaba en una ONG para el desarrollo del Tercer Mundo.

Otra cadena de chistes tontos- pensó, pero su intuición africana le indicó que era conveniente leer el texto.

Pablo escribía los email en ese idioma inventado por los aficionados al Chat, con palabras entrecortadas, muchas “k” y signos de admiración, con emoticonos de sonrisas y fotos de chicas guapas, pero esta vez, las frases estaban completas, no había caritas alegres ni fotos de chicas con los pechos al aire.

Siguió leyendo.

¡¡¡¡LA VERUM BACTERIA ES PERO QUE EL SIDA,

ES EL FIN DE LA HISTORIA, FELICIANO!!!!!

Somos mitad humanos, mitad bacterias, nuestro cuerpo es un inmenso cultivo de microorganismos repartidos entre la piel y las mucosas. No notamos su presencia, hasta que es tarde.

La Verum Bacteria ataca silenciosamente a todo ser vivo, hay síntomas, no temueres. Pero es peor que eso.

De repente te sientes fatigado como si tuvieras gripe, no tienes fuerzas, tienes que tumbarte.

Te quedas dormido y al despertar, todo se derrumba.

Ves todo tan claro que te duele. No tienes fuerzas para seguir fingiendo, no puedes sumarte a la masa aunque quieras. Si intentas seguir con la patraña en que se ha transformado tu vida, te dan vómitos y convulsiones.

Le llaman la Verum Bacteria (Bacteria de la Verdad) por los efectos que produce y no se sabe como se transmite, pero en Francia, Senegal, Filipinas, Canadá y Chile,se están produciendo fenómenos increíbles.

Los medios lo ocultan, están aterrorizados.

La gente se queda tumbada en sus casas y no va a trabajar, los bancos de Frankfurt han cerrado sus puertas por miedo. Los divorcios se multiplican, pero los abogados y jueces están de huelga a causa de verse a si mismos tal como son.Todos los juicios están suspendidos.

La casa Blanca está enloquecida, 37 de sus empleados han comenzado a vomitar casi al unísono en una reunión del Ministerio de Defensa.”

Feliciano se reía a carcajadas. Este Pablo es un cachondo-  pensó al mismo tiempo que sus ojos llegaron a la última frase del email:

Tengo la Verum Bacteria, Feliciano.

 Estoy destrozado.

Me voy de la ONG.

Espero que por fin te permitas ser feliz.

Te quiero.

Pablo.

Feliciano dejó el café por la mitad y llamó a la ONG.

Nadie contestaba.

Llamó al móvil de Pablo. Usuario inexistente.

Salió y se fue pedaleando como loco por la Gran Vía.

Desde la casa de Feliciano hasta su trabajo,había sólo un kilómetro. Hacía un tiempo que el trayecto se había automatizado de tal forma que su cuerpo realizaba las operaciones anatómicas necesarias para pedalear, cambiar las marchas y frenar frente a los semáforos como un piloto automático.

Esta vez, las calles, la gente, todo parecía diferente.

Había muy pocos taxis y autobuses circulando y la gente a su paso se comportaba de manera extraña.

Feliciano se acordó de Senegal, su mujer y su hija.

Al llegar a su trabajo, sus compañeros hablaban a los gritos y fumaban aunque estaba prohibido.
Las radios y televisores estaban encendidos, todo el mundo pendiente de las noticias.

-¿Has recibido el email de Pablo? – fue el recibimiento que le dio Clara, su jefa, despeinada, con los ojos muy abiertos y enrojecidos.

Si – contestó Feliciano con cierta aprensión.

-¡Ha renunciado!

Fuera de sí, se pasó los dedos por la frente y siguió gritando.

– ¡Ya van 8 personas que renuncian! Los trenes van con un retraso promedio de 5 horas;taxis casi no hay, al pasar frente al City Bank vi a empleados y jefes vomitando en la calle; el MCDonalds está desierto y dicen que el presidente de gobierno está tumbado en estado catatónico desde ayer a la noche.

