De pequeño, a los 8 o 9 años quise probar una cosa, creía que si a un muñeco le dabas cariño, tendría vida. Entonces, como tenía un muñeco de Batman hice el experimento.
Lo abrazaba y le daba besos todo el día. Duré así unas dos semanas, pero después de eso pensé que no iba a vivir el muñeco, lo tiré al suelo y le dije:
—No sirves para nada.
Me fui a dormir, me desperté y no vi al muñeco en el piso. Pensé que lo había tirado mi mamá. Miré al balcón de mi cuarto y estaba ahí, parado de espaldas, quería llorar de miedo pero no pude. Me quedé en shock y no sé que pasó que me desperté otra vez, y el muñeco no estaba ahí. Cuando le pregunté a mi mamá me dijo que yo no tenía un muñeco de Batman.
Hasta hoy no encuentro explicación a lo que sucedió, pero aún tiemblo al recordar esa noche.

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