Malena era una joven tan inquieta como atractiva, que vivía en un pueblito cerca de las colinas de Tarapoto, en la amazonia peruana. A ella le encantaba dar largos paseos en medio de la Naturaleza, aunque sus abuelos siempre le advertían que era bastante peligroso. Especialmente para una joven de su edad.
La noche de San Juan, la gente del pueblo se estaba preparando para armar una fogata por la noche, en honor a la festividad. Esa noche más que nunca, era sumamente importante encomendarse a Dios y arrepentirse por sus pecados, pues de acuerdo con la leyenda, el diablo subía a la Tierra para asustar a todas las personas que no fueran de bien.
Sin embargo Malena no quería saber nada de supersticiones, ni tradiciones que para ella no tenían sentido. Así que se escabulló de casa de sus abuelos para evitar tener que ayudar con los preparativos, y se echó a andar por el monte, burlándose de todos los pobladores.
—Si el diablo realmente está entre nosotros, ¡más le vale no aparecerse en mi camino! —exclamó burlona.
En ese momento una sombra se levantó a un lado del camino y Malena se quedó paralizada.
Frente a ella había una criatura que con solo mirarla, le helaba la sangre de lo horrible que era. Tenía el tamaño de un niño pequeño, pero su rostro era tan viejo como el de un anciano y mostraba una expresión de maldad absoluto. Andaba desnudo sobre dos patas distintas, una de hombre y la otra de chivo.
Al ver lo pálida que se había puesto, el ser emitió una risita llena de malignidad y se lanzó contra ella para morderla.
En el monte hizo eco un grito de horror que se escuchó por todo el pueblo.
La mañana siguiente, los abuelos de Malena estaban desesperados. Habían salido del poblado con unas cuantas personas para buscar a su nieta, pues no había estado presente en toda la noche. Temían que algo malo le hubiera sucedido por ignorar una fecha tan sagrada.
Recorrieron las colinas de Tarapoto, llamándola incansablemente y en vano. Justo cuando estaban a punto de darse por vencidos la encontraron, con la ropa maltrecha y el estado de shock. Malena sangraba y tenía los ojos abiertos de puro terror. No parecía reconocer a ninguna de las personas que habían salido a buscarla. La llevaron de regreso al pueblo y una curandera la atendió, explicando a sus abuelos lo que había ocurrido.
—Esta muchacha fue asustada por el chullachaqui, el duende del monte —dijo con seriedad—. Él siempre anda acechando por el monte, para ver como puede perder a los viajeros o a las jovencitas que salen solas de casa. Se los lleva a su hogar infernal. Su nieta ha tenido suerte, pues quien es arrastrado a esa dimensión no puede volver jamás a casa.
Esta historia está basada en la leyenda peruana del chullachaqui, un duende maligno de las montañas de Tarapoto, que se aparece para asustar a las personas, sobre todo a las muchachas.
Redactas mal.
La noche de San Juan, la gente del pueblo se estaba preparando para armar una fogata por la noche, en honor a la festividad. Esa noche…
Al menos quedo claro que era de noche….
Luego pones : mostraba una expresión de maldad absoluto.
«Una» es femenino
Absoluto es masculino.