¡Todos los ministros han renunciado! Parece un efecto dominó que abarca el planeta entero – dijo Clara casi sin respirar y se apoyó contra la pared sacudiendo la cabeza como si no pudiese asimilar tanto descalabro.

Si renuncian todos, ¿Quién va a pagar las subvenciones? – preguntó Miguel con cara de pánico. Todos se miraron en silencio. Clara se desplomó en la silla con un cigarrillo en cada mano.

II

Cualquiera podría haberlo confundido con un jugador de baloncesto. Tenía la voz grave y los ademanes pausados, tal vez por los días que pasó esperando la salida del sol por el ventanuco de una celda.

Hacía diez años que trabajaba como asesor legal de esa ONG en Barcelona.

Era un exiliado más, un miembro anónimo de esa“sociedad bipolar que admira la delgadez anoréxica en las pasarelas, pero se conmueve con los vientres hinchados de los niñitos negros hambreados”, como habitualmente decía.

Feliciano no era feliz.

Su mujer y su hija no se adaptaron al ritmo de vida en Barcelona. Aguantaron dos años y se volvieron a Senegal. Extrañaban el sosiego de las tardes calurosas, la tranquilidad confiada de los rostros familiares, el rimo pausado de los pies sobre los caminos polvorientos, aunque tuvieran que buscar el agua a 2 kilómetros y padecer la malaria de tanto en tanto.

Feliciano había comprado un locutorio mediante un préstamo, con el cual ayudaba económicamente a su familia y de paso colaboraba con el desplazamiento migratorio de sus primos y vecinas hacia la tierra prometida.

Puntualmente enviaba todo el dinero que ganaba a su familia, que a su vez, repartía el dinero entre los numerosísimos parientes.

Feliciano vivía solo, en un apartamento muy pequeño que cubría sus necesidades. En Senegal la vida era de una austeridad incomprensible para el primer mundo. Para él era algo natural.

Lo único que abundaba en casa de Feliciano era la música. A lo largo del tiempo, los sones de su país se habían mestizado con grupos pop españoles y latinoamericanos. Uno de sus pasatiempos era bailaren el pequeño salón-comedor-dormitorio de su casa al ritmo de Youssou N’Dour a todo volumen, pero al estilo de Barcelona: con los cascos puestos para no molestar a los vecinos.

Su relación con Barcelona se asemejaba a las etapas de un enamoramiento pasional.

Al principio, la exaltación arrasaba con él. Le emocionaba  descubrir cada pliegue en la piel de las calles.

Sobrevolaba como un águila las costas acariciando el mar.

Barcelona lo tenía hechizado y él se dejaba llevar de bar en bar, de teatro en teatro, de día en día, de cama en cama.

Como en toda relación, la pasión cedió un poco y comenzó a ver Barcelona recién levantada y sin maquillaje.

El mal humor de la ciudad era notorio. Era una chica que escondía sus sentimientos, un poco falsa. No era tan dinámica ni vanguardista, más bien snob.

A la luz de las farolas aprovechaba la cándida admiración de los recién llegados para hechizarlos y quedarse con su dinero o su inocencia.

Como un enamorado que descubre la verdads obre la pierna ortopédica de su novia en la noche de bodas, Feliciano se sentía un poco defraudado.

No sabía quién había falseado más las cosas: ella o él mismo.

III

Feliciano volvió a su casa pie, arrastrando la bicicleta.

Si, era evidente que algo pasaba.

Las tiendas estaban cerradas o abiertas, pero nadie las atendía, la gente conversaba en las esquinas y plazas y algunos todavía vomitaban.

Llegó a su casa un poco cansado. Se recostó y sin ningún esfuerzo fue cayendo en un sueño apacible, casi de seda.

Antes de cerrar los ojos su cuerpo se estremeció en un espasmo.

Supo de inmediato que tenía el virus.

