Obras de Teatro

Amenazada

 

ACTO I:

Personajes en escena; Raúl y Anaís.

Raúl y Anaís aún no han aparecido en escena, pero se dirigen a ella. Se encaminan hacia un parque. En él, el césped está verde, las aves buscan el agua de una fuente que está en el centro del lugar. Ésta es grande, por arriba hay un chorro que cae como las emociones hasta la zona básica de ella. Ahí es donde se posan los pajaritos, muertos de calor debido a la estación en la que se encuentran.

– Raúl: Es necesario que te cases. Alguien debería tener algún derecho sobre ti para poder defenderte.

– Anaís: Ni muerta. No pienso sellar ningún tipo de pacto con un hombre jamás. No lo haré ni por mi propia salvación ni por nadie.

Raúl saca una brújula de su bolsillo. Lo mira con posesión, como si en cualquier momento pudiese llegar a perderlo o algo que podría llegar a ser muchísimo peor; que se lo robaran. Él se encontraba nervioso, sólo quería salvar a Anaís de futuras desgracias, pero ésta parecía no hacerle demasiado caso. En realidad, nunca le hizo el caso que él hubiese querido que le hiciese en algún momento.

Raúl: Anaís… no seas tonta mujer. Sabes de sobra que si no te casas tus padres te repudiarán. Y no sólo te repudiarán, también repudiarán a el ser que llevas dentro de tu vientre.

Anaís, tras escuchar el comentario que Raúl le hizo sobre su bebé, no pudo evitar posar sus manos en el abdomen. Aun no se le notaba nada, estaba apenas de dos meses. Hizo una mueca conteniendo sus pensamientos, El lugar, ese parque además conseguía emocionarla. O era el lugar o las hormonas que conseguían hacer de las suyas, pero, desde luego que se encontraba de lo más sensible.

Anaís: Pero Raúl… yo no tengo deseos de casarme con Mark. Sí, vale. Estoy de acuerdo con lo que dices, porque después de todo sería el paso más sensato que estaría dando si te hiciese caso. Si me casase, mi bebé no tendría problemas de manutención, viviría cómodamente sin complicaciones y yo en cambio, me pasaré los días mirando por la ventana deseando otra vida que no podré tener. Me acostumbraría a vivir una fachada que muchas parejas terminan por confundir, creyendo que eso es lo que hay que sentir, pensando o haciéndose creer que lo que hacen, lo hacen por amor. Pero, no me obligues Raúl porque… sé que Mark no está capacitado para ser el padre que dicen sus padres que será después de casarse.

Raúl, guarda la brújula en su bolsillo. Camina de un lado a otro, escuchando atentamente lo que Anaís dice, viéndose incapaz de incordiarle. Su corazón, toda ella manda en sí misma. Es incapaz de detenerla.

Anaís, se acerca a Raúl con aspecto angustioso. Él viste con un traje formal, su corbata es roja y sus zapatos de color blanco, mientras que ella viste con un vestido veraniego de botones, de color amarillo. Anaís se acerca a él y acaricia la corbata escarlata de su amigo Raúl.

Anaís: Sé… que estás preocupado Raúl, pero por favor, no me empujes a casarme. Aunque no lo comprendas ahora, sé que algún día sí que terminarás entendiéndolo. Verás que Mark, continuará como hasta ahora… se drogará o quién sabe, puede que hasta la termine vendiendo si es que no lo está haciendo ya.

Raúl: Sí…

Anaís: Yo no deseo una vida así para mi futuro hijo. Espero que tú tampoco estés esperando esa clase de educación sólo por el dinero de mis padres.

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Raúl, comenzó a rascarse la barbilla. Pensando en qué hacer, a dónde llevarla. Si ella escogía no casarse, sabía que en cualquier momento entonces se podría ver fuera de su casa en menos de veinticuatro horas. Eso le causó ya no sólo nerviosismo, sino un agobio que venía cogido de la mano de otra sensación que sin pedir ningún permiso se quería unir a la fiesta.

Raúl: Entonces, ¿a dónde irás?

Anaís se separó un instante de Raúl. Miraba el entorno sin saber muy bien qué contestarle, ya que esa clase de respuesta todavía no la veía muy clara para poder declarar una decisión afortunada tan pronto.

Anaís: Primero, creo que debería de ocuparme en buscar un trabajo y me preguntaba… si tú podrías ayudarme.

Raúl: ¿Yo?

Anaís se mordía el labio superior que comenzaba a temblar a causa de la posible respuesta que, creía que no le iba a gustar ni tampoco ayudar. Puede que sí hubiese tenido algo de suerte convenciendo a Raúl de que lo mejor no era casarse con Mark debido a su inmadurez, su proceder y actitud que sólo causaría vacíos en su futuro que podría ser próximo en el caso de aceptar encadenarse a esa clase de vida. Pero, entonces temió que Raúl no le ayudase a buscar el trabajo que necesitaba para poder amoldarse a vivir de manera independiente. Ella, la vida y su futuro hijo o hija que llevaba en el vientre. Temía que no fuese a ser posible, que entonces se encontrase en la calle tras su negativa, que no lograse encontrar nada y entonces tuviese que asumir toda una vida de culpas por la condenación que le daba a su hijo.

Anaís: Raúl… nunca te he pedido nada. Jamás. Pero por favor, sé que tú eres el único que puede ayudarme a tener un trabajo que pueda darme una estabilidad para conseguir mis propósitos. No me niegues algo así ahora que me entiendes.

Raúl: Lo sé, lo sé… . Es sólo que ahora el mercado laboral es bastante escaso, y posiblemente no pueda conseguirte un puesto de trabajo con facilidad debido a tu estado, ¿sabes Anaís? Por ese lado las cosas se suelen poner algo tensas. ¿Sabes cuántos jefes echan a las mujeres que están embarazadas de sus puestos?

Anaís: Algo he leído y escuchado sí… pero, ¿entonces qué puede hacer la mujer en este caso? ¿Vivir una vida con alguien que no le ama sólo porque no puede trabajar embarazada? Yo me veo capacitada para trabajar embarazada… .

Raúl: Está bien, trabajarás para mí.

Anaís: ¿Lo dices de verdad?

Raúl: Sí. Necesitas ayuda y eso es lo que tendrás.

Anaís no pudo evitar llorar de la emoción, de la gratitud que sentía en esos instantes por Raúl. Y no pensó en esos momentos en todo lo que iba a sucederle, pero sí es cierto que no pudo evitar desearle a otra futura mamá soltera este tipo de ofrecimientos para hacer que su vida pudiese ser más fácil.

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Acerca del autor

Ainoa Rodríguez

Las apariencias engañan, pero otras veces lo que ves es lo que hay.

Redactora multitemática y relatista en Hidden Words desde hacer más de 10 años.

Si hay algo que tengo que decir sobre las palabras, es que ellas son las que me salvan diariamente.

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