Descripción: Este cuento teatral está basado en un mito mexicano y cuenta por qué a veces, la luna parece tener cráteres en forma de conejo.
Personajes: Narrador, Conejo, Quetzalcóatl
PRIMER ACTO
Una luz se enciende en el escenario iluminando al narrador, quien está de pie a un lado de las tablas.
Narrador: ¿Saben ustedes por qué siempre que se mira hacia la luna y está envuelta entre las sombras, parece que la silueta de un conejo se dibuja entre ellas? Eso se debe a que hace mucho, mucho tiempo, Quetzalcóatl, el dios supremo de los aztecas, hizo algo muy especial por la más pequeña de sus criaturas…
El resto de las luces se enciende, mostrando una escenografía decorada al estilo de los antiguos palacios aztecas y a Quetzalcóatl, ataviado con su traje de plumas.
Narrador: Él se encontraba en su morada, pensando que hacía mucho tiempo que no visitaba a sus animales. De modo que se preparó para bajar a la Tierra, adoptó la forma de un hombre y se dispuso a hacer un largo viaje a pie.
Quetzalcóatl se desprende de su capa de plumas para permanecer vestido con sus ropas más sencillas y sale por una puerta.
Narrador: Así, el dios camino por largos senderos, hasta que la noche cayó sobre su creación.
SEGUNDO ACTO
Quetzalcóatl, cansado, se tumba a descansar sobre el suelo. Detrás de él, la escenografía muestra una preciosa noche estrellada. De pronto llega un conejo, mordisqueando algo entre sus patas.
Quetzalcóatl: Hola, ¿qué estás comiendo?
Conejo: Zacate, ¿quisieras un poco?
Quetzalcóatl: Gracias, pero yo no como eso.
Conejo: ¿Entonces qué vas a cenar?
Quetzalcóatl: Tendré que esperar aquí a morirme de hambre, supongo.
El conejo suelta el zacate y salta hasta él.
Conejo: Escucha, yo solamente soy conejito, pero si tanta hambre tienes puedes comerme, aquí me tienes.
Quetzalcóatl sonríe con ternura.
Quetzalcóatl: No, tú eres más que un conejito, eres el animal más noble que he visto a pesar de tu humilde tamaño. Por eso, me encargaré de que todos los hombres te recuerden siempre, aunque pasen los siglos.
Quetzalcóatl toma al conejo de la mano y mientras salen del escenario, las luces se apagan.
TERCER ACTO
Se encienden las luces, mostrando ahora la figura de una hermosa luna llena en su escenografía.
Narrador: Y así, Quetzalcóatl llevó al conejo hasta lo más alto del cielo, hasta que pudo tocar la luna.
Quetzalcóatl y el conejo vuelven a subir al escenario, y se paran enfrente de la luna, mientras el dios hace ademanes con sus manos, como si estuviera dibujando la silueta del animal.
Narrador: La «serpiente emplumada» plasmó su figura en una de las caras de la luna, como obsequio por su generosidad.
Quetzalcóatl: Este, amiguito, es tu retrato de luz. De ahora en adelante, cada vez que los hombres observen la luna, habrán de verte a ti en las noches luminosas. Nadie te olvidará.
Narrador: Y es por eso, amigos míos, que si de vez en cuando ponen un poco de atención y observan la luna en una noche especial, podrán distinguir la sombra de un conejo en alguno de sus cráteres. Es el recuerdo de la amistad entre una deidad y la naturaleza.
FIN
que asco
que ascoooo