Le despertó el timbre. Eran las 19.00, la hora en que llegaba Marina con sus ojos verdes, su voz fingida de niña y sus juegos seductores.

Le gustaba quitarse el jersey en el ascensor y tocar el timbre con el pecho al aire, otras veces aparecía con una falda cortísima y sin bragas y cosas así.

Marina traspuso la puerta con un bote de mermelada de fresas en la mano.

Feliciano tenía el semblante serio y la mirada perdida en el techo.

– ¿Qué pasa? – preguntó ella dejando el bote sobre el sofá.

Tengo la bacteria. El virus

– ¿Qué? Perdóname, pero yo vine a follar – dijo ella divertida, pensando que Feliciano se hacía rogar.

No estoy seguro de poder follar.

-¿La bacteria de qué? – volvió a preguntar, ya sin sonrisa.

Feliciano se incorporó lentamente y juntando las manos, habló sin mirarle a los ojos.

Marina, hace 6 meses que follamos y no te conozco ni me conoces.

Bueno algo nos conocemos, trabajamos en la misma ONG, estás casado en Senegal y me lo aguanto, soy una feminista avergonzada por eso, pero valoro que tengamos los mismos ideales – razonó ella.

Trabajamos en la misma ONG y nuestro sueldo lo pagan las subvenciones del mismo sistema que pretendemos cambiar. Somos parches baratos.

Vamos de la depresión a la negación, pasando por la justificación.

Estoy casado en Senegal y quiero a mi mujer y a ti no. Eso me hace sentir fatal.

También me siento mal porque no entiendo el feminismo y tampoco que te sientas avergonzada y en cuanto a los ideales, los tuyos no los conozco, pero los míos, la verdad es que no sé realmente cuáles son.

Marina se sentó a su lado en silencio. Suspiró y le preguntó con los ojos húmedos:

¿Este es el efecto del virus?

Si– contestó él alargando la mano hacia la de ella sin mirarla.

Marina lloró en los brazos de Feliciano casi toda la noche. Por ella, por él, por la vida. Porque nunca estaba en el lugar apropiado ni con la persona correcta.

Al final se durmió agotada.

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A la madrugada Feliciano se levantó, arropó a Marina y le acarició el pelo.

Mirándola dormir con los ojos hinchados, comprendió cuánto le había dado esa mujer dulce y fogosa.

Lloró como nunca, y maldijo a la bacteria.

Cuando apenas se hizo de día Feliciano recorrió en bicicleta el camino hasta la ONG por última vez.

La ciudad estaba desconocida.

No había saqueos ni delincuencia, la Verum Bacteria golpeaba tan fuerte la conciencia que a nadie se le ocurría aportar a la realidad más daño o deshonor del que se había permitido hasta ese momento.

Caminar por la zona de los bancos era como asistir a una obra de teatro experimental.

Los banqueros infectados, reconsideraban las condiciones de las hipotecas y rescindían las deudas de sus hipotecados ante la mirada horrorizada de algunos gerentes resistentes a la bacteria.

Los supermercados y tiendas comenzaban a proponer alternativas al dinero en metálico.

La gente renunciaba a puestos de trabajo que no eran sostenibles.

Resultaba sorprendente ver a mujeres musulmanas charlar con vecinas con las que hasta ese momento no cruzaban palabra. Padres y maestros se preguntaban cómo continuar las clases. Enseñar,si, ¿pero qué?

IV

Feliciano encontró a Clara tal como la había dejado el día anterior: con un cigarrillo en cada mano.

Tengo la Verum Bacteria. Vengo a renunciar– dijo telegráficamente.

Clara cerró los ojos y tragó en seco.

Yo también pase por periodos de falta confianza en el futuro Feliciano, ya van 19 que renuncian, por favor

Clara hablaba sobre responsabilidad hacia los objetivos, insistía en seguir adelante con la ONG y sus proyectos y hacía hincapié en una larga lista de miedos personales.

Me voy– repitió Feliciano, y dio media vuelta.

¡Feliciano!– sollozó Clara, preguntándose por qué ella no se infectaba con la Verum Bacteria de una vez por todas.

Cuando Feliciano regresó a casa, Marina no estaba. Ni ella ni nada que le perteneciera. Feliciano se sintió como un mal nadador a punto de ahogarse.

Cada vez que afrontaba un periodo de crisis, subía unos peldaños en la escalera hacia el alcohol, el porro, Marina, cocaína.

Pensó que algo de polvo blanco le quedaba en algún lugar, pero cuando dio un paso hacia la cajita, una arcada lo dejó en cuatro patas vomitando en el suelo.

V

Descubren el antídoto contra la Verum Bacteria- ése era el titular de todas las cadenas de TV.

Las corporaciones farmacéuticas en tiempo record, habían aislado a la bacteria.

No era un microbio, sino un fragmento inactivo de ADN. Dentro del espectro del “ADN basura” había permanecido escondido a la espera de un momento adecuado para reconectarse a la cadena genética.

Había una amplia gama de desarrollos posibles, inclusive existían personas naturalmente inmunes y otros que podían ser portadores no infectados.

Ante el descubrimiento, las farmacéuticas desarrollaron en tiempo record un sistema que hacía posible el aislamiento y separación de la cadena subversiva.

Había 11.450.000 solicitudes de personas a la espera de que les extirparan la cadena mutante.

Seguidamente se incluía un teléfono y una página web en la que uno podía apuntarse para volver a la normalidad.

Feliciano valoró la posibilidad de apuntarse a la lista.

Los candidatos eran jefes de estado y gerentes de corporaciones multinacionales, directores de colegios religiosos,políticos y demás deseosos de volver al orden que conocían tan bien.

En el bando opuesto habían personas que se adaptaban rápidamente a la nueva situación y encontraban que la autenticidad les satisfacía, a la vez que una gran cantidad de temores se desvanecían en su conciencia. Una señora dijo sentir que alguien les había quitado la venda delos ojos y ahora podía ver.

Los periódicos, radios, revistas y canales de televisión habían paralizado la búsqueda de catástrofes y accidentes y ponían las noticias que realmente importaban al alcance de todos. La gente por su parte, no extrañaba el entretenimiento de ver televisión, porque ahora tenían cosas algo verdaderamente importantes que hacer o pensar.

Feliciano apagó la TV y salió a ver qué pasaba afuera.

Pasadas unas semanas, la gente tomó la costumbre de sentarse en los bares a charlar de sus descubrimientos personales y a reflexionar sobre la oportunidad de retomar la vida, pero sobre otras bases.

Algunos bancos habían quebrado por falta de pago de las hipotecas, muchas fábricas habían cerrado por inasistencia de obreros y dueños, y las compañías aéreas curiosamente continuaban sus servicios, porque entendían que la gente necesitaba reencontrarse con sus familiares y ante el desvanecimiento de los obstáculos en contra de la utilización de combustibles no contaminantes, los ingenieros e inventores ecologistas habían puesto en circulación combustibles hechos de maíz y otras hierbas.

Cuando alguien se quedaba sin dinero, se instauraba un intercambio de otro tipo, ya fuese el trueque de bienes o servicios.

El primer proyecto que se llevó a cabo fue la atención primaria de salud y un servicio para la gente que sufría de adicciones varias.

La bacteria mutaba y las combinaciones de ADN también, esto producía una cierta dualidad en el comportamiento de las personas. Algunos infectados tenían clarísimo el modo en que durante años la publicidad les había convencido de la necesidad de comprarse – por ejemplo – un coche, sin embargo lloraban recordando la sensación ilusoria de poder que les conferían los aparatos de cuatro ruedas.

Muchos hacían ruidos con la boca simulando el ronronear del motor mientras corrían con los brazos estirados, cogidos a un volante imaginario.

Otros añoraban los programas del corazón y se retorcían las manos con inquietud ni bien llegaban las 17.00 de la tarde. Luego se ponían en círculo y comenzaban a contar historias de amores no correspondidos e hijos secretos, reales o inventadas sobre la vida de los antiguos protagonistas. Entendían que sufrían de adicción, pero no les resultaba fácil salir de ellas.

Los pueblos indígenas de Sudamérica, Australia, y África sufrieron transformaciones durísimas.

La reconexión del fragmento perdido les había mostrado con toda crudeza el modo en que la vivencia del colonialismo había llegado hasta sus cabezas, las antiguas diferencias entre pueblos se habían solucionado, pero no conseguían creerse del todo la libertad de que disponían.Los cooperantes que otrora pululaban en sus territorios decidieron marcharse,conscientes de que en el 80% de los casos no hacía más que reproducir las condiciones de dependencia que pretendían transformar. Los africanos estaban finalmente solos frente a un destino que ellos mismo debían organizar. Y no tenían experiencia.

VI

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la Banca Ambrosiana y la OTAN fueron las primeras instituciones en aplicar con o sin consentimiento de sus miembros el antídoto contra el fatídico virus que ya había producido estragos de consideración: se había condonado la deuda externa de 38 países y el desarme de Estados Unidos era inminente.

La cúpula vaticana, así como otros grupos religiosos fundamentalistas y sectas portaban un alto grado de inmunidad natural contra la bacteria y amenazaban – una vez más- con la excomunión de los herejes.

Una amenaza que no le importaba absolutamente nada a nadie, la bacteria mostraba la verdad de las cosas y alejaba el miedo inculcado por vía de la educación, las religiones, la familia o los medios de comunicación.

El caso de los cuerpos militares fuepa radigmático. Auto inmunes al virus desde que la infección había comenzado,consideraron la necesidad inmediata de poner orden en “la situación caótica que empuja a nuestra sociedad al borde del abismo”.

Un lunes a las seis de la mañana se los vio marchar hacia la Moncloa con tanques, tropas y caballos, luciendo sus mejores galas, con la intención de establecer un estado de excepción.

Contaban con el apoyo de algunos políticos todavía “lúcidos”-según ellos- que los apoyaba en la conformación de un gobierno de crisis.

Los políticos infectados –antipatriotas, según ellos- se apiñaban en lo jardines frente a la casa de gobierno repartiendo papeles con datos ultra secretos sobre la participación española en guerra de Irak, las facilidades concedidas a la CIA para repostar sus aviones en Mallorca o las concesiones otorgadas a empresas que producían productos transgénicos.

La primera acción militar consistía en dispersar a los agitadores y entrar en la Moncloa.

El general Pacheco, hombre de honor muy reconocido en el ámbito castrense, fue el elegido para convocar a las tropas y marchar hacia la casa de gobierno.

– Esto es peor que Mayo del 68 – escupió con desprecio el general Pacheco- ¡Todos comunistas, hippies haciendo sentadas y fumando porros! Pero si todo andaba bien como estaba! ¡Me cago en el puto virus de los cojones! ¡Mírelos!- dijo señalando a la gente que se apiñaba su paso –  ni siquiera nos tienen un poco de miedo.

Los militares marcaban el paso ante la mirada divertida de la gente que los saludaba con la mano.

– Pobres- dijo una señora entre la gente que miraba el desfile – son inmunes…no pueden ver las cosas de ninguna otra manera,sólo ven lo que les han enseñado.

– Si, – le contestó el médico que tenía a su lado- están tan acostumbrados a obedecer, que sus filamentos ADN están calcificados.

– Pobres…- repitió la primera.

A unos doscientos metros de la Moncloa, un grupo de adolescentes cerraba el paso de los militares. Tomados de la mano, bailaban una danza alrededor de una pila de móviles y video juegos, riendo a carcajadas.

El general Pacheco no gozaba del don de la persuasión- a no ser por la fuerza-, así que el teniente Olivera levantó en alto su brazo y detuvo la marcha de las tropas.

Bajó de su caballo con la expresión de un cowboy que negocia con los pieles rojas y se acercó pisando con fuerza, para que su paso sonara más que las risas adolescentes.

Una quinceañera de trenzas rubias y ojos gatunos cogió la mano de Olivera imprevistamente y lo llevó a rastras a la ronda.

El general Pacheco casi se cae del caballo,con los ojos muy abiertos llevó la mano a la pistola, dispuesto a defender a su hombre de las hordas subversivas.

La quinceañera abrazó a Olivera al tiempo que Pacheco le apuntaba a la cabeza.

La mano de Pacheco nunca había temblado tanto en su vida. Sudaba frío con la sensación que a veces padecen los cazadores,cuando las identidades se confunden y ya no se sabe quién es la presa.

Olivera abrazado a la chica había comenzado amover los pies al son de la canción improvisada. Ahora se besaban bailando y saltaban juntos. Pacheco pasó del miedo al odio y apuntó a la cabeza de Olivera.

VII

Roger daba tumbos entre arcadas y vómitos a lo largo de la Calle 19th en Washington. A su derecha, las oficinas del FMI y enfrente, las del Banco Mundial.

Durante más de 13 años había ido y venido, cruzando esa calle que ahora decoraba.

Roger era – al menos por el momento – un furioso convencido de las libertades individuales y económicas, de la desregulación de los mercados y por que no decirlo, un defensor de la ley de supervivencia darwiniana.

Días atrás, cuando el se había desencadenado la tragedia del mal llamado virus, un amigo suyo – accionista de una de las empresas mas grandes de biotecnología – le invitó al participar de un selecto charter a Suiza, en donde podrían extirparle sin dolor cualquier rastro de genes anti –globalización.

La sede de Hoffmann-LaRoche trabajaba a destajo aplicando una serie de procedimientos muy secretos que aseguraban la eliminación de cualquier filamento ADN indeseable.

Roger se sometió al tratamiento con el vigor convencido de un telepredicador. No se permitía ni un solo rictus de duda. Su ceño fruncido contrastaba con la blancura de su rostro. Su cabello rojizo y su cuerpo desnudo y pecoso yacían bajo una bata blanca a punto de recibir el tratamiento.

Por razones de seguridad, los pacientes eran anestesiados, para que no pudiesen reproducir el tratamiento fuera de allí.

– Siempre fieles a su estilo – pensó Roger. Le causó un poco de gracia la ocurrencia, al tiempo que recorría mentalmente los países en los que Hoffmann-LaRoche tenía intereses mucho más que comerciales.

Volvió en sí en una habitación de hotel. El tratamiento incluía el traslado en ambulancia y los controles médicos posteriores. Un medico y una enfermera le hicieron los controles de rigor, pero no le preguntaron cómo se sentía. El médico se despidió y la enfermera le comunicó que estaba inmunizado y alas 15.30 debía coger el vuelo de regreso.

Siempre fieles a su estilo.

VIII

Cuando Feliciano llegó a su pueblo, en Senegal, comenzaron los suicidios.

La reconexión evolutiva del fragmento X deADN cumplía con su función de abrir los ojos de la gente, pero no proporcionaba esperanza en el futuro ni estrategias para reorganizar aquel mundo deshumanizado e injusto contra el que tantos grupos se habían enfrentado sin éxito en el pasado.

Luego de la primera ola de euforia que insufló en cada uno el aire nuevo de la verdad, después de vomitar – veraz y metafóricamente- las injusticias cometidas contra la humanidad, se produjo el silencio.

¿Y ahora qué?
Game over.

Miles y miles de mujeres, hombre y niños empezaron a desplazarse a deambular por el mundo buscando el modo de reiniciar el juego.

Juntos caminaban hacia ninguna parte.

No corrían. No lloraban. No maldecían. Lentamente hacían el camino.

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Patricia Adriana Pari

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