Cuento enviado por Natalia Olivares (fan del blog)
Buenas amigos aquí va otra historia basada en hechos reales…
Como saben antiguamente algunas personas allá casi para el siglo XVI en adelante no saben con certeza si un difunto estaba realmente o no pues al no haber la tecnología de ahora sin querer a mucha gente dándola por fallecida se la enterró en vida por error.
Pero una vez en un pequeño pueblo de Escocia, cerca de Glasgow se puso de moda por el siglo XVIII para saberlo una campanita en todos los ataúdes de muchos cementerios, así se distinguía si la persona enterrada estaba viva o no.
Una noche de invierno Charlie Bennet el cuidador del cementerio central de ese pueblo se encontraba haciendo su guardia y tenía bastante experiencia claro trabajando allí sobre todo para distinguir si alguna campanita de su camposanto se movía por el viento muy suavemente o del contrario era una persona viva.
Para esa época y en especial para los cuidadores de cementerios existía una regla básica…solo pueden liberar a las personas vivas del ataúd sabiéndose por el sonido de su campana, si no nada podía salir del cementerio.
Al rato sonó bastante fuerte una campanita y Charlie no tenía dudas, ese es el sonido de una persona al parecer dentro del ataúd, cogió el tubo de su garita, semejante a uno de esos teléfonos antiguos donde trabajaba por las noches y empezó a hablar… «hola ¿me escucha? ¿hay alguien ahí?
Una voz femenina contestó la llamada diciendo ser Sarah Parker queriendo salir, había fallecido un 3 de mayo de 1794…
Entonces Charlie miró su periódico de la mañana y se puso pálido antes de contestar a Sara, estaban a día del señor de 18 de Noviembre de 1869.
«Lo siento Sarah, dios te bendiga y guarde ya no eres humana (le dijo también la fecha) pero no puedo dejarte salir, no puedo ayudarte».
Bueno el cuento pero muy corto
Muy corto, pero bueno, hahaha al final me dió un escalofrío. El cuidador de ese lugar tenía nervios de acero, no inventes hahaha. Quizá ahora él es quien toca su propia campanita y alguien le niega salir, 147 años después de que él se lo negara a aquella mujer.