Esta leyenda es una de las más famosas e impactantes que existen en Uruguay, pues habla del amor, el odio y la pérdida.
Cuentan que durante los años 30, en el famoso parque del Prado, se conocieron dos jóvenes que se enamoraron al instante. Pero sus diferencias sociales eran abismales. Ella, provenía de una de las mejores familias de la ciudad, su padre era un empresario pudiente que solo la quería ver relacionado con personas de la alta sociedad. Él, por el contrario, era un muchacho pobre pero muy noble y trabajador. Por si fuera poco, su familia también despreciaba a los ricos, pues tenían muy arraigados sus orígenes humildes.
Ambos sabían que jamás les permitirían estar juntos, por lo que comenzaron a verse en secreto. Salían a pasear juntos frente a los rosales del hotel del Prado, y también caminar por horas en torno al parque.
Desgraciadamente, el padre de la muchacha era más suspicaz de lo que creían y muy pronto empezó a sospechar de las misteriosas salidas de su hija. Hizo que la siguieran y al enterarse de su romance con aquel chico tan pobre, montó en cólera. Le prohibió verse con él y para estar seguro de que no volvería a importunarla, buscó a la familia del muchacho.
Así nació una enemistad por la que los amantes se sintieron profundamente desgraciados.
Además de los reclamos de sus padres, tenían que soportar las burlas y comentarios maliciosos de la gente en sus respectivos vecindarios, pues nadie comprendía como podían amarse el uno al otro.
Varias veces intentaron verse sin que nadie supiera, siendo acosados por sus familias. En una ocasión intentaron fugarse juntos, cosa que terminó muy mal cuando se dieron cuenta de sus intenciones. Al final resolvieron que no podían seguir viviendo así: si sus padres no aceptaban su amor, entonces tendrían que seguir amándose en la eternidad.
Una tarde nublada se reunieron por última vez en el parque, tristes pero sintiendo un inmenso alivio. Se sentaron a la sombra de un árbol inmenso, contemplaron la puesta de sol y después de compartir el último beso, se quitaron la vida.
A la mañana siguiente, sus cuerpos fueron encontrados abrazados. La gente los contemplaba horrorizada; estaban tan rígidos que era imposible separarlos. Otros cuantos los miraron con compasión, lamentando todo el odio que los había empujado a tomar una decisión ten desesperada.
Por muchos años se habló de los amantes del Prado, y del árbol bajo el cual se habían despedido de este mundo.
Aún hoy en día, se dice cada noche se escucha el último suspiro de los enamorados antes de morir. En ocasiones incluso se los puede ver nuevo, compartiendo un abrazo espectral debajo del árbol.
A las parejas que pasan por el parque les gusta sentarse en el mismo sitio, pues sienten que de esta manera su amor será para siempre. Y tal vez tengan razón, pues aún desde el Más Allá, se sabe que aquellos jóvenes son tan felices como nunca lo fueron en vida.